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Felipe Escalante Tió
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 22 de noviembre, 2018

Beatriz Gutiérrez Müller rechazó el papel de “primera dama”, tradicionalmente asignado a la esposa de un Presidente. Como una señal de nuevos tiempos, caracterizados por un cambio en el modelo de familia en la que el hombre puede figurar como quien trabaja fuera de casa o tiene una responsabilidad pública, mientras la mujer carga con las tareas domésticas, verla en la academia, distanciada de la administración pública, mientras Andrés Manuel López Obrador ejerce el Poder Ejecutivo, resulta una decisión interesante, incluso aplaudible.

La tentación de ser “pareja presidencial” parece imponerse tras el anuncio de la creación de un consejo asesor de la memoria histórica, cuya presidente honoraria será precisamente doña Beatriz.

Es cierto, el anuncio resalta que ella no recibirá estipendio alguno por el cargo; sin embargo, jala los reflectores hacia su persona y hacia la relación que se tenga con el catedrático Eduardo Villegas Megías, quien será el coordinador del organismo, y qué es lo que consejo y coordinación entenderán por memoria histórica.

El peligro de no definir esto último es que quedará al arbitrio de la Presidencia de la República lo que se considerará digno de ser conservado. El riesgo está en creer que existe una sola memoria, cuando en realidad ésta es diversa y cambiante. El retiro de placas ubicadas en las estaciones del Metro porque en ellas aparece el nombre del ex presidente Gustavo Díaz Ordaz es una alerta de lo que la nueva administración podría entender por memoria, y bajo esa óptica perdemos todos los mexicanos, porque la memoria nunca es políticamente correcta.

La nota publicada en [i]La Jornada Maya[/i] (21 de noviembre de 2018, página 30), advierte que el gobierno de López Obrador, según él mismo, buscará recuperar archivos y bibliotecas particulares vendidas a universidades de Estados Unidos, como la del ex gobernador de Tabasco Francisco Santamaría o la de Gabriel García Márquez. Si a esas vamos, bien pudo anunciar que buscará recuperar el llamado penacho de Moctezuma.

Detrás de la salida de archivos, bibliotecas y colecciones de obras de arte hacia instituciones extranjeras está la percepción de que en México no existen instituciones lo suficientemente fuertes que garanticen su conservación. Cuando se ha estado en contacto con archivos históricos cuyas estanterías están completamente ocupadas, sus paredes húmedas, es posible entender el ánimo de quienes entregaron sus colecciones.

En este momento se requiere de acciones para que los archivos sean instituciones fuertes, no las mazmorras a donde se destina al personal indeseable. Se necesita igualmente apoyar a los archivos privados que están buscando la manera de conectar con los investigadores. La urgencia es conformar la gran memoria de México, esa en la que estemos representados todos, y esto sucederá cuando tengamos conciencia del valor de los archivos y dejen de escucharse historias de rescates de documentos cuyo principio es “abrimos una bodega a la que se le había desplomado el techo y entonces encontramos montones de papeles revueltos…”.

Por el momento, aplaudo la participación de Carlos Slim. Cuando habla de digitalización, sabe de la importancia del Centro de Estudios de Historia de México Carso, auspiciado por su fundación, el cual es posible consultar a través de Internet, para beneficio de muchos investigadores.

De mi parte, le dejo dos tareas a la coordinación y al consejo: la primera, convertirse en el órgano garante del cumplimiento de la nueva Ley General de Archivos, especialmente en lo referente a que estos espacios tengan las condiciones que garanticen la conservación de la documentación pública y se cuente con personal capacitado en ellos, y el salario de estas personas sea acorde a su preparación y responsabilidad, que finalmente es preservar la memoria documental de México. La segunda, crear una gran plataforma virtual de la memoria, semejante al Portal de Archivos Españoles (PARES), que ponga a disposición del mundo libros, documentos, publicaciones periódicas, fotografías, obras de arte y películas versadas sobre México.

Una memoria histórica reconocida desde arriba, institucionalizada, es el primer ingrediente para regresar a una historia de bronce. Para una memoria plural se necesita, más que recuperar bibliotecas del extranjero, poner a salvo la documentación que se encuentra en nuestros archivos, bibliotecas, hemerotecas y demás instancias.

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