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*Rubén Torres Martínez
Foto: Especial
La Jornada Maya

Miércoles 15 de agosto, 2018

El nombramiento de Manuel Bartlett como próximo director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha levantado toda una polémica en torno al personaje. El ex secretario de Gobernación, ex encargado de la SEP, ex gobernador de Puebla, varias veces diputado y actualmente senador, quizás pase a la historia del país por haber sido copartícipe de la elección de 1988, llena de irregularidades y cuestionada hasta el día de hoy, ¡30 años después!

Cierto es que, como lo señalan los hermanos Tatiana y Manuel Clouthier, Bartlett fue el hombre fuerte del sexenio de Miguel de la Madrid, el encargado de garantizar la seguridad y paz social, el del orden político. Bartlett es de aquellos hombres del sistema que entienden perfectamente cómo funcionaba el sistema de partido hegemónico, el partido de los equilibrios y contrapesos entre grupos, pero completamente sometidos a la voluntad del presidente en turno. Es por ello que se vuelve interesante observar cómo el otrora todo poderoso secretario general del PRI aterrizó en el equipo del presidente electo AMLO.

Para entender la mutación de Bartlett es necesario volver a inicios de la década de 1980. La llegada de Miguel de la Madrid a la presidencia en 1982 significó el viraje hacia lo que se conocerá como el Estado tecnócrata y neoliberal. El mismo López Portillo declaró hacia el final de su vida que él había sido el último Presidente con orientación “nacionalista y revolucionaria”. De la Madrid tuvo que contener a los grupos al interior del PRI y por ello dejó en manos de los tecnócratas el manejo de la economía del país, mientras que a los nacionalistas les otorgó posiciones políticas. En este segundo grupo se encontraba Bartlett.

Desde la estatización de la banca en 1982, realizada como último golpe de timón de López Portillo, el gobierno de De la Madrid había seguido religiosamente los dictados del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, en un intento desesperado por recuperar la confianza de las finanzas internacionales. Esto a la larga fortaleció al grupo de tecnócratas que poco a poco ocupaban espacios de poder, desplazando a los nacionalistas revolucionarios.

Las políticas económicas de De la Madrid condujeron a la explosión de conflictos sociales, entre los cuales podemos mencionar las elecciones en Chihuahua de 1986 o las elecciones presidenciales de 1988, pero igualmente problemas sociales relacionados con los terremotos de 1985 o la huelga estudiantil en la UNAM de 1986-1987.

De la Madrid había cuidado de no desalojar completamente al grupo nacionalista y dejarles algunos espacios; sin embargo, la antigua élite del Estado revolucionario, orgullosa heredera del liberalismo decimonónico, se vio desplazada por la nueva élite de liberales de mercado que ahora comandaban el nuevo Estado neoliberal. En el PRI, la división derivó en una ruptura entre ambos grupos. La elección de 1988 fue la culminación de esa ruptura. Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez orquestaron una salida de varios priístas creando primero la Corriente Democrática y luego el Frente Democrático Nacional, antecedente inmediato del PRD.

Del lado de los tecnócratas el grupo compacto en torno a Salinas de Gortari (José Córdoba Montoya, Luis Donaldo Colosio, Manuel Camacho Solís, Pedro Aspe Armella, Jaime Serra-Puche, Ernesto Zedillo entre otros) se alzó, primero con la candidatura y luego con la presidencia.

Un tercer grupo, que sin pertenecer a la élite tecnocrática había decidido quedarse en el PRI y no seguir a Cárdenas y compañía en su aventura política, fue incorporado en el primer momento al gobierno salinista. Entre estos políticos destacaban Jesús Silva Herzog, Víctor Cervera Pacheco y Manuel Bartlett. Todos ellos muy institucionales hacia el partido, conocedores de las reglas del juego político mexicano, pero en definitiva alejados del grupo tecnócrata.

A Bartlett le tocará organizar y operar la controvertida elección de 1988, cuando el sistema “se cayó”; y desde entonces la izquierda partidista lo tildó como mapache electoral, responsable del frustrado triunfo de Cárdenas en dichas elecciones. La realidad es que durante el mismo sexenio de Salinas de Gortari, Bartlett no tuvo empacho en marcar sus diferencias y distancias respecto al grupo tecnócrata. Ello quedó evidenciado en el año de 1993 cuando se opuso abiertamente al Reglamento de la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica, lo cual le costó salir del gabinete e irse a un “retiro” dorado como gobernador en su natal Puebla.

Astuto como suele ser, para 2000 Bartlett se prestó una vez más al espectáculo de unas “elecciones abiertas y democráticas” para designar al candidato del PRI a la presidencia. No resultó electo pero logró su entrada al Senado. Es en ese momento que inicia sus acercamientos con la llamada izquierda mexicana.

En 2003 una fotografía de un Cuauhtémoc Cárdenas sonriendo al lado de Manuel Bartlett causó conmoción entre la clase política. El mismo Cárdenas se encargó de señalar la necesidad de contar con aliados como Bartlett ante la batalla que se aproximaba entorno a los recursos naturales nacionales (petróleo y electricidad). Al igual que ocurre hoy en día, la comentocracia dio vuelco a la descalificación de un político que tendrá que cargar siempre con el fantasma de la elección de 1988.

Desde ese 2003, Bartlett ya con la venia del líder moral de la izquierda, renuncia al PRI y se acerca definitivamente a AMLO, por quien incluso pide votar en 2006. El ahora presidente electo vio en Bartlett a un aliado poderoso, dado que se trata de un hombre que conoce y se desenvuelve como pocos dentro del sistema político mexicano. Primero como senador, luego como cercano a AMLO, Bartlett regresó, al menos discursivamente, a sus orígenes ideológicos: el nacionalismo revolucionario. En definitiva el PRD no le abriría sus puertas, pero encontró el cobijo necesario en el PT, quien lo impulsa al Senado en 2012 y donde a partir de 2015 comienza a sumar a otros senadores provenientes del PRD pero que habían emigrado hacia Morena. Para inicios de 2018 Bartlett coordinaba a una veintena de senadores pro AMLO.

Ahora con la llamada cuarta transformación, AMLO requerirá de mucho ímpetu juvenil, pero igualmente de experiencia en gobierno y de gente que comparta su visión de nación. Desde esa óptica se antoja lógico que Bartlett ocupe la posición que AMLO decidió otorgarle. En política no hay casualidades sino causalidades, el mensaje de AMLO enviando a Bartlett a la CFE es bastante explícito. Los que piensan que todo seguirá igual pueden llevarse una extraña pero anunciada sorpresa.

[b]Zoom anatómico.[/b]

El acuerdo es más amplio de lo que se pensó en un inicio. Huacho y Vila están en la mejor de las disposiciones para trabajar codo a codo, ojalá sea así por el bien de Yucatán.

*Profesor del CEPHCIS-UNAM

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