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del

Pedro Bracamonte y Sosa*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Domingo 9 de septiembre, 2018

A los 80 años y habiendo ganado en buena ley ser diputado federal por el tercer distrito electoral, por el partido Morena, camarada Roger, tu cuerpo se apagó en pocos días. Hoy, muchos de tus compañeros del erróneamente desaparecido Partido Comunista Mexicano (PCM) y otros muchos, de todas tus luchas, nos hemos unido al saber la crisis de salud que padeciste. No somos pocos los que rememoramos la añeja vida juvenil a tu lado cantando con orgullo nuestro himno: La Internacional, muchas veces entonado por la mano diestra de otro gran comunista, el profesor Juan Alberto Bermejo Suaste. ¿Sabes?, no le dejas poco al país y a los despojados y a los pobres a los que dedicaste todos tus esfuerzos y anhelos, y la gran enseñanza de rectitud y de ética que nos legaste a quienes te acompañamos durante años de militancia en contra de la explotación y el saqueo. De lo material dejas nada más y solamente lo que trabajaste como maestro. Nunca te vendiste a ricachones y gobiernos; nunca te rendiste ante la adversidad, y seguiste siempre de pie, entero, en la lucha social por los desamparados. Ahí están los otros, los que alguna vez dijeron estar con los pobres y que desde hace tiempo medran de los lujos de la partidocracia: esos, los tránsfugas interesados por las delicias del poder, los que arriaron la bandera de socialismo para enarbolar la corbata manchada del desayuno de la ansiedad por el dinero de la corrupción. Tu plumaje, amigo Roger, nunca fue de esos y es uno de los grandes méritos que te llevaste a donde ya sé que estás.

Naciste en una familia pobre y en algún momento, no sé cuándo, te uniste a las filas del Partido Comunista. Te conocí de lejos en el movimiento de 1974 por el asesinato de Efraín Calderón Lara, perpetrado por el infame gobernador Carlos Loret de Mola y su policía. Dos años después me uní a ese partido y pude conocer de tu liderazgo y de tu ejemplo como el hombre recto que siempre fuiste. Algunos de tus consejos, de cuando era estudiante de economía, los recuerdo siempre: “estudia mucho”, “no bebas”, “aplica el análisis concreto de la realidad concreta”. Quizá alguno de ellos no lo he aplicado del todo. Y ahora recuerdo que en una de nuestras últimas pláticas me dijiste que en tu campaña electoral para ser diputado uninominal se habrían gastado, a lo más, unos 100 mil pesos, que si los comparamos con los más de 75 mil votos a tu favor es más que evidente que las campañas caminando y visitando casa por casa resultan más efectivas, y de muy bajo costo. He de decirte como anécdota que un canallita de la radio se atrevió a difundir que eras un candidato fantasma, seguramente porque no hiciste alharaca ni pagos onerosos a los medios. Perdónalo ¡Pobre, es un chayotero! Que importa. A muchos nos consta tu enorme esfuerzo durante tres meses en los que día a día caminabas con tu equipo por las colonias del sur de Mérida y las comisarías, incluidos los domingos, y que asimismo estabas en la Plaza Grande de Mérida para difundir tus, nuestras, ideas. Algunas veces te acompañé. No las suficientes. Me, nos, duele tu partida, camarada. Pero puedo decirte que tu ejemplo como comunista y demócrata ha dejado un inmenso ejemplo de congruencia libertaria.

Si te escribo en primera persona, Roger, es porque estoy absolutamente seguro que podrás leer esta carta de amistad, porque sé dónde estás. Tu nueva dirección me la adelantó Mirna, tu esposa y compañera -católica practicante- de toda tu vida. Fue el último domingo que te asistí por la mañana, bajo el sol abrasador, a recorrer algunas calles de la colonia popular Emiliano Zapata Sur III, en Mérida, con tu entusiasta brigada electoral, a cuyos miembros sólo les podías ofrecer agua fresca y poquito dinero para los pasajes y algún alimento. ¡Qué diferencia, compañero, con nuestros adversarios que acostumbran derrochar recursos públicos robados y usar helicópteros y camionetas de lujo y dinero líquido para comprar votos! ¡Y perdieron!

Lo verdaderamente importante es que recuerdo cada palabra de Mirna aunque no las podré repetir ni con la secuencia ni con la emoción y el sentimiento que la embargaban. La primera fue cuando me dijo: “ese Roger cree que no va a llegar al cielo porque no cree mucho en Dios. No sabe que el primero que va a llegar es él porque se ha dedicado siempre a luchar por los pobres; y ahí nos vamos a reunir”. Entonces, ya sé dónde encontrarte. Lo segundo que me dijo, casi media hora después de tocar puertas y recibir la agradable aquiescencia de los habitantes, fue mucho más determinante y extraordinario y bello. Frase contundente como saeta, como manto protector para ti, como una admiración y amor perpetuo que muy pocos hombres pueden alcanzar a tener. Te señaló con la mano, y expresó la maravillosa oración: “yo, por ese hombre doy la vida”.

Gracias por tus enseñanzas, camarada Roger.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b]*Ex-militante del PCM[/b]


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