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Javier Vila*
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La Jornada Maya

29 de marzo, 2016

Casi todas las personas han probado alguna vez sustancias potencialmente adictivas, como cafeína, nicotina o alcohol, pero no todas alcanzan los criterios para que sus consumos -socialmente aceptados– se cataloguen como adicciones. Quizá porque no desarrollan una búsqueda compulsiva, ni una disfunción social, psicológica o daño a la salud.

Los consumidores habituales basan su atracción por las drogas en 3 motivos: búsqueda de placer, hábito automático y evitar las consecuencias aversivas de la abstinencia. Sin embargo, ninguna de ellas por sí misma explica completamente la adicción. En primer lugar, la sensación de placer, producida por la droga, decrece al desarrollar tolerancia. El hábito de consumo automático de la droga no siempre es producto del deseo. El consumo no siempre ocurre para evitar los síntomas de la abstinencia, ya que puede darse después de una desintoxicación. Entonces ¿Qué hace adictas a las personas?

[h1]Mientras mas te busco, menos gusto me provocas[/h1]

Las drogas producen cambios cerebrales que llevan a una sensibilización del valor de los ambientes asociados al consumo, produciendo así un gran deseo. Con el consumo ocurre un aumento de atención a las situaciones que anteceden el uso de la droga, produciéndose un fuerte deseo y una motivación patológica que llevan a la búsqueda. Así, esos ambientes se convierten en señales que generan un consumo automático, que afecta el valor que el cerebro da a las drogas, incrementando su valor subjetivo como recompensa.

Un consumidor asocia fácilmente los ambientes de consumo y les da un valor exagerado, por lo que se convierten en disparadores del deseo, apareciendo una respuesta hipersensible al valor de las drogas; haciendo que los contextos asociados a la droga produzcan un deseo condicionado que lleva a la urgencia de consumo que no será satisfecha al consumir la droga.

Las drogas inicialmente producen sentimientos de placer, incitando a nuevos consumos, pero al aparecer la adicción esta sensación placentera disminuye, mientras que el deseo de consumo aumenta. Produciéndose una paradoja, en la que el ambiente de uso causa un mayor deseo, que aumenta el consumo sin causar más placer.

Quizá, el tener conciencia de los ambientes de uso lleve a un mejor control del deseo en algunas personas, lo que los haría enfrentar mejor el riesgo de desarrollar una adicción.

*Profesor Investigador Facultad de Estudios Profesionales Iztacala, UNAM

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