Una de las principales demandas laborales a finales del 2019 era el balance entre el trabajo y la vida personal. Existe entre los trabajadores una muy justificada preocupación ya que el tiempo de las personas compite entre las horas de trabajo, amigos, aficiones personales, y la familia.
Anteriormente muchas empresas tenían controles de asistencia en los centros de trabajo, y había funciones que sólo se realizaban en la oficina, o al menos en la computadora del trabajo.
Prisa y la falta de tiempo eran la queja común ese año. La gente vivía sola en medio de tumultos. A partir de 2020 la vida cambió. Algunas empresas permitieron que el trabajo de oficina se trasladara a una computadora portátil, y migraron a ambientes digitales. Fue claro que las prácticas empresariales cambiaron y la movilidad de las personas también, pues la gente se mantuvo en casa, sea por efecto de las medidas sanitarias, enfermedad, suspensión temporal o despido.
Es irónico observar cómo en el momento en que los seres humanos alcanzamos el pináculo tecnológico de todos los tiempos, con la mayor conectividad y comunicación en la historia, jamás había existido tanta gente que declarara sentirse sola, y entre las demandas laborales más frecuentes se encuentra ahora la salud mental; que ahora haya gente que a pesar de que tiene tiempo, llegue tarde a compromisos en Internet.
El repertorio de excusas que antes incluía “había tráfico”, cambó a “no funciona mi internet”, pero las normas de etiqueta digital son cada vez menos tolerantes con esto, pues hay personas que ya tienen espacios específicos encadenados con otras actividades en el día asociadas a hijos, pareja, estudio, etc.
Las empresas ya se dieron cuenta que muchos viajes y visitas de negocios son innecesarios, lo mismo que algunas convenciones. Tampoco es indispensable mantener una oficina: la gente está más segura en casa; incluso hay empresas que notaron que no hace falta tener cierta nacionalidad o estar físicamente en determinado país, pues una persona puede tomar las responsabilidades de un puesto, a pesar de que esté radicada en otro lugar, siempre que sea competente, hable el idioma, y esté conectado a Internet.
Dicen que las oportunidades se dibujan en época de crisis, y efectivamente muchas personas encontraron en esto el empoderamiento que les faltaba.
Veremos entonces una migración a ciudades pequeñas e intermedias y gente que está conectada a sus trabajos desde sitios más amables, además de que ahora las casas se escogen considerando en ellas un área de trabajo, lo mismo que una cocina o un baño.
La empresa moderna deberá enfrentar los retos del trabajo a distancia, usualmente con perfiles heterogéneos. Claramente sigue siendo fundamental el conocimiento profesional en el área respectiva, pero ahora se agregan otras habilidades, incluyendo saber usar la tecnología, pero también otras no menos importantes como la flexibilidad, disciplina personal, manejo de prioridades, capacidad de ejecución y la automotivación.
Contrario a lo que muchas empresas tradicionales pensaban, la productividad puede aumentar con este modelo y se podrá reconocer a aquellos que están contribuyendo activamente, aunque con el riesgo de convertirlos en personas sin rostro: tenues imágenes en una pantalla o voces al final de la línea telefónica.
Es un mundo nuevo en donde hay otros requerimientos y formas emergentes de hacer las cosas.
Edición: Laura Espejo
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