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Ricardo López Santillán*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 6 de noviembre, 2018

Los medios de comunicación masiva, principalmente los electrónicos, pero también la prensa escrita, a menudo nos bombardean con información apresurada o poco detallada, descontextualizada, en el mejor de los casos. Éstos suelen “hacer de una golondrina un verano” al referirnos sobre algún evento que podría aproximarnos a alguna catástrofe ambiental o financiera o al relatarnos la historia de un personaje cualquiera, dándole tratamiento, no de excepción, sino de norma; como si fuera un caso representativo, cuando en realidad es, más bien, un asunto anómalo. Para esto último, por ejemplo, se refiere la situación del abogado que maneja un taxi, del estudiante de maestría en ciencias que es repartidor en alguna plataforma electrónica o del posdoctorante en humanidades que se volvió empresario porque la academia no lo reclutó. Creo, incluso, que con estas verdades a medias se tiende a predestinar a los estudiantes de bachillerato cuando se insiste que “no hay chamba” o que no hay muchas ventajas en estudiar, sea a nivel técnico o de licenciatura. Con esas aseveraciones del tipo “pa qué estudias, mejor ponte a hacer otra cosa” sólo abonamos a la profecía autocumplida de los [i]ninis[/i]. Al mostrar un panorama tan adverso desmotivamos a los jóvenes al punto que no continúan sus estudios porque el miedo al futuro los paraliza. Es así como, tal como advierte esa profecía que se cumple a sí misma, la juventud se vuelve presa fácil de todo aquello que está fuera de los cánones escolares o laborales.

La Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares (ENIGH, 2016), que elabora el INEGI, nos confirma que tener más estudios se traduce en mejores ingresos y, por ende, en mayor capacidad de gasto; contrario a lo que el “sentido común” supone, insisto, muchas veces por el tratamiento mediático que se le da al asunto. El desafío está, justamente en encontrar trabajo; pero si se tiene, claramente los profesionistas están mejor pagados que los que no lo son, y los que tienen posgrado, superan en ingresos a los que no lo tienen.

Habrá excepciones, claro está, pero los datos nos confirman la norma. Según la fuente referida, a nivel nacional, el ingreso medio trimestral por hogar es de 17 mil 552. Para los que cuentan con educación superior, el monto de ingreso de los hogares asciende casi a los 33 mil, y para los que cuentan con posgrado, hasta 66 mil al trimestre. Esto es una media y refiere al país entero, pero deja claro que un hogar con posgrado duplica en ingresos al que no lo tiene, y un hogar con estudios superiores casi duplica al hogar que no cuenta con ellos.

Ciertamente ni los salarios de los posgraduados son como para echar las campanas al vuelo, pero si un hogar es de cuatro miembros, en el caso de aquellos que no cuentan con educación, la situación es crítica: se vive con mil 462 pesos per cápita al mes. En el caso de los profesionistas, se vive con poco menos de 3 mil pesos per cápita al mes, mientras que el monto para los posgraduados es de 5 mil 552. La ecuación a nivel hogar también cambia porque, a menudo, la natalidad es mayor en los hogares sin estudios y los hogares de gente con posgrado ni siquiera llegan a 4 miembros. Suena a programa de población de los años ochenta, pero la familia pequeña (y más escolarizada) vive mejor, mucho mejor, pues, aunque no sean salarios equiparables a los de los profesionistas del mundo desarrollado, al menos dispone de mucha más capacidad de gasto global y [i]per cápita[/i].

[b]Ciudad de México, la mejor perspectiva[/b]

Los hogares sin estudios superiores con mayores ingresos se encuentran en Baja California y Nuevo León, y los mejor pagados en Ciudad de México. Ya con estudios superiores, los hogares con mejores ingresos están en los mismos estados. El mapa de los salarios privilegiados cambia en lo que respecta a los ingresos de hogares con posgrado: Querétaro, Baja California son tercer y segundo lugar nacional, respectivamente, y mejor pagados aún, son los posgraduados en Zacatecas.

El otro lado de la moneda, el de los hogares con menores ingresos sin educación superior, se encuentran en Oaxaca y Guerrero, pero el estado con peor indicador es Chiapas. En cuanto a los hogares con educación superior, los profesionistas que logran los menores ingresos para su núcleo doméstico están en Oaxaca y Tlaxcala, y los de los salarios más castigados, otra vez, están en Chiapas. Los peor recompensados están en los estados de Michoacán, Durango y Guerrero, éste último es el que menos paga a sus posgraduados. En Yucatán, las cifras son como sigue: un hogar sin grado gana casi 15 mil pesos al trimestre, un hogar con grado 27 mil pesos, y un hogar con posgrado 64 mil pesos en el mismo periodo. Estamos, como en muchos rubros, debajo de la media nacional.

Debo agregar a estas notas algo que no capta la Encuesta referida, ni para Yucatán ni para el resto del país, y es lo que respecta a aspectos cualitativos del empleo. Con ello me refiero a las condiciones físicas, de infraestructura, de socialización, de prestaciones y demás aspectos que probablemente no se vea en el depósito de nómina, pero que hacen una diferencia abismal entre los que tienen estudios y los que no lo tienen, específicamente en cuanto a las condiciones laborales en las que se desarrolla el quehacer cotidiano, incluido el confort del que se goza en el lugar de trabajo. Piense en la enorme diferencia entre trabajar en el trópico con o sin aire acondicionado, bajo techo o a cielo abierto a pleno rayo de sol. Ya ni qué decir de lo creativo o repetitivo, vivificante o frustrante que una labor cotidiana pueda ser con todas las recompensas subjetivas que ello conlleva, incluido el trato que recibe de sus superiores.

[b]¿Aeropuerto o universidades?[/b]

Por ello, cualquier esfuerzo de política pública orientado a fomentar los estudios superiores y los posgrados, o bien, encaminado a abrir más universidades, es muy loable y debería recibir apoyo incondicional de la sociedad en su conjunto. Mucho se habla ahora de la cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México en Texcoco. Eso, créanmelo, contrario a todo lo que se diga, no va a reconfigurar al país; la educación superior sí. Pongo mi ejemplo favorito: uno de los cambios socioculturales más importantes para nuestra nación se dieron entre los años 1970-2000 con la numerosa llegada de mujeres a los estudios técnicos y universitarios y, por ende, al mercado laboral de profesionistas de clase media.

Para concluir, quiero enfatizar que la prensa, mareada por algunos acontecimientos, no ha dado el seguimiento que se merece a la propuesta que hizo el responsable del próximo gobierno federal quien anunció que la doctora Raquel Sosa se encargaría de abrir las universidades que el país requiere para formar más profesionistas. Las universidades y los posgrados, insisto, sí van a cambiar este país y a su gente, ya lo han hecho; más que los aeropuertos. Espero que no haya muchas trabas burocráticas o presupuestales para que se abran muchas más universidades. Eso irá elevando paulatinamente no sólo el ingreso-gasto de los hogares, también la calidad de vida de la gente de este país, pero también el PIB ¿les suenan los socorridos ejemplos de Noruega o el de Corea del Sur?.

*investigador de la UNAM adscrito al CEPHCIS

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