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Dalila Aldana Aranda*
Foto: conacyt.gob.mx
La Jornada Maya

Miércoles 28 de noviembre, 2018

En México, quienes nos dedicamos a la investigación tenemos al menos una historia que contar en relación al Conacyt y al SNI.

De los mejores destinos del dinero público que México ha tenido están sus hospitales e Institutos de Salud de los años 60, y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) creado en 1970, en particular su programa de Becas. A través de éste, miles de mexicanos nos hemos formado en posgrados, tanto en el extranjero como en nuestro país. El Programa de Becas es uno de los pocos ejemplos de ser transexenal, lo que le ha permitido su consolidación. Hoy en día, todos los estudiantes que ingresan a un programa de Posgrado acreditado por Conacyt reciben una beca. Este Programa también otorga becas a estudiantes extranjeros que deciden venir a México a realizar sus estudios. Ninguna universidad o institución de Estados Unidos o Europa tiene un Programa de Becas con fondos públicos como el de México, becas que además no son de crédito, por lo que los que nos hemos beneficiado de ellas no pagamos un solo centavo al término de nuestros posgrados.

Por lo que respecta al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), se creó en 1984 con el fin de pagarle un complemento salarial a un pequeño grupo de investigadores como medida transitoria, mientras se recuperaba la economía. Otra teoría dice que fue creado para evitar la fuga de cerebros o para atraer aquellos que se estaban doctorando a mediados de los 80, después de la devaluación del 1982.

A los investigadores de la generación “sin nombre” (nacidos antes de l950) les debemos la creación del CONACYT y el SNI. Son los colegas que en las décadas de los 70 y 80 se desarrollaban como académicos e investigadores, laborando la mayoría de ellos en la UNAM o el IPN. Quizá a ellos sí les tocó hacer ciencia en su “Torre de Marfil en época de vacas gordas”.

[b]Generación con fortuna[/b]

La generación de los “Baby Boomers” (nacidos de 1950 a 1968) obtuvimos un doctorado entre los 80 y los 90. Somos una generación que tuvimos la fortuna de contar con un programa nacional de becas del Conacyt para realizar nuestros estudios con fondos públicos en universidades extranjeras, lo cual nos biculturizó al haber estudiado fuera de México. La segunda gran fortuna que tuvimos, fue la de contar con un empleo ad hoc al área en la que nos formamos al regresar graduados a México. La mayoría decidimos ir a trabajar a provincia y nos integramos a los centros del Poli, la UNAM, de las universidades estatales y los centros de investigación, de lo que ahora llamamos centro SEP-Conacyt.

Esta cohorte de investigadores de los años 80-90 contribuimos significativamente al desarrollo y consolidación de la ciencia fuera de la Ciudad de México. La mayoría de nosotros somos además migrantes. Con nuestro trabajo y a través de proyectos de investigación del Conacyt (en su mayoría) hemos creado y consolidado laboratorios e infraestructura de investigación, que no existía fuera del DF. Además, hemos contribuido significativamente a la creación y la consolidación de diversos programas de posgrados en México, de hecho somos la generación que ha permitido que México tenga hoy en día un amplio programa de posgrados; 2 mil 297 programas de maestrías y doctorado que integral el Programa Nacional de Posgrado de Calidad del Conacyt. Somos también la generación que al regresar a México siendo doctores nos integramos de inmediato al SNI, y que vivimos y sobrevivimos a la fuerza y control que tiene éste sobre nuestra manera de ser “productivos”. A través de estas tres décadas, no sé si el SNI llegó para quedarse o será transformado en el nuevo Gobierno, o mejor aún, que tengamos un salario integral, donde nuestra percepción ya no sea dos terceras partes de becas y estímulos y una parte de salario. Por lo anterior, los investigadores “Baby Boomers” somos también la generación que pensará varias veces antes de jubilarse, para no quedarse con una percepción escuálida.

La generación “X”, los que hoy tiene entre 36 y 49 años, se han formado también con el programa de becas de Conacyt, y además tienen de 1 a 3 años de postdoctorado; sin embargo, sólo algunos han logrado colocarse en alguna universidad estatal o centro de investigación (SEP-Conacyt), otros están asociados a proyectos de investigación del propio Conacyt y otros pocos son “asalariados” del propio Conacyt a través de Cátedras Patrimoniales. Son el nuevo “patrimonio de personal” de este consejo.

La Ciencia en México se mueve en su inmensa mayoría gracias al Conacyt. Hoy como hace 30 años, el PIB destinado no pasa del 0.5. Los “Baby Boomers-investigadores” iniciamos nuestra carrera en la época de las vacas flacas y seguimos en ella, sólo que hace tres décadas había 6 mil investigadores y ahora somos 28 mil; sin embargo, en los tres últimos sexenios Conacyt ha desarrollado una parafernalia que nos agobia, con sus claroscuros, y seguimos en un PIB a ciencia de menos de 0.5, y los investigadores nos quintuplicamos además en un sistema de evaluación individualista, que coloquialmente lo llamamos Publish or Perish.

Los investigadores sabemos cooperar, pero este aparato nos ha llevado a competir entre nosotros y no siempre de manera limpia. En el portal del Conacyt aparecen convocatorias en las que miles de proyectos son presentados y sólo una ínfima parte son aprobados y financiados. La gran mayoría de los investigadores conservamos cartas donde el Conacyt nos informa, “su proyecto quedó aprobado pero por falta de fondo no podrá ser financiado, lo invitamos a que siga participando”.

Este año contaré mi historia del “10 que no fue 10”. Presenté proyecto a Ciencia básica como continuación de un proyecto sobre cambio climático aprobado y concluido en 2017. Siete meses después recibí una carta del Conacyt donde dice “Lamento informarle que su propuesta fue retirada del proceso de evaluación por tener más de diez cuartillas. Agradecemos su participación y esperamos siga participando”. Claro que vamos a seguir participando, los investigadores de este país somos gente todo terreno, hemos aprendido a nadar contracorriente. Pero lo anterior es el reflejo de los pocos recursos destinados a la Ciencia en México y de la voracidad que hay por éstos.

[b]Cambio de paradigmas[/b]

Ahora nos tocará presentar propuestas en un Consejo que ha anunciado cambiar paradigmas neoliberales, vigentes por casi tres décadas, donde se ha planteado más que trabajar con competencia entre grupos, e incluso deslealtades, construir ambientes de hacer ciencia con una verdadera cooperación solidaria donde el conjunto de nuestro qué hacer científico cotidiano contribuya a resolver los problemas nacionales, bajo un sistema con hacer ciencia solidaria, sustentable y con equidad.

En septiembre leímos el comunicado que la doctora Álvarez-Buylla Roces, próxima directora del Conacyt, envió al doctor Enrique Cabrero (director saliente), donde le solicitaba que no se emitieran más convocatorias que pudieran comprometer recursos. Esa postura precautoria me pareció muy acertada, a fin de evitar más cartas del estilo “su proyecto fue aprobado pero no hay recursos”, o la del “diez que no fue diez”.

*Premio Nacional de Medio Ambiente Investigadora del Cinvestav IPN, Unidad Mérida

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