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Francisco J. Hernández y Puente
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Jueves 1 de noviembre, 2018

El presidente electo validó el lunes los resultados de una cuestionada consulta popular con la que se pensaba que se cancelaría la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México (NAICM). La multimillonaria obra anunciada por el Gobierno de Enrique Peña Nieto en 2014 se acerca a su final, como consecuencia de una decisión que marcará el inicio de la nueva administración que tomará posesión en unos días.

Muchos han sido los cuestionamientos a la consulta, calificada como un montaje para justificar una decisión que ya había sido tomada, “una vacilada”, “un ejercicio de manipulación política”, ”sin validez alguna”, que sólo generará desconfianza e incertidumbre para los inversionistas, aunque otros la defendieron, en particular, los encargados de organizar el ejercicio de participación ciudadana.

[b]Reacciones del mercado[/b]

Tras el anuncio de la cancelación de la construcción del NAICM vinieron las reacciones del mercado. Los especialistas ya habían adelantado sus pronósticos en los medios. La gran mayoría de la comentocracia, como les llama Jorge Castañeda, utilizando de nuevo el miedo, no se han cansado de señalar los impactos negativos en la confianza y la certidumbre para los inversionistas. “Si se cancela Texcoco, vendrá la debacle de los mercados”, han dicho casi en coro. Se nota con creces que han asimilado el pensamiento neoliberal que ha dominado en México durante los últimos 35 años.

Y sí, el peso y la bolsa mexicana de valores perdieron 3.6 y 4.2 por ciento respectivamente. Ciertamente la caída más pronunciada desde la de noviembre de 2016, cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos. El mismo lunes, el Banco de México informó que el dólar interbancario cerró en 20.06 unidades, su mayor nivel desde el pasado 27 de junio, previo a las elecciones presidenciales. El martes llegó a 20.55, ¡nada extraordinario!, pero los comentarios de los analistas no han cesado, ni cesarán; insisten en que puede venir una catástrofe, incluso uno se atrevió a titular su columna: “Comienza la demolición del México moderno”.

A pocas horas después de anunciarse el resultado de la consulta -UBS, el banco de inversión suizo-, envió un informe a sus clientes, en el que señalaba que “el mercado reaccionará probablemente en forma negativa, ya que esta decisión desafía el Estado de derecho en México. El sentimiento del mercado sigue arrastrando los efectos de la perspectiva negativa de Pemex y la posibilidad de que las agencias calificadoras revisen el rating de la deuda soberana. Dada la alta sensibilidad a la aversión de riesgo de los inversionistas, el peso y el mercado de renta variable podrían estar bajo presión durante los próximos días”.

Hasta aquí, normal el anuncio del banco suizo, pero enseguida remataba su informe diciendo: “Nuestra perspectiva para México sigue cautelosa. Vemos el potencial de un referéndum público como una vía válida para que constitucionalmente se refuercen cambios en el futuro, incluida la posibilidad de extender el mandato presidencial de seis años. El uso de las reservas en el Banco de México podría ser sujeto también a la elección de la gente”. ¡El colmo de los excesos de un banco que prevé la reelección de un gobernante antes de que éste tome el poder! El neoliberalismo en su máxima expresión pone en alerta a sus clientes.

Despejado un poco el barullo del inicio de semana, a la fecha está claro que la caída del tipo de cambio no obedece sólo a la decisión tomada, la misma, se origina también en la reciente fortaleza que el dólar ha adquirido prácticamente frente a todas las monedas del mundo, por el buen desempeño de la economía de Estados Unidos y al retroceso de los precios del petróleo en los mercados internacionales. La moneda mexicana igualmente se ha visto afectada por una mayor demanda de billetes verdes como activo de refugio ante preocupaciones en torno al crecimiento económico global, y hasta por factores de carácter geopolítico. Es probable que la inestabilidad cambiaría se mantenga en medio de un escenario de fin de sexenio, que se da en un contexto internacional que no abona a la calma.

[b]Mensaje de tranquilidad[/b]

El lunes, AMLO envió un mensaje de tranquilidad a los inversionistas. “Hay fondos que respaldan los compromisos en contratos e inversiones. Existe el aval a nuestra palabra de atender a cualquier reclamación de las empresas”. El presidente electo ofreció inclusive que los contratistas en Texcoco puedan trasladar sus trabajos a la obra de Santa Lucía, que estará lista para el 2021.

Con todo, de acuerdo con lo que ha señalado el propio presidente electo, la decisión significa una toma de distancia con los grupos empresariales más importantes de México, quienes habían solicitado públicamente seguir con la obra que se hace en el municipio de Texcoco. “Se acabó el predominio de una minoría y la vinculación del poder económico y el poder político. El Gobierno representa a todos”, dijo López Obrador el lunes por la tarde. Así, prácticamente echó por tierra la obra faraónica, cuyos contratos fueron asignados en procesos oscuros para beneficiar a los grupos consentidos del gobierno de Peña Nieto.

A unos días de la toma de protesta del nuevo presidente y ante una decisión que marcará el inicio de su administración, es claro que lo que preocupa a los empresarios, a los inversionistas, a los poderes fácticos, no es el tema del NAICM, sino que la Cuarta Transformación sea la conversión de la democracia electoral, que ya alcanzamos, en una democracia participativa, y en un México incluyente. Eso es justamente lo que incomoda a muchos, y no sólo a los empresarios.

Se trata de una nueva realidad que marcará el rumbo en los días por venir, se trata de un nuevo líder político al que hemos hecho presidente de México, que no piensa como tecnócrata ni como neoliberal, que logró concentrar el enojo de la población contra la corrupción, la inseguridad y la desigualdad, que ahora puede tomar decisiones porque concentra el poder con la legitimidad que le da el respaldo de una elección que ganó mayoritariamente. Esto implica la necesidad de desmontar gradualmente la estructura institucional que ha funcionado en México en las últimas décadas, que definía la relación entre el poder público y el económico, y que se había convertido en el capitalismo de cuates. Estamos ante un cambio de régimen, no de gobierno, seguramente en un ambiente de inestabilidad.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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