de

del

Dalila Aldana Aranda y Victor Castillo *
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Jueves 6 de septiembre, 2018

[i]Diego no conocía la mar. El padre, Santiago lo llevó a descubrirla. [/i]
[i]Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.[/i]
[i]Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el[/i] [i]niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: ¡Ayúdame a mirar! [/i]

[b]Eduardo Galeano[/b]


El biólogo marino Wallace Nichols, en su el libro [i]Blue Mind[/i] escribió que al estar cerca del agua, nuestro cerebro nos indica que “estamos en el lugar correcto”. Sólo ver el agua nos relaja. Nuestro cerebro es capaz de reducir el nivel de estrés cuando miramos paisajes naturales, sobre todo marinos, generando una sensación de bienestar. Las ocupaciones cotidianas terminan agotando nuestros cerebros y el agua es una manera de despejarlo para que funcione mejor. Tener la vista hacia una fuente de agua mejora nuestra atención. El agua y el cielo los vemos azul y sus longitudes de onda tienen una relación con la liberación de neurotransmisores que están asociados con sentimientos de bienestar, según el neurocirujano Vokshoor. Además el sonido de las olas, la suave brisa marina y la arena bajo los pies nos relajan, ya que casi todas las terminaciones nerviosas que controlan nuestras funciones vitales están en ellos.

La arena de las playas se forma por procesos erosivos en los océanos; el agua tarda millones de años en desintegrar conchas y rocas, hasta la formación de partículas de un tamaño de medio milímetro a 2 mm, que corresponde a lo que llamamos “arena”. Su composición puede ser de silicatos (minerales con cuarzo), carbonatos de origen inorgánico o biogénicos, de conchas, corales y todos los esqueletos de organismos marinos que se van fragmentando y llegan a la playa arrastrados por la marea y las olas. Si observamos la arena con un microscopio o con una excelente lupa podemos encontrar diminutos fragmentos de roca, conchas, esqueletos de crustáceos, corales y esponjas, entre otros. A diferencia de los terrígenos, los sedimentos biogénicos se producen in situ, es decir, cerca de la playa a la cual alimentan. Los pedacitos de fragmentos de arena de origen terrígeno tienen una historia geológica y esos han viajado varios cientos, miles de kilómetros antes de estar bajo las plantas de tus pies o entre las manos de los niños que juegan arena.

Una playa es un depósito de sedimentos no consolidados que se extiende desde la base de la duna o el límite donde termina la vegetación hasta una profundidad donde los sedimentos ya no se mueven. Para que se forme una playa, primero debe existir un área que permita la acumulación de sedimentos. Segundo, la acumulación de sedimentos debe ser mayor que la erosión, de lo contrario no habrá una acumulación permanente. Todas las playas de manera natural tienen un ciclo de acreción y erosión; sin embargo, al presentarse factores que afecten esta relación se pueden desencadenar la pérdida de la playa. La playa es una formación geomórfica dinámica, que está en permanente cambio por efecto del oleaje, del clima y la acción del hombre.

Las playas tienen varias secciones, la parte trasera es la región seca que sólo se inunda en las mareas más altas y tormentas. El frente de playa que se extiende del nivel de bajamar hasta el límite de la acción de las olas en el fondo marino y las terrazas denominadas bermas que es el área donde el frente de playa se encuentra con la playa trasera, se reconocen por su pendiente y altura.

Los perfiles de playa son importantes, por ser un mecanismo natural efectivo que causa rompimiento y dispersión de la energía de las olas. Si existe una pérdida constante de la arena de la playa y no se tiene una recuperación natural, la playa será menos capaz de amortiguar la energía de oleaje y la erosión costera irá en aumento. Entre los factores que la provocan están las tormentas, huracanes y las acciones antropogénicas. Donde el hombre con sus construcciones o modificaciones en la playa que sólo toman en cuentan el aspecto económico y no la comprensión del transporte natural de sedimentos, es la principal causa de la erosión. Ésta podría evitarse con un correcto manejo de la zona costera, donde se respete el ciclo natural de depósito de arena. Yucatán tiene excelentes académicos en el tema en el Cinvestav IPN y en la UADY.

Pero son las comunidades vegetales de las dunas costeras las que son esenciales para la preservación de las dunas costeras y las que nos van ayudar contra la erosión. En el estado de Yucatán, estas comunidades han perdido la mitad de su territorio original (Durán et al., 2007). Actualmente son comunidades fragmentadas y deterioradas como producto del crecimiento inmoderado de construcciones de casas de verano, hoteles, basureros clandestinos, carreteras y caminos que no respetado la vegetación de la duna costera. La vegetación de las dunas costeras de Yucatán comparte numerosas especies de su flora con las Antillas Mayores y Menores, Florida, el sur de México y Centroamérica (Espejel, 1986). Yucatán ocupa el segundo lugar con mayor número de especies endémicas de la flora costera de México, con una biodiversidad de 271 especies (Durán et al., 2000).

¿Hasta dónde necesita ser preservada una playa? Hasta donde queramos tener una “defensa” en época de tormentas y huracanes, y hasta donde queramos resolver el problema de la erosión y recuperación de playas. Un frente de playa debidamente conservado asegura una protección máxima a las propiedades siempre y cuando éstas no estén localizadas en la zona móvil de la playa. La construcción de obras civiles en la costa produce cambios que afectan las tasas de suministro o pérdida del transporte de litoral y generan modificaciones en la línea costera. Debido a que estos cambios no se observan de inmediato, se dificulta demostrar que las construcciones mal situadas son una de las causas de erosión de la costa.

Para disfrutar de la playa y nuestras casas de veraneo se requiere que éstas se construyan atrás de la dunas costeras, no remover su vegetación, no utilizar la duna como basurero, no hacer senderos entre ésta, no caminar por los delicados sistemas de dunas. Se debe construir senderos y paseos marítimos entablados para llegar a la playa sin pisar su vegetación. Los autos, camionetas y lanchas no deben ingresar a la duna. Es impresionante ver que el auto lo estacionan casi en el mar. Se habla de programas innovadores productivos, aquí señalamos uno: la creación de huertos con plantas de duna costera (Instituciones como la UADY y CICY pueden estar a la cabeza de este programa) y los ecólogos, oceanólogos y geógrafos del Cinvestav en un programa de protección, conservación y ordenamiento de la costa y recuperación de playas. El vacacionista, el residente, el pescador que entra y saca sus embarcaciones, todos debemos conocer el valor de la duna, el servicio ecosistémico y económico que nos brinda. Todos debemos participar en su conservación y rehabilitación. Los programas de ordenamiento deben sancionar a quien destruye la duna y se deben implementar programas de reforestación de la duna costera para todo el litoral de Yucatán, como el programa Adopte una playa.

Disfruta la belleza de la vegetación de la duna y las maravillosas flores de ellas. De lo contrario, la arena ya no vendrá, sólo se irá, y no es con camiones de arena que se resuelve el problema de la erosión. En nuestras manos está el cambio y las acciones, comenzando por proteger a ultranza la vegetación de duna costera que tenemos enfrente de nuestras casas, hoteles, restaurantes y negocios, e iniciando su reforestación para que sigamos disfrutando nuestra arena suave de la costa del Mayab.

* Investigadora cinvestav IPN
Premio Nacional Mérito Ecológico

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