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El normalismo rural está vivo

Libro presenta 24 autores egresados de escuelas rurales
Foto: Fernando Eloy

En días pasados tuve el privilegio de presentar el libro “Normalismo Rural, una educación por México” que publicó y subió a su Facebook “Normalismo Rural A. C.” con textos de 24 autores egresados de las escuelas rurales de Hecelchakán (Campeche), Reyes Mantecón (Oaxaca), Ayotzinapa (Guerrero), Panotla Tlaxcala, y San Diego en Tekax (Yucatán), que, lamentablemente, fue cerrada. 

Cuánto amor por su alma mater y por México, cuánta disposición de ir al rincón más distante del pais para enfrentar los dragones de la ignorancia; realmente conmovedor. 

Algunas rebanadas del pastel:

“Hoy, en el ocaso de mi vida, quiero rendir un humilde tributo, postrándome de hinojos, diciéndole a mi querido pueblo e inolvidable Escuela Normal Rural: Gracias, madre tierra soy parte de tu esencia y espero, al cumplir mi ciclo, volver a ti; gracias, madre Escuela Normal, por abrirme los brazos y cobijarme en tu seno, dándome las herramientas para quitar la venda de la ignorancia y hacer libre a la niñez de mi patria: México”.

“Vivir el monte, y aunque un tanto solitaria, mi niñez fue muy bonita al crecer entre el ganado, andar a caballo, ayudar en la ordeña, cazar iguanas, recolectar tortugas, […] siempre que platicábamos de esa época, decíamos que crecimos en el paraíso, todo rodeado de monte y agua, la fauna y la flora en su máxima expresión”. 

“[…] me llamaba mucho la atención, que mientras aquí se hablaba preferentemente en náhuatl, en dos poblados pequeños y vecinos pero muy cercanos entre sí lo hacían en tlapaneco y zapoteco respectivamente, yo me preguntaba ¿cómo se comunicaban cuando tenían que hacerlo ante estas circunstancias?”

“[…] aprendí que se debe proceder siempre con mucho respeto y empatía sin menoscabo de las responsabilidades, de que las costumbres, tradiciones o creencias son parte entrañable de un conglomerado y que pueden y deben considerarse a menos de que sean dañinos o retrógrados, pero, en esos casos debe implementarse una gran dosis de prudencia, otro tanto de paciencia y un supremo sentido común”.

“[…] en esos lugares y condiciones te haces fuerte, creas tu propio método de enseñanza porque las condiciones de tus alumnos son inéditas, pueden estar en cuarto grado oficialmente y no saber leer, te reinventas diariamente para dar lo mejor de ti mismo y no porque alguien te lo pida sino porque entiendes que los niños esperan lo mejor de ti como su profe que eres”.

“[…] una madera pintada de negro que sería mi pizarrón y una larga vara de bambú recogida de la playa, […] mi asta bandera. […] muy temprano, once niños y cinco adultos me acompañaron a izar la bandera, cantamos nuestro himno nacional e inmediatamente pasamos a la pequeña aula donde se inició un año inolvidable”.

Alumnos de las Normales y docentes, necesitamos beber el agua fresca y cristalina del cenote sagrado del corazón de estos autores egresados de las Normales Rurales para recuperar la pasión y compromiso que nos regala la vocación y orgullo de ser maestros. ¡Felicidades!

 

Edición: Laura Espejo


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