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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 17 de mayo, 2016

La pesca de pepino de mar es una actividad de riesgo, que en algunos casos implica la muerte. La realizan buzos, sin más capacitación que el hambre y la necesidad. En Yucatán, desde que estalló la fiebre por este equinodermo, han fallecido varios por descompresión. Ante la voracidad de esta pesquería, cada vez hay que irse más lejos, más al fondo. Pequeñas, oxidadas bombas conectadas a una manguera proveen el oxígeno a los hombres que se aventuran al lecho marino en busca de esta especie. Para que no respiren vapores de diésel, una compresa sirve de filtro. La toalla íntima se moja, se despedaza, y en lugar de aire, los buzos se llenan los pulmones de fibras sintéticas. Y, en muchos casos, eso representa la muerte.

Sin embargo, no sólo estas condiciones hacen potencialmente mortal esta actividad. Este fin de semana se registró el primer muerto a balazos en un enfrentamiento derivado de la pesca de pepino. El domingo fue hallado el cuerpo de un pescador, saldo de un enfrentamiento en altamar que se registró horas antes. En esa confrontación también se registró otro herido de bala, éste en la pierna; otro reporta un brazo destrozado por propela de lancha; hay decenas de golpeados, embarcaciones quemadas y pérdida de la paz social en las comunidades costeras de Yucatán.

La semilla del mal ya germinó. Lo que se viene advirtiendo desde hace años ya es una realidad. La pesca furtiva de pepino, ante la incapacidad de las autoridades, se convirtió en la puerta de entrada de una peligrosa, violenta hidra criminal. La inseguridad a la que tanto tememos eligió un extraño camino para entrar a Yucatán. Ensimismados en nuestros retenes, en nuestras cámaras; temerosos de los cárteles y de la droga, hemos descuidado —y minimizado— ese lucrativo negocio en el que se convirtió el tráfico del equinodermo.

Recapitulo: Según los reportes periodísticos, esta batalla por el equinodermo ya se cobró, a plomo, la vida de un pescador. Estoy seguro que no es el primer muerto con violencia en este negocio, ni que será el último. Ha sido el primero que conocemos, como opinión pública. Y asusta. Más por ser un preludio y porque es la crónica de una muerte anunciada. Pese a ello no se hizo nada al respecto. ¿Contra qué se enfrentan las autoridades? ¿Contra qué nos enfrentamos nosotros, como sociedad? No estamos hablando de pequeños contrabandistas, de bandas folclóricas de pescadores, sino de organizaciones criminales internacionales que han sabido moverse y crecer a lo largo de décadas.

Los pescadores yucatecos, en este caso, son como los sembradores de amapolas, de mariguana. Son el eslabón más débil de una cadena que traspasa fronteras. Los grandes distribuidores de aquí, también, son únicamente la punta de un iceberg macabro, que los usa como simples peones de una operación mucho más compleja. En la cadena alimenticia de protagonistas del tráfico de pepino, los zares yucatecos no son los peces más gordos, por mucho. Charalitos que presumen de nadar junto a tiburones, sin tener en cuenta que éstos de un bocado se los pueden comer.
Mucho se ha mencionado —y documentado— de la presencia de la mafia china en las operaciones de tráfico de pepino. La noticia más reciente surgió hace apenas unas horas, cuando se dio a conocer la detención de un periodista asiático queriendo subirse a un avión en Mérida con una maleta con pocos kilos de esta especie sancochados.

Esa es una anécdota. Un amateur que tal vez quería regresar a su casa y darse un festín con ese marisco que, según sus compatriotas, levanta incluso a un muerto. Pero, ¿quién en realidad opera este tráfico? ¿Por quién se están matando los pescadores yucatecos? Hemos escuchado —muchos de nosotros sufrido— de los cárteles de México y Colombia. Sabemos, más por cuestiones fílmicas, de la mafia siciliana, que opera en el sur de Italia y en ciertas partes de Estados Unidos. Hemos oído de la camorra napolitana y de la `Ndrangheta calabresa. Tenemos la vaga idea de que en Japón opera la Yakuza y que el fin del comunismo creó una violenta mafia en Rusia.

El crimen en China, país destino del pepino, está en manos de la Tríada. Como muchas organizaciones de este tipo, su origen adquiere en ocasiones tintes mitológicos. Los ritos de iniciación, los tatuajes, el lenguaje secreto, la jerarquía y las empresas criminales llamadas tongs son algunos aspectos característicos de esta organización, que, estoy seguro, lamentablemente en un futuro conoceremos mucho mejor. La Tríada, nos advierten, es sanguinaria y vengativa; tiene un poder de corrupción inmenso y tiene infiltrados en todas partes. Es un pulpo con incontables, larguísimos tentáculos. Y tal vez lo que estamos viendo en la costa yucateca es sólo el roce de uno de ellos.

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Para tener un mayor contexto, te recomiendo la lectura de un artículo tristemente admonitorio de la actual situación. Se tituló Pepino de mar: la semilla del mal y se publicó en el Por Esto!, a fines de febrero de 2014. [http://www.poresto.net/ver\_nota.php?zona=qroo&idSeccion=22&idTitulo=307427]

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[b]Mérida, Yucatán[/b]


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