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Gloria Serrano
La Jornada Maya

11 de febrero, 2016

[b]¿Qué es? – preguntan. [/b]

Es Manu Fernández cuestionando qué hacemos viviendo juntos y cómo podemos vivir mejor. Él hablando, frente a un grupo de jóvenes en el MediaLab Prado de Madrid, de las ciudades como espacios de control, de la mercantilización de los lugares públicos, de las renuncias silenciosas –a los parques, a las plazas, a las calles– que generan una pérdida de valor social. Él explicando cómo las grandes urbes han perdido la capacidad para relacionarnos a unos con otros y se han convertido en[i] polis[/i] banales, mecánicas, prohibidas, inhóspitas, excluyentes. Manu y su tesis doctoral [i]La Smart City como imaginario socio-tecnológico[/i]. La construcción de la utopía urbana digital” (www.ciudadesaescalahumana.org). Él, urgiendo la convergencia de disciplinas para “hacer ciudad”, sugiriendo visibilizar lo que oculta el asfalto y la contaminación, invitando a hacer de las urbes, núcleos de innovación social y, de lo cotidiano, una pedagogía de lo urbano.

¿Qué es? – preguntan.

Es EVA, Espacio Vecinal Arganzuela (www.evarganzuela.org/eva), implicando a más de treinta colectivos para gestionar que el abandonado Mercado de Legazpi, en Madrid, se troque en un centro de reunión social. EVA y sus esfuerzos en materia de conocimiento medioambiental, conciliación laboral, empoderamiento de la mujer, alfabetización y memoria, apoyo escolar, movimiento asociativo, integración cultural, participación ciudadana, deporte y tecnología. EVA, que no es un ente indefinido, sino que son cientos o quizás miles de madrileños que hacen tres simples cosas: trabajar, trabajar y trabajar para alcanzar sus propósitos. EVA y el [i]1er Encuentro de Iniciativas Ciudadanas[/i] que se realizó el 30 de enero, al que asistieron personas con docena y media de motivaciones y otro tanto de compromiso. Todos, ahí reunidos, empeñados en colectivizar sus experiencias personales y generar herramientas para empoderar a otros ciudadanos.

Hombres y mujeres que sonreían eufóricos, que tropezaban con sus miradas y se escuchaban con consideración. Ellos y ellas hablando –en un clima abierto y sin prejuicios– de economía, gobernanza y modelos de gestión; refiriéndose a los paisajes conquistados, pero también a la complejidad que encierra reapropiarse de mercados, fábricas, ateneos, casonas y patios en desuso, como los que han ocupado La Casa Invisible, en Málaga (www.lainvisible.net) o el Ateneu Nou Barris (www.ateneu9b.net), en Barcelona o el CSC Luis Buñuel (www.centroluisbunuel.org), en Zaragoza. Ellas y ellos manifestando que es bueno ser tan distintos y que, en esa hibridez, se pueden concretar aspiraciones compartidas. Los hijos e hijas que parió el 15M en 2011, demostrando que este movimiento no ha quedado en el olvido, dando continuidad a lo iniciado por los indignados, pero, además, buscando ser ancho cauce para la imaginación y posibilidad de futuro para sus familias y el resto de la comunidad.

EVA y los otros, concibiendo la autogestión como un derecho ciudadano, tejiendo un entramado creativo al que los gobiernos en sus distintos ámbitos y niveles le temen, porque saben el potencial que tiene. EVA y los otros, resueltos a no abdicar, a no ceder su capacidad de decisión, al tiempo que dicen frases como “es muy emocionante sentir todo esto”.

¿Qué es? – preguntan.

Es Bernardo Gutiérrez Sampa (www.bernardogutierrez.es), durante el [i]Madrid Creative Commons Cultural Festival CCMad 2016[/i], muestra de cine y cultura digital (www.lacasaencendida.es), planteando a los asistentes repensar la #RevoluciónGlobal. Él, enunciando los nuevos actores y las nuevas plataformas comunicativas que surgen en las “glocalidades”, en los territorios interconectados. Él, citando al guionista Guillermo Zapata que dice: “no se trata de resistir, sino de crear”. Bernardo, el fotógrafo y sus capturas múltiples de Río de Janeiro,[i] La ciudad de Dios y del diablo[/i], o de [i]Tijuana, la ciudad frontera.[/i] Él, el periodista de constantes saltos por Latinoamérica, con paradas por el país que también narró Roberto Bolaño, México, el del zapatismo y el de los 43 estudiantes desaparecidos en el estado de Guerrero. Bernardo, describiendo la indignación “a la mexicana” que se suma a la oleada de luchas internacionales. Los relatos de una época, la subjetividad compartida, una crónica multicapas, nos dice.

Es Carmen Lozano Bright (www.carmenlozano.wordpress.com), la obrera especializada en trabajo colaborativo, quien también interviene en el CCMad 2016. La periodista colombiana que indaga en las calles y en Internet, la que utiliza la observación como método para aprender, entre otras cosas, de la gobernanza de bienes comunes urbanos. Ella, la joven contestataria, objetando este nuevo lenguaje que deja fuera de la conversación a los ciudadanos que no son ni nativos ni migrantes digitales. Carmen, la que afirma que “la política ocurre cuando se cuida la vida”, la misma que recomienda escuchar primero y abrir la boca después, quien machaca con sacar las protestas sociales de los herméticos habitáculos que las aíslan, sin dejar de reconocer que estamos frente a un proceso imperfecto y en desarrollo. Mujer liviana y sencilla de ideas ambiciosas, alucinantes como los grandes cambios que sacuden a la humanidad. Una de las voces femeninas que ha decidido irrumpir en el escenario social actual.

¿Qué es? – preguntan.

Preguntan los incrédulos, los adormecidos por la televisión, los que no se han dado cuenta del alboroto que están causando quienes se atreven a proyectar sociedades, gobiernos, medios de comunicación o modelos educativos antagónicos a los que tenemos. Preguntan los indiferentes, los que piensan que Siria está a años luz de su geografía porque viviendo en la Ciudad de México, también perciben distantes la pobreza en Oaxaca o la ejecución de periodistas en Veracruz o la trata de mujeres centroamericanas que cruzan la frontera para llegar a los Estados Unidos. Así que cuando preguntan, respondo que es aquél chico mexicano, de Mazatlán, que vive en Madrid y en conexión con diversos activistas se empeña en concientizar a más gente de la violencia que a diario se vive, se permite y se resiste en nuestro país.

Les digo que es él y son muchos reivindicando la democracia, exigiendo justicia y construyendo acuerdos como los que la periodista mexicana Cristina Ávila Zesatti, documenta en el libro [i]La paz que sí existe (y que el periodismo ignora)[/i]. [i]Veinte historias para leer en tiempos de guerra [/i](Texere, FONCA, 2015) y a través del sitio Corresponsal de Paz (www.corresponsaldepaz.org). Es eso y su convicción de que pueden lograrlo. Es eso y la sentencia de David Foster Wallace: “Somos lo que caminamos entre dos puntos”. Es eso y mi sospecha de que tiene sentido salirse de la cultura de masas, del [i]mainstream[/i], para comunicar esta proliferación de voces todavía poco atendidas, que de la periferia al centro retumban y suponen un elemento disruptivo, una contrapropuesta –continuamente mejorable– de cara al modo en que se articula el mundo contemporáneo.

Por favor, ahora no pregunten por qué escribo.


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