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José Luis Domínguez Castro
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

26 de enero, 2016


María del Carmen Alonzo Toledo era una joven yucateca que recién había egresado de la Escuela Secundaria Agustín Vadillo Cicero cuando se enteró para el inicio de clases del año escolar de 1936 que sus padres habían autorizado su ingreso a la Universidad Nacional del Sureste, fundada apenas unos quince años antes por el gobernador socialista Felipe Carrillo Puerto. Esta era una oportunidad única para que ella, junto con un puñado de señoritas egresadas de los colegios particulares de Consuelo Zavala y Ana María Medina, pudiera optar por una carrera profesional. Esto, no era muy común para las jovencitas de la época, ansiosas más bien por conseguir un buen marido e iniciar una familia para tener muchos hijos. Recordemos que éstas eran dos educadoras preocupadas por ofrecer a las colegialas un camino que les permitiera continuar sus estudios, ingresando al bachillerato universitario para proseguir su camino hacia una carrera en la misma universidad. Para ello, los padres de familia se encargaban de hablar con el rector Joaquín Ancona Albertos, a fin de que éste les garantizara las condiciones de seguridad y respeto que las niñas se merecían en tan innovadora experiencia. Y es que aunque desde tiempos de la reforma liberal, si bien es cierto que éstas podían acceder al Instituto Literario de Niñas de la maestra Rita Cetina y no obstante la apertura de la Universidad Nacional del Sureste hacia ambos géneros, eran pocas las mujeres que en las primeras décadas del siglo XX tenían realmente acceso a los caminos de la ciencia, las leyes y las humanidades.

Como se recordará la lucha de las mujeres por su emancipación data del Congreso Feminista de 1915 convocado por el Gral. Salvador Alvarado y del que Consuelo Zavala había sido una de las maestras organizadoras. El Rector, por su parte, era un librepensador y reconocido mentor que albergaba ambiciosos e innovadores planes para la Casa de Estudios, que hasta entonces venía funcionando en el viejo edificio del Instituto Literario ubicado en la confluencia de las calles 60 y 57 de la capital meridana.

Así pues, Carmita Alonzo, como muchas otras compañeras de su colegio y las ex-alumnas de los institutos mencionados ingresaron con especial ilusión, viniendo a engrosar las filas de la numerosa generación que por haber iniciado sus estudios ese año, se ha identificado como la Generación del ´36. (Ver artículo de la historia de la Universidad Autónoma de Yucatán en el libro colectivo La Revolución Mexicana y las universidades estatales prioneras.1917-1925; Uabc, 2012).

Los testigos de la época recuerdan a esta generación como una de las más importantes de la historia universitaria de la primera mitad del siglo pasado, no solo por el número de estudiantes que la integraron, sino por la calidad de los mismos, reflejada en el buen número de profesionistas que terminaron exitosamente sus estudios y que al egresar, sirvieron a la sociedad en sus distintos campos profesionales: medicina, jurisprudencia, química e ingeniería. En entrevista realizada a un miembro de esta generación, éste, en un buen ejercicio de memoria, registraba entre hombres y mujeres a más de 30 de sus integrantes. Doña Carmita Alonzo fue una mujer libre que como parte de su generación, logró romper el paradigma prevaleciente en su tiempo, que ubicaba a las mujeres exclusivamente en la atención de las labores del hogar. Ella, alcanzó las aspiraciones que Alvarado y Carrillo Puerto tenían para con las mujeres, sin descuidar sus funciones domésticas, Así, se tituló de abogada, habiéndose desempeñado acertadamente en las instituciones de impartición de justicia (Juzgado Penal y Depto. Jurídico del gobierno estatal) llegando a ser Directora de este último por muchos años. Cuando se desempeñaba ya en su profesión, en los juzgados anexos a la Penitenciería Juárez, en donde por primera vez laboraba una mujer, conoció al que sería su compañero de toda la vida, el licenciado Mario Alberto Carrillo Lavalle, con quien se casó y procreó 4 hijos que también enriquecieron a la familia universitaria estudiando, la mayor, la carrera de Derecho, quizá siguiendo las huellas de sus padres y de sus hijos triates, las carreras de Medicina, y Contaduría Pública.

La licenciada Carmen Alonzo de Carrillo fue una servidora pública con vocación, con un alto sentido de responsabilidad y precisión, que supo servir a su Estado por cincuenta y ocho años. Cuando se jubiló, en tiempos del gobernador Loret de Mola, la volvieron a llamar para que continuara colaborando, haciendo las tareas que solo ella sabía hacer minuciosamente y con profundo sentido ético. Este hecho habla del nivel de responsabilidad y eficiencia con el que se desempeñó tanto en la impartición de la justicia como en las tareas de la administración pública y que la hicieron merecedora de un reconocimiento especial por parte de la gobernadora Dulce María Sauri al cumplir sus 50 años de servicio ininterrumpido al Gobierno del Estado.

Se trata de una mujer honesta, libre y liberadora, cuyo espíritu universitario se había venido forjando desde las aulas de su Alma Mater, en aquellos tiempos en de los que le tocó inaugurar el edificio universitario de tres pisos, remozado a instancias del rector Ancona Albertos con el apoyo de su colega, el gobernador Canto Echeverría. Por cierto que poco tiempo después de las fiestas de reinauguración de las instalaciones, se desató una campaña difamatoria en su contra que cortó abruptamente la administración de tan ilustre mentor, habiendo sido expulsado injustamente del estado.

El sentido de justicia que Carmita Alonzo había aprendido de sus maestros, la llevó en ese momento junto con muchos de sus compañeros y compañeras, a expresar con espíritu libertario su respaldo a tan vilipendiado rector tal y como consta en la crónica pormenorizada de los hechos narrada por ella misma en entrevista realizada hace algunos años. Este mismo sentido de justicia que busca la verdad basada en los hechos más allá de toda diferencia ideológica, impregnó su ejercicio profesional y la acompañó a lo largo de toda su vida. La Lic. Carmita Alonzo de Carrillo, quien se desligó recientemente de la vida a sus 93 años, representa una realización viva de los ideales igualitarios que Salvador Alvarado plasmara en la legislación y una concreción del proyecto educativo plasmado por Felipe Carrillo Puerto y Eduardo Urzaiz. Al igual que la Lic. Alonzo en el panorama de la justicia, la escritora Cristina Martín de Álvarez (a) Gabriel Paz, quien destacó en las letras y el periodismo, falleció en días pasados. Ambas representan un modelo de mujer para nuestra sociedad contemporánea y aunque su ausencia nos conmueve, como universitarios reconocemos la importancia señera que tuvieron como mujeres libres y liberadoras. Sus nombres han quedado registrados en la memoria de la república del conocimiento.

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