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Yesid Contreras Beltrán
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

La ciudad de Chetumal se extiende frente a una bahía de aguas color turquesa. Una serpiente de asfalto, el Boulevard Bahía, nos lleva durante 28 kilómetros por la línea costera, con islas de mangle, la playa Dos Mulas creada hace años con arena artificial, el campus universitario, diversos jardines, cocoteros y zonas verdes cuidadas. En un punto, unos cuantos metros dentro de las aguas, se levanta el Monumento al Mestizaje, también conocida como la Megaescultura.

Aunque podría ser uno de los símbolos de la capital quintanarroense, se ha convertido en un elefante blanco desde que se inició su construcción hace tres lustros.
La obra fue diseñada con una altura de 54 metros, 2 mil 400 metros de espacio útil y 1800 de áreas de servicio, además de un elevador que permitiría llevar visitantes hasta una zona alta de donde se divisara la bahía, el mar Caribe, la zona costera de Belice, la desembocadura el río Hondo, y a sus espaldas la ciudad.

La construcción se inició en 2004, sobre un diseño del escultor mexicano Enrique Carbajal, conocido como Sebastián, quien, según reportes de la época, cobró 70 millones de pesos por el diseño arquitectónico. La magna obra se inició colocando las bases de un islote artificial en el fondo del agua, sin estudios de suelo, ni de impacto ambiental, por lo cual especialistas consideraron que con el avance de la construcción y por el peso de la estructura de metal y concreto, se hundiría de manera lenta pero inexorable, debido a que la zona costera de la ciudad es muy fangosa.

Sexenio tras sexenio, tres gobiernos más el actual, se aprobaron los presupuestos por un monto oficial de más de 240 millones de pesos, sin que se avanzara hasta la terminación de la obra, por lo cual lo construido se fue deteriorando y desde hace años vislumbra un fracaso financiero y constructivo. El mismo Sebastián demandó al estado de Quintana Roo, porque después de tantos años el modelo original fue cambiado por uno improvisado que aminoraba el gasto y permitía crear un centro cultural y turístico.

Los derechos que reclamó el autor ascenderían a 72 millones de pesos, un 30 por ciento del costo total, en una querella con desenlace desconocido para la opinión pública hasta la fecha, aunque la Secretaría de Turismo estatal afirmó que la obra pertenece al estado por completo pese a algunos pagos pendientes.

El gobierno actual, iniciado en 2016, volvió a invertir en el elefante blanco de la bahía, con la idea de inaugurarlo y hacerlo útil de una vez por todas. En junio de este año, el actual gobernador inauguró con bombo y platillos la obra pero sólo desde afuera, luego de otros millones de pesos de inversión, destinados a darle el acabado final y convertirlo en un punto de esparcimiento y cultura para los turistas y lugareños. Para dicha actividad se diseñó una proyección de diez minutos (videomapping) sobre la fachada del monumento, con un costo de 400 mil pesos, con la idea de erigirlo en un “Museo de la memoria y el futuro”.

Se habilitaron salas para exposiciones y una terraza para cafetería, así como un elevador que al llegar hasta la parte alta permitiría una vista privilegiada del entorno. El plan incluye construir un acuario y fuentes danzarinas. Sectur anunció hace poco que la proyección requiere de equipo nuevo y varios millones más. De tal modo, la obra sigue en el limbo por tiempo indefinido.

La Megaescultura permanece cerrada al público debido a que presenta fallas que no permiten visitantes y daños por el paso de tanto tiempo sin uso y bajo la inclemencia caribeña del salitre, el sol intenso y la humedad. Además, la Contraloría estatal exigió a la empresa encargada de los últimos detalles una fianza de 10 millones de pesos por detectar inconsistencias, es decir que la calidad de adecuaciones a la obra no correspondían al monto cobrado.

Hoy por hoy, la Megaescultura permanece inerte como un monumento a la corrupción, puesto que los millones de pesos destinados a su conclusión se esfumaron en manos de funcionarios que, año tras año, asumieron el reto o el negocio de terminarla. De todos modos, algunos turistas intentan franquear la entrada y deben contentarse tan sólo con la foto del recuerdo desde la acera del bulevar.

[b]Periodista y escritor[/b]
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