La operación Cisne negro

Carlos Luis Escoffié Duarte
Foto: Cristina Rodríguez
La Jornada Maya

13 de enero, 2016

Durante la entrevista realizada en condiciones aún inentendibles por Sean Penn y Kate del Castillo (dúo también inexplicable), [i]El Chapo[/i] asegura que no se considera responsable del narcotráfico y la violencia en el país. Si bien en sus respuestas puede advertirse guiños a la banalidad del mal descrita por Hannah Arent, algo de razón posee: la forma con la que el discurso oficial ha narrado el problema del narcotráfico en los últimos años se ha centrado en confundir a [i]El Chapo[/i], un agente (muy poderoso e importante) del problema, con el problema en sí.

Tras su fuga en 2001, [i]El Chapo[/i] se convirtió en un fantasma sobre el cual no tuvimos más referencias que escasas fotografías y breves videos de archivo. Si bien se le reconocía como el capo más poderoso, era un eslabón más de algo mayor. Como si se tratara de una película de zombis o desastres naturales, el discurso de Felipe Calderón presentaba al crimen organizado (en abstracto) y la violencia que genera como incontenibles y omnipresentes. Se le daba nombre y apellido a algunos de los principales delincuentes, pero “la guerra contra el narcotráfico” era algo tan difuso como la neblina en la película [i]The Fog[/i] de John Carpenter.

Pero con su recaptura en 2014, la narrativa del problema cambió. Al igual que en [i]Drácula[/i], de Bram Stoker de Francis Ford Coppola, el terror adquirió forma física todo el tiempo. En esa película, la misión para el doctor Van Helsing y compañía es simple: deben eliminar al vampiro para acabar con el mal porque el vampiro es en sí mismo el origen de ese mal. Saben dónde se esconde y cómo matarlo. No dudan de su poder, pero no es un ser omnipresente. Desde hace unos años, la forma de narrar la estrategia de seguridad pareciera haber adoptado una lógica no muy distinta a esa película, a través de una tarea heroica pero simple en su planteamiento: capturar o no a [i]El Chapo[/i].

Por supuesto que lo que le suceda o no al líder del [i]cártel[/i] más poderoso tiene repercusiones indiscutibles en el mundo. No estoy negando eso. Pero los héroes de películas de Hollywood cumplen funciones distintas a las de un Estado de derecho. Peña Nieto se ha esforzado en adoptar no una narrativa que abarque el problema desde un enfoque estructural y que reconozca sus verdaderas raíces, sino que reduce sus esfuerzos a una batalla contra un villano cuya derrota nos demostraría que no debemos dudar del gobierno en turno como Ciudad Gótica dudó de Batman en la trilogía de Christopher Nolan: el camino adoptado es el correcto y basta con reproducir la turbulenta estrategia de seguridad un par de veces más hasta que caigan los otros villanos de esta saga.

Pero la estrategia del gobierno ni siquiera se encuentra centrada realmente en los grandes capos. Bastará mencionar que en al menos nueve estados del país el 60 por ciento de las personas en las cárceles se encuentran recluidas por delitos no violentos relacionados con la mariguana. Además de esta aplicación diferenciada de la fuerza estatal, enfocada a perseguir consumidores y crímenes menores, se han fortalecido las causas estructurales del narcotráfico. La reducción presupuestaria en salud y educación, así como regresiones en materia agraria y laboral, han aumentado la miseria y desigualdad que el mismo [i]Chapo[/i] señala como el origen de su carrera. Podrán detenerse más cabezas, pero saldrán más hasta que el Estado no logre abarcar la totalidad de su propio territorio, hasta llegar a aquellos sitios en los que su ausencia permitió el surgimiento de suplentes al margen de la ley.

@Kalycho