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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 3 de mayo, 2016

[i]Deja vù[/i]. Año con año, la celebración del Día del Trabajo es igual. Una serie de discursos en los que se destacan los logros alcanzados por las autoridades en materia laboral. Siempre vamos bien. Siempre se han ganado batallas. Siempre, todos los esfuerzos valen la pena. Siempre, siempre lo mismo. Ese día, no son los trabajadores los protagonistas, sino las autoridades y los líderes sindicales. Estos últimos lanzan mensajes esquizofrénicos, en los que en un acto de malabarismo elogian y critican a las autoridades. Funambulistas que hacen malabares entre el amor y el odio. Los altavoces, claro, destacan sólo los elogios.

Es un acto para presumir músculo, poder de convocatoria. Mira cuántos somos. Mira qué unidos estamos. Aplaudimos como uno sólo. Coreamos y lanzamos hurras, nos vestimos igual; igualito. Una marea humana, un tsunami en comparación de esas olitas disidentes que igual repiten discursos, año con año. Y que año con año se minimizan, se callan, se sepultan. Un trabajo como el de Sísifo, el de estos trabajadores.

Este 2016, sin embargo, algo se salió del guión repetido durante años. En la marcha, muchos portaron playeras con el logotipo de Escudo Yucatán. Aunque por lo general incluso el color es monotemático —como el de aquella “ola roja” de Ivonne Ortega Pacheco—, nunca se había presumido un programa u obra específicos. Esta iniciativa, que no sé de quién fue, desvirtúa la propuesta de seguridad que se acaba de aprobar. Desde que se presentó, hace unas semanas, se ha hecho énfasis en que es un plan gubernamental, de Estado; se rehuyó a que tuviera tintes proselitistas o de partido. Así, incluso, lo han manifestado sus principales promotores, como Roberto Rodríguez Asaf, quien no sólo lo niega, también se incomoda cuando se le señala que Escudo Yucatán puede ser el trampolín para una futura candidatura.

El cimiento de este plan es la prevención. Las autoridades alertan que no se puede asegurar el bajo índice de delitos con la inercia, que se tienen que tomar medidas extraordinarias para garantizar la seguridad. Instan a tomar la iniciativa, a que debemos adelantarnos al crimen organizado. Proponen un cambio. Una nueva estrategia, mucho más agresiva y radical.

La burda campaña que se plasmó en las playeras de los asistentes a la marcha dominical va en sentido contrario al discurso. Más que promover un programa oficial, pareció un acto de campaña. ¿Por qué? Por la simple razón de que el medio es uno de los más utilizados en los procesos electorales. Las playeras parecen ser las herramientas preferidas de esos mercadólogos rupestres que manejan las campañas en Yucatán. Carentes de imaginación, cada tres, seis años llaman al amigo proveedor y le hacen el esperado pedido. Estas prendas no duran el trienio o el sexenio completo, así que muchos optan por recibir las de todos. Los rostros del candidato no causan urticaria. Y son muy cómodas para el trabajo duro o como pijama. Escudo Yucatán se devaluó en la marcha dominical. ¿Qué sigue?, se preguntan algunos. ¿Despensas en bolsas gris acero? ¿Pollitos —“aves de traspatio”— acorazados, disfrazados con armaduras? Exageraciones irónicas aceptadas, que sirven para que la autoridad se percate y corrija el rumbo. No se debe —ni se puede— reducir los alcances de un programa de Estado en una marca, en un eslogan, en un logotipo. Este tipo de promoción hace recordar a la política rupestre, a la vieja escuela; huele a añejo, a moho, a naftalina. Algo totalmente casposo.

Contrasta, como ya señalé, con las formas que se eligieron para convencer a la ciudadanía de la importancia de una iniciativa de este tipo y alcance. Fue una campaña maratónica, un intensísimo cabildeo, que impulsó a sus promotores a reunirse incluso con sus más acendrados críticos, a debatir en el Congreso del estado su pertinencia e, incluso, a darle concesiones a la oposición para que se aprobara.

Una vez alcanzado lo más difícil, cuando llegó el momento de comenzar a implementar el plan, éste se denigró a uniforme temporal, a playera de ocasión. El Escudo se suavizó y se transformó en 100 por ciento de algodón. En lo personal, y después de ver las imágenes de la marcha del Día del Trabajo, es muy probable que la propuesta ya no despierte en mí un sentimiento de protección; creo que se caricaturizó la propuesta de blindar al Estado.

La confianza que se gana en años se pierde en instantes. Creo que después del placeo dominical, el gobierno estatal tiene que sacarle lustre al escudo, dejarlo sin mácula, mostrar sus frutos. Los ciudadanos no avalaremos este programa sólo porque nos gusta su logo o porque su nombre sea pegajoso, sino porque nos hace sentir seguros. Y eso sólo se demuestra con cifras periódicas, con datos duros, con respuestas coordinadas y eficaces ante las amenazas. Dejemos el algodón para los retratos de los candidatos. Esas playeras son muy útiles para chambear o para dormir.

[b][email protected][/b]
[b]Mérida, Yucatán[/b]


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