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del

Margarito Molina
Foto: Cortesía
La Jornada Maya

Miércoles 14 de noviembre, 2018

“El hombre es la criatura más libre que conozco… Lástima que
siempre lo encuentre encadenado”. Federico Nietzsche.

No es mi intención contradecir los efectos que tiene la mariguana en la salud pública, pero considero que no se puede seguir simulando o soslayando los efectos que tiene en otros ámbitos, y que es necesario hacer algunos cambios.

Todo indica que es nocivo para la salud consumir, fumar mariguana. Los estudios científicos, los informes de organismos y los reportes médicos así lo muestran. No encontré ningún artículo especializado sobre el tema que mencione aspectos positivos derivados de inhalar el componente tetrahidrocannabinol de la cannabis.

En otras formas de relación, terapéuticamente, la mariguana ha tenido resultados beneficiosos para casos de epilepsia, asma, insomnio, efectos de la quimioterapia y de la esclerosis múltiple, además de la artritis reumática, señalan algunos especialistas. Fuera de esto, los efectos negativos son: euforia transitoria, alucinaciones, despersonalización y psicosis; disparo de problemas mentales como la ansiedad y la depresión; riesgos en la madurez cerebral y el desarrollo cognitivo e intelectual; problemas de conducta y rendimiento escolar en los adolescentes y, sobre todo, adicción.

También socialmente se tienen argumentos de que el tema de la mariguana afecta las relaciones familiares e impacta en las condiciones y calidad de vida de comunidades.

Aceptar estos datos sobre los efectos en la salud que produce esta droga dificulta cualquier argumento en contra y nulificaría el sentido de una posible reforma en el Congreso. Estaríamos de acuerdo en firmar un documento que termine con cualquier intención de desregular el consumo de la cannabis, pero no es así. Existen otros temas relacionados que hacen difícil el llegar a una postura única y absoluta.

No se le puede relacionar únicamente con el tema de la Salud, también están los temas de la libertad y los derechos de los individuos en sus decisiones, y especialmente los efectos violentos que ha dejado en la sociedad el combate a las drogas.

En México, del 2006 al 2012, la cifra de muertos por la lucha contra la delincuencia organizada, vinculada al narcotráfico, fue, según datos oficiales, de 70 mil decesos: cantidad superior al total de soldados norteamericanos muertos en la guerra de Vietnam.

Todo indica que la política prohibicionista respecto al consumo de la mariguana no ha dado buenos resultados y que ha fracasado.

[b]¿Qué tendría que cambiar?[/b]

En el aspecto jurídico, el derecho penal debe flexibilizarse para que el derecho a la salud no quede subordinado en aras de un orden público que hoy es inestable. No se debe abandonar la obligación constitucional del Estado respecto al derecho a la salud, pero no se puede ignorar la facultad que se tiene para ser flexible ante la realidad social.

Se debe seguir previniendo, informando y educando a los niños y jóvenes sobre el daño que causan las drogas. Esta es una obligación del Estado. Para ello, se debe invertir en el sector educativo para prevenir a la infancia y a la adolescencia; otorgar mayor relevancia y apoyo al Consejo Nacional contra las Adicciones; y realizar campañas constantes de sensibilización sobre los daños y riesgos que trae su consumo.

Así como el tabaco y el alcohol tienen una regulación, una posible resolución sobre el consumo de la cannabis podría tener un tratamiento diferenciado de los anteriores dos elementos que también pueden ser adictivos. El objetivo sería evitar riesgos al consumidor con lo ilegal y con la violencia.

Por un lado, se debe permitir el uso recreativo y medicinal de la mariguana bajo ciertas condiciones, pero sí permitir que los consumidores siembren, cosechen, posean y hagan uso personal de su propio producto en determinadas cantidades; que esta actividad se permita en personas mayores de 21 años; y que la actividad esté registrada y autorizada por las autoridades de salud y judicial.

Debemos, con esta posible regulación sobre la producción y uso de la mariguana, pensar en el individuo, en sus derechos y en su libertad, y no solamente tener a la libertad como poder, ni la libertad jurídica, sino la libertad como la posibilidad de tener alternativas y, como señalara Emanuel Kant, de tener la capacidad que tenemos los seres racionales para determinarnos; en otras palabras, tener autonomía en nuestra voluntad.

[b]Pros y contras[/b]

No se ignora la gran cantidad de contras y suposiciones en la posible legalización en la producción y uso de la mariguana, que estimularía el acceso y el consumo, que se abandonaría el mensaje de los riesgos que conlleva a la salud y que se transformaría en la señal para el libre acceso para otro tipo de drogas.

Pero también hay pros y suposiciones: se disminuiría los volúmenes de narcotráfico y de muertes violentas, se protegerían los derechos humanos y la libertad de elegir, se incrementarían las investigaciones sobre el efecto de las drogas y, como señala el estudio de Sofía Hernández y Julio Sotelo (“Argumentos para el debate sobre la legalización de la marihuana en México”: 2013), en la jurisprudencia se atendería el principio del Mal Menor ante el Mal Mayor del crimen y la violencia.

Finalmente recordemos frases y recomendaciones de aquella entrevista a Milton Fridman, líder de la llamada escuela económica de Chicago y Premio Nobel de Economía:

“Es adictivo, pero entiendo, a partir de la evidencia médica, que no lo es más que otras drogas. De hecho todo el mundo está de acuerdo en que la droga más adictiva es el tabaco”.

“El papel apropiado del gobierno sería exactamente el que dijo John Stuart Mill en el siglo XIX en Sobre la libertad. El papel adecuado del gobierno sería evitar que otra gente dañe a una persona. El gobierno, dijo, no tiene nunca derecho a inmiscuirse en la vida de una persona por el propio bien de esa persona”.

“El caso de la prohibición de las drogas es exactamente el mismo que prohibir a la gente comer más de lo debido. Sabemos que el sobrepeso causa más muertes que las drogas. Si en principio está bien que el gobierno diga que no debemos consumir drogas porque nos pueden dañar, ¿por qué no sería correcto que nos diga que no debemos comer demasiado porque nos puede dañar?”.

“Aquí tenemos a alguien que quiere fumar un cigarrillo de marihuana. Si le pillan, va a la cárcel. ¿Es eso moral? ¿Es adecuado? Creo que es una auténtica desgracia que nuestro gobierno, que se supone que es nuestro, pueda estar en situación de convertir en criminales a gente que no daña a otros, de destruir sus vidas mandándolos a la cárcel”.

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