Felipe Escalante Ceballos
Foto: Felipe Escalante Ceballos
La Jornada Maya
Martes 11 de septiembre, 2018
Otro suceso ocurrido en el bufete del licenciado Julio Mejía Salazar se debió al poco cuidado que tuvo él ante la presencia de la policía, pero el asunto se resolvió rápidamente gracias a la agudeza mental de don Julio. Para mí fue una enseñanza más de ese abogado fuera de serie.
Frente al despacho del jurisconsulto comenzó a funcionar un restaurante modesto que laboraba hasta altas horas de la noche. Tras un par de años de funcionamiento, el propietario, que era de edad avanzada, vendió el local y se retiró de la vida activa.
El nuevo propietario, que también administraba varios tugurios en la avenida Jacinto Canek, conservó el aspecto del sitio, pero amplió su horario de servicio hasta la madrugada. El lugar era ahora un expendio de bebidas alcohólicas de baja calidad, frecuentado por personas de similar catadura a las que formaban la clientela de los locales de la avenida Canek.
Para asombro nuestro, el negocio funcionaba sin ser molestado por los guardianes del orden, a pesar de que con frecuencia veíamos pasar a distintos vehículos empleados para patrullar la ciudad, sin que se detuvieran en el antro.
Cierta noche en que el abogado Mejía y yo nos quedamos a trabajar hasta después de las doce, o sea, ya eran los primeros minutos del día siguiente, al abrir la puerta del despacho para retirarnos a nuestros automóviles vimos una patrulla detenerse a las puertas del “restaurante” de enfrente. Del lugar salió un hombre con una bolsa de papel de estraza que entregó a uno los policías que hacía de copiloto, mientras el otro permanecía al volante.
Al ver aquello, don Julio me dijo en un tono de voz un tanto alto, dado mi problema auditivo: “Vinieron a buscar su mordida”.
Inmediatamente el policía que conducía la patrulla reclamó al licenciado Mejía:
-¡¿Qué dijo usted?!
-Nada, nada. ¡Pensé en voz alta! –respondió el abogado Mejía.
-Ah, bueno –dijo el policía y puso en marcha el vehículo, sin insistir en el asunto.
-¡Uff! Pilo, en buen lío me iba a meter por hablador.
-Mejor nos vamos de aquí, licenciado, antes de que regresen los policías.
Y uniendo la acción a la palabra, rauda y velozmente nos retiramos del despacho.
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