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del

Hugo Martoccia
Foto: Captura de vídeo
La Jornada Maya

Lunes 17 de septiembre, 2018

Ya se ha dicho varias veces, pero el concepto parece que no sólo se reafirma, sino que se potencia cada día: Morena Quintana Roo no encuentra aún su rumbo ideológico ni su organización práctica. Es un partido con tantas corrientes de pensamiento y de acción, que a la larga parece no ser nada.

En este mismo espacio se ha expresado de esa manera: la distancia entre Morena QR y Andrés Manuel Lopez Obrador es muy grande. Pero ahora, con el poder inmiscuido entre sus partes, esa distancia se ha hecho aún mayor.

A 75 días de las elecciones y a 15 días de que sus alcaldes electos asuman el poder, el partido aún no ha mostrado definiciones, rumbo ni un libreto ideológico y práctico de lo que será.

Quizá una serie de preguntas simples expliquen con claridad lo que se quiere dar a entender.

¿Quién representa lo que significa Morena QR? ¿Ricardo Velazco o el ex priísta José Luis Pech? ¿La borgista de ocasión Marybel Villegas o la barzonista Patricia Palma? ¿[i]Mara[/i] Lezama, Laura Beristain o Hernán Pastrana? ¿Adriana Teissier, Mildred Avila, o la verde ecologista Patricia Peralta de la Peña?

O vamos a los hechos. Morena QR ¿quiere o no quiere la ampliación de la concesión del transporte público de Cancún? ¿Tomará alguna decisión con Aguakan? ¿Que hará con los millonarios contratos de la prensa?

Hay que ser claros; en Morena nacional a veces sucede algo parecido. Pero allí todas esas expresiones contradictorias caben bajo el paraguas de AMLO. Morena es AMLO, así de simple. El movimiento empieza y termina en AMLO, y AMLO es un hombre de definiciones, gusten o no.

Hay quienes no se hacen demasiado problema y responden a estas preguntas de un modo simple. Esperemos que el partido en el estado se asiente en el poder, y allí quedará claro hacia dónde va, dicen.

En parte es cierto. Pero también lo es que el poder tiene un proceso transitivo que comenzó el pasado 1 de julio, que ya está en marcha, y requiere de posturas claras y decisiones. Nada de eso ha sucedido aún en Quintana Roo.

[b]De concesiones y cosas peores[/b]

Quizá no hubo un tema que dejara más de manifiesto esa confusión en Morena, que la polémica ampliación de la concesión para los transportistas públicos en Cancún.

Hubo no menos de cuatro expresiones diferentes del morenismo en el tema, unos a favor y otros en contra. Quedó flotando la idea, también, de que fue una operación política fallida.

Para nadie hubiese sido una sorpresa si esa ampliación de concesión fuese un acuerdo cerrado entre Remberto Estrada y Mara Lezama para quitarle algún costo político a la alcaldesa electa. Esas cosas suceden todo el tiempo.

“Si así fue, se opero muy mal, y después les dio pánico que el tema les explotó en los medios”, explica un priista que ha transitado varías administraciones y conoce todos los precios de los costos políticos.

El resultado fue una extraña huida de morenistas hacia cualquier parte. Lo peor es que ahora muchos instalaron la idea de que la ampliación de la concesión es mala. Entonces, uno de los primeros actos de gobierno de Mara Lezama tendrá costos políticos suceda lo que suceda. Es evidente que todo se descontroló.

Para colmo, en el trasfondo de todo esto aparecen los acuerdos, locales y nacionales, de Morena con el Verde Ecologista.

Casi es imposible imaginarse una alianza menos digerible para la sociedad. Nacionalmente, la utilidad práctica del acuerdo tiene una relación de costos y beneficios muy diferente a lo que sucede en este estado.

En Quintana Roo, no hay un aporte real ni simbólico que el Verde le puede hacer a la causa de Morena. Es, para que se entienda, tan solo una alianza inexplicable.

[b]Tres alcaldes, muchos problemas y una elección[/b]

Mara Lezama parece haber entendido que cada día que aparece en los medios, debe pagar algún costo político. Así es Cancún; no es un destino político amigable actualmente. Parece que diera mucho poder, pero a la vez quita todo lo demás.

Entre lo que les ha quitado a quienes pasaron por allí, está su futuro político; nada más ni nada menos.

Alguna vez el alcalde Remberto Estada se sinceró ante un grupo de personas: “No importa lo que se haga, si esta bien o mal; todo son críticas”, dijo.

Algo de razón tiene. Un ejemplo muy claro es el de los pares viales. La medida generó una polémica enorme y una lluvia de críticas. La realidad, sin embargo, es que hoy cualquiera puede ver que ha tenido un efecto benéfico en el tránsito vehicular del primer cuadro de la ciudad. Pero el impacto negativo ya sucedió.

Los otros dos alcaldes electos de Morena no pasan mejores horas. La alcaldesa electa de Solidaridad, Laura Beristain, ha decidido refugiarse tras los lugares comunes de la campaña. El de Othón Pompeyo Blanco, Hernán Pastrana, sólo puede ir pensando en las excusas.

Es lógico; es quien recibe la administración más complicada de todas. Ahogada de problemas financieros, sin gran capacidad de recaudación, con deudas de corto plazo casi impagables, y con un profundo desorden en la utilización de los recursos públicos.

Ese cóctel explosivo tiene el peor aliado posible: quizá no hay municipio en el estado donde las expectativas estén tan lejanas de la realidad posible.

Entre esos tres alcaldes gobernarán casi el 80 por ciento de los habitantes del estado. Y también 13 distritos electorales.

Este último dato no es menor. La elección de junio de 2019 es la que hoy desvela a todo el mundo. Se peleará, nada más y nada menos, que el control del Congreso del estado.

Y tendrá un trasfondo peligroso. Guste o no, será un test electoral para todos los nuevos alcaldes, y otro test para el Gobierno estatal. Será una elección de grandes ganadores, y también de grandes perdedores.

[b]Los riesgos de la transición[/b]

Hay quien dice que los alcaldes electos de Morena están en un proceso de “pánico escénico”. No sería ilógico, por supuesto. Una cosa es la campaña y las promesas, y otra muy distinta es que el peso del poder se comience a asentar en los hombros propios.

El ejercicio del poder exige la toma constante de decisiones. La decisión que no se toma va generando una bola de nieve que en un momento es imparable. En este momento, pareciera que se está retrasando lo máximo posible la toma de decisiones.

Pero esto conlleva un riesgo. Ya se dijo, el ejercicio del poder incluye un proceso transitivo que es imparable; simplemente sucede. Donde no encuentre una respuesta o una decisión, se generan decenas de opciones diferentes.

Esa indefinición, si persiste, puede conducir a la ausencia de autoridad, a la desorientación de los actores políticos; o, en un extremo, a un vacío temporal de poder.

Y no hay peor noticia para un proceso que está por iniciar, que se ponga en duda la autoridad, las convicciones, o la capacidad de liderazgo de quien lo conduce.

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