Pepe Elorza
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya
Viernes 17 de agosto, 2018
Él tenía cien años y realmente se le notaban: en el andar, en las hendiduras del rostro, en las manos temblorosas; pero también en el gusto por la pulcritud. Llegar a cien fumando tabaco enrollado y tomando Pirey le hacían sonreír a veces en su butaca.
Tres nietos vivían con él, tres adolescentes; todos muy diferentes pero inquietos: Marcelo, Alfonso y Filo. Al primero le gustaba trabajar;, se iba en los camiones de camarón a Puebla; Alfonso fue siempre coqueto y casero, mientras Filo llegaba a dormir a veces y a veces no.
Hijos de tres hijas ya fallecidas, que de alguna forma le fueron heredados.
Una noche llegamos muy borrachos a su casa y lo vimos dormido. Con gestos en la obscuridad nos fuimos acostando en las hamacas. De pronto, lo vi hablando; pensé que era a mi, “sí, don Manuel”. Marcelo se levantó y me dijo “está dormido no está contigo” y soltó una carcajada
Al otro día fuimos con don Anito; nos la curábamos cuando llegó alguien que se parecía a él, por sus pantalones negro cenizo y su camisa verde, por sus pies descalzos, venosos, de mareño campesino rudo. La gente de sus confianzas le llamaban [i]Tuerto[/i], aunque era mas bien bizco.
En realidad tenía unos ojos esquivos de cuervo. Yo era diferente y se me acercaban muchos, él se acercó y me dijo casi al oído “¿conoces a la [i]Chancuaca[/i]?” “¿Que es?” “Es un ave que habla, que te advierte, por eso uno debe estar pendiente, óyela.
Aguzando el oído, le dije: Oy, pero no habla. ¡No entiendes¡ Si te fijas no está silbando como los otros pájaros, está hablando. Manuel Ovando habla con ellas todas las noches, por eso lo consultamos. La [i]Chancuaca[/i] te dice que se acaba de caer don Iván o que se están robando la pesca los de el Durazno, y también te dice que si no me vas a invitar una caguama. Sí, claro.
No habías oído de la [i]Chancuaca[/i]; porque la gente se está yendo más lejos y ya no se acuerdan de sus leyendas, me dijo.
Tampoco se acuerdan de caminos polvosos, carretas, pozos y niños desnudos al sol.
El viejo acaba de levantarse, aunque era de noche, salió al patio y se asomó a la solitaria calle, ni a un lado ni al otro, no hay nadie ¿que hora será?
Esplendoroso, el cielo negro chispea; soñó a su primo Paco, que murió hace mucho pero algo ha de traer, porque anda rondando en los sueños; era menor, pero ahorita tendría como noventa y el rostro que recuerdo es de veinte ; así lo dejé de ver, así se quedó, a lo mejor viene por mi, no me dijo pero me dio la mano.
Y voltea hacia aquel negro azul a un lado, la luna y la Iguana se ven.
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