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del

Romina España Paredes
Foto: AP
La Jornada Maya

Viernes 6 de mayo, 2016

[i]“Parece mentira, José Emilio, que hayan pasado tantos años y [/i]
[i]todavía no hemos aprendido a no mancillar ese fulgor abstracto que [/i]
[i]alimentaba nuestra pasión por la patria. ¡Qué pena, sí, qué vergüenza!” [/i]
[i](Discurso de Fernando del Paso. Premio Excelencia [/i]
[i]en las Letras José Emilio Pacheco, FILEY 2015)[/i]

Cuando el escritor Fernando del Paso declaró en su discurso, ofrecido en España durante la ceremonia del Premio Cervantes 2016 el pasado 23 de abril, “Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza”, dio voz a una profunda vergüenza compartida. “Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar”, señaló el autor, “continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, lo abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo”. Finalmente, aclaró, “No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza”.

Y como tragarse la vergüenza no es suficiente, Fernando del Paso, nombrado por algunos críticos “el Joyce mexicano”, ha escrito y narrado en sus obras un México que desborda la imaginación y la locura. Los universos literarios de Del Paso son los del México mestizo, imperial, conflictivo y absurdo. Nuestro México pasado y presente, que contempla con ambición y miedo su futuro. Las tres novelas más conocidas del autor dan cuenta de ese país de la vergüenza.

José Trigo (1966) narra el devenir de los ferrocarrileros en México de mediados del siglo XX y sus vidas deterioradas por los enfrentamientos de una nación deseosa de insertarse en las vías del progreso. El propio personaje juega con esa percepción del escritor sobre México. Su condición colectiva y simbólica retrata el dolor y el sufrimiento del pueblo mexicano en su recorrido.

En la fascinante novela Palinuro de México (1977), el lenguaje creativo está acompañado por el humor, lo grotesco y el erotismo. Esta narración onírica, que para algunos se trata de una obra semi biográfica, tiene de fondo el movimiento estudiantil del 68. La muerte del propio Palinuro, envuelta en diálogos delirantes y tragicómicos, es una denuncia incansable a lo que después sería el absurdo acontecer de la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

En uno de sus diálogos más lúcidos, Palinuro critica la “naturalidad” del totalitarismo del Estado mexicano: “Éstos también murieron de muerte natural. Si usted quiere acabar con la injusticia social y con la corrupción, si usted se pone contra los potentados y los políticos, es natural que le echen un tanque, es natural que lo muelan a palos, es natural que lo maten a culetazos”.

En la célebre novela Noticias del Imperio, el escritor cuestiona las versiones oficiales de la historia. “Su Carlota”, como se ha referido el escritor a este personaje que construye a partir de alucinantes monólogos, no es la emperatriz Carlota de la historia oficial, como tampoco lo son Maximiliano o Juárez. Aquí, la imaginación es un ejercicio en el que el autor crea aquellos elementos que no han sido, ni nunca serán, retratados por el discurso historiográfico. Se trata de la apertura en la comprensión de lo que es y lo que ha sido México.

La obra de Fernando del Paso seguirá ahí, recordando nuestra vergüenza. En el mismo discurso del Premio Cervantes el escritor denunció a los cuatro vientos “la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas”. En sus palabras, “esto pareciera tan solo el principio de un estado totalitario que no podemos permitir”. El horror de este totalitarismo se extiende en la historia y el espacio mexicano, lo notamos en los abusos de autoridad, en las represiones violentas, en las violaciones a la dignidad de las personas y en la persecución de defensores de derechos humanos.

Parece mentira, Fernando, pero México se sigue mancillando. No denunciarlo, eso daría aún más vergüenza.

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Mérida, Yucatán


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