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Ángel Rivero Palomo
Foto: Efe
La Jornada Maya

Jueves 30 de agosto, 2018

El 20 de agosto se dio por terminada la asistencia financiera de la Unión Europea a Grecia, país que durante ocho años recibió a cambio de reformas estructurales al interior. El Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), calificó como Exitosa la salida de Grecia del programa, con el que pudo realizar importantes ajustes macroeconómicos y recapitalizar su banca. Además, de haber recibido 61.900 millones de euros, en los últimos tres años (elespanol.com, 2018).

Dicho éxito da cuenta de los esfuerzos del pueblo griego, el compromiso del país a la reforma y la solidaridad de los socios europeos. Sin embargo, ello no implica que cesará la vigilancia de la Unión Europea a las políticas sociales y económicas de Grecia, ni que se puede desentender de los compromisos y sacrificios ya asumidos, al menos hasta el 2022. Por tanto, Grecia concluye la odisea del rescate financiero con sabor agridulce, concluye oficialmente de la asistencia europea, pero no así de las medidas de austeridad.

En retrospectiva, tras los tres planes de rescate que Grecia ha tenido en 2010, 2012 y 2015 con un apoyo de más de 280,000 millones para el pago de deudas, la economía de dicho país se ha reducido en un 25 por ciento, el 35.6 por ciento de su población se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, los salarios han perdido el 40 por ciento de poder adquisitivo, la deuda pública es de casi duplica su PIB y las pensiones han sufrido importantes recortes. Circunstancias que traerán muy probablemente futuras crisis y otros problemas sociales como la fuerte emigración de los jóvenes, que es ya hoy una realidad. Por lo que se puede afirmar, que a pesar de que la economía griega ha vuelto a crecer y a sanear sus cuentas, la sensación de mejora no ha permeado a los ciudadanos (Sánchez, 2018).

Aunado a lo anterior, surge la interrogante de si el país conseguirá financiarse por sí mismo en los mercados financieros, como lo ha dejado entrever el presidente del Eurogrupo, Mario Centeno, y otras posturas optimistas como la del comisario europeo de Economía, Moscovici, quien cree que las reformas modernizaron la economía, la administración pública y el sistema social de Grecia (lahora.gt, 2018).

Pero ¿cómo es posible que un país con el gran potencial económico que podría tener de la industria turística tenga problemas financieros tan acentuados? La respuesta es multifactorial, sin embargo hay que considerar que el bienestar de los seres humanos está vinculado al de las demás personas. Cuando la desigualdad aumenta, la cohesión social se ve comprometida, produce tensiones sociales y políticas, incrementa la inestabilidad que puede derivar en conflictos trascendentales. Las causas más profundas de la pobreza radican en fenómenos que impiden a ciertas poblaciones ser productivas y los hacen vulnerables, como la corrupción de sus gobiernos o los conflictos con países vecinos, así como la exclusión social y el desempleo.

Partiendo del supuesto que a base de esfuerzo, ahorro, trabajo e inteligencia, cualquier sociedad podría salir de la pobreza de forma paulatina, a no ser que se quedara “atrapada”. En este sentido Paul Collier desarrolló una teoría basada en estas trampas o problemas:

“[…] las trampas al desarrollo se han convertido en un tema de discusión académica muy en boga, con una polarización entra la izquierda y la derecha bastante previsible. La derecha tiende a negar que existan trampas al desarrollo y a afirmar que todo país que adopte políticas sensatas escapará de la pobreza. Por su parte, la izquierda tiende a considerar que el capitalismo global, por su propia naturaleza, genera una trampa de pobreza” (Collier, 2007, págs. 24, 25).

Las cuatro trampas que conforman la propuesta de Collier, están formuladas a partir de una clasificación a la que otros economistas le han prestado poca atención, y estás son: la trampa del conflicto, la trampa de los recursos naturales, la trampa de vivir rodeado de malos vecinos y sin salida al mar, y la trampa del mal gobierno en un país pequeño. En el caso de Grecia, los problemas para el desarrollo están vinculados en gran medida a varias de estas trampas.

Es importante señalar para poder mitigarlos, se tendrá que hacer grandes esfuerzos para combatir las deudas sociales existentes con algunos sectores concretos de la población que aún enfrentan grandes retos en materia de bienestar, productividad, desarrollo, inclusión social, migración y seguridad. Para eliminar estos problemas, de acuerdo con Collier se le tiene que ayudar a avanzar de la siguiente forma:

“La izquierda tiene que aprender a valorar el crecimiento económico. La ayuda financiera no se puede destinar únicamente a las prioridades sociales de más efecto mediático; hay que usarla para contribuir a que los países se incorporen a los mercados de exportación […] La derecha por su parte, debe dejar de pensar que la ayuda contribuye al problema porque sólo sirve para subsidiar a parásitos y ladrones, y desengañarse de la idea de que el crecimiento es algo que siempre está al alcance de las sociedades que se lo propongan” (Collier, 2007, pág. 311).

Es decir, la ayuda que han recibido por sí sola no va a solucionarlos problemas de Grecia, hace falta usar abanico de medidas más amplio.

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