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del

Miguel Ángel Cocom Mayen
Foto: Captura de pantalla
La Jornada Maya

Miércoles 28 de noviembre, 2018

Un demiurgo con pies de barro resultó ser el primer palíndromo que escribí. La frase se desmoronó a la segunda lectura, incapaz de resistir un simple vendaval. Y es que “aérea te asumo, musa etérea” no se lee igual de izquierda a derecha que en su dirección original. En el camino de regreso destaca –infame– una letra “a” que falta al final y sobra al principio. Es decir, a prueba y error, aprendí la primera gran lección de los hacedores de palíndromos: siempre serán más, muchos más, los fracasos que los éxitos.

Semanas después concreté mi segundo texto reversible, primero en conservar su significado original al leerse en sentido inverso. Al comprobar que “la usual sílaba, cabal isla usual” no se derrumbaba, me encontré, por unos instantes, en la más alta cima de la cordillera de los palíndromos, mirando por encima del hombro al resto de los mortales. Pensé que había llegado donde nadie más lo había logrado. Por si las dudas, me puse a investigar un poco y fue ahí cuando corroboré el credo fundamental de todos los que aspiramos a ser llamados escritores: siempre lee más, mucho más, de lo que escribes.

En mi búsqueda me encontré con un verdadero mago de la simetría como Darío Lancini, autor de sublimes textos retroactivos. También, me topé con Merlina Acevedo, quien descuelga la luna y la hace poema y reflejo. Tropecé con Pedro Poitevin que escribe sonetos palindrómicos que respetan la rima, la métrica, la acentuación y la armonía. Hallé, además, a Aurelio Asiain quien escribe haikús que se ven en el espejo. Y descubrí en Twitter a autores como José Limón y Germán Castro capaces de improvisar palíndromos de alta calidad sobre cualquier tema, y a Lucy Dawkins y Anthony Etherin, quienes llevan el idioma inglés a su frontera más lejana y lo traen de regreso.

Así, mi segundo palíndromo también se desmoronó, pero no por un error en la construcción, más bien por la vergüenza del arquitecto que lo edificó. No obstante, con los escombros, he ido levantando nuevas obras.

A mi rabia y a ti, veloz, oral;
si acá se revelaba débil eco,
ya mi claro proclamo viva seco,
¿acaso cava cabal isla usual?

Ya mi náyade salaz ir, eleva,
acá posa magia, conato, gala.
Ave, un árbol aroma si se tala,
mala tesis, amoral obra nueva.

A la gota no caiga más opaca,
ave le riza la seda y anima,
y la usual sílaba cava cosaca.

¿O cesa vivo mal, corporal cima?
Yo, célibe, daba leve resaca.
Isla rozo, levita, ya iba rima.

Miguel Cocom
Twitter: @doncocom


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