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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Afp
La Jornada Maya

Jueves 30 de agosto de 2018

El Papa Francisco tomó tiempo y reaccionó con calma a las acusaciones de monseñor Carlo María Viganó, ex nuncio apostólico en EU conocido por sus posturas ultraconservadoras e insidiosamente antigay, quien pidió su renuncia al papado por supuestamente no actuar frente a las denuncias de abusos sexuales cometidas por el arzobispo emérito de Washington, Theodore McCarrick. “Yo no diré una palabra sobre esto, creo que la carta habla por sí misma y ustedes tienen la capacidad periodística suficiente para sacar sus conclusiones”, dijo Francisco. Viganó fue uno de los principales artífices de la fuga de documentos confidenciales (cerebro tras bambalinas) llamado Vatileaks durante el Pontificado de Benedicto XVI, por lo que fue enviado (alejado) a Washington en 2011 como nuncio por el hoy Papa alemán en retiro. En realidad, y como hemos dicho reiteradamente en Infolliteras, el arzobispo Carlo Maria Viganó, autor de la denuncia contra Francisco, forma parte del núcleo duro ultraconservador que confabula contra el Papa argentino, crítico del neoliberalismo y que quiere un pontífice a la medida de la visión del mundo de Donald Trump y de la ultraderecha racista, xenófoba y antiinmigrante, que niega, además, el cambio climático. El tema de los abusos es usado de forma instrumental, es decir, en la lucha por el poder y de cara a la sucesión pontificia. Es decir, se prepara el terreno para un Papa mucho más tradicionalista, conservador y alineado con las fuerzas políticas de la ultraderecha europea y estadounidense que quieren una Europa en clave cristiana, blanca, homófoba y alejada de cualquier crítica a la globalización neoliberal y a sus guerras.

La carta de Viganó se basa en acusaciones personales y el prelado no aporta ninguna documentación o prueba de ellas, más allá de su propio testimonio, ya muy desacreditado, contra el Papa Francisco.

El momento de filtración de la carta fue cuidadosamente escogido para que fuera un misil que explotara justo el día en el que el Papa terminaba su visita a Irlanda, país azotado por el escándalo de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y donde tuvo que volver a pedir perdón a nombre de la Iglesia repetidamente. La carta, además, se filtró antes de su tradicional encuentro con la prensa en el avión de vuelta a Roma. Todo perfectamente calculado para poner en jaque a Francisco y mover piezas de cara a la sucesión pontificia, en clave ultra conservadora.

En la carta de 11 páginas difundida el 25 de agosto pasado por Carlo Maria Viganó se asegura que el Papa Francisco sabía de las acusaciones contra McCarrick, pero que decidió convertirlo en “su consejero de confianza”.

Monseñor Viganó dijo que las informaciones sobre McCarrick fueron transmitidas a la Santa Sede durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, y acusó a los cardenales Angelo Sodano y Tarcisio Bertone, en su momento secretarios de Estado del Vaticano, de ocultárselas a los Papas.

Sin embargo, según versión de Viganó, cuando el Papa Benedicto XVI supo de las acusaciones contra McCarrick le impuso diversas “sanciones”, mismas que el Papa Francisco habría retirado después de asumir el pontificado en 2013, según dice. Las que no habría vuelto a aplicar hasta hace algunas semanas atrás, cuando un informe de la arquidiócesis de Nueva York calificó de “creíble” una acusación contra McCarrick por abusos sexuales a un menor.

“En este momento extremadamente dramático para la Iglesia universal, él debe reconocer sus errores y, siguiendo el proclamado principio de cero tolerancia (contra los abusos sexuales), el Papa Francisco debe ser el primero en poner un buen ejemplo para cardenales y obispos que encubrieron los abusos de McCarrick y renunciar, junto a todos ellos”, escribió Viganó.

El tema de los abusos sexuales a menores y adolescentes, es una crisis que ninguno de los últimos tres Papas ha logrado detener. Ni Wojtyla, Ratzinger o Bergoglio han logrado poner freno a la oleada de revelaciones de los terribles crímenes cometidos por sacerdotes y monjas, y encubiertos por las jerarquías eclesiales.

Para entender la crisis de la pederastia eclesial, como señala el periodista italiano, Francesco Peloso, hay que recordar de qué se trata cuando hablamos de abusos sexuales cometidos por curas. Por ejemplo, el informe judicial basado en los documentos internos de seis diócesis católicas en el estado de Pensilvania cita testimonios sobre el “comportamiento sadomasoquista, uso de látigos, tortura, violencia en niños y niñas de escasos años, penetraciones anales, sexo oral y luego violencia psicológica en las propias víctimas, niñas embarazadas y luego forzadas a abortar. Es un abrumador catálogo de brutalidad y comportamiento sádico, fetiches, como el del sacerdote que recogió la orina y la menstruación de las niñas violadas, sazonado por el paternalismo y las amenazas, una cultura de secretismo, complicidad mórbida, protecciones”, puntualiza Peloso en la revista italiana Internazionale.

Leer el informe provoca escalofríos. Y no es para menos. Por lo pronto, se espera que en Italia tengan lugar revelaciones sobre los miles de casos ocultos durante décadas. Algo que en México también está pendiente.

@infolliteras


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