Francisco J. Rosado May
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Martes 14 agosto, 2018
La revista Science publicó el 3 de agosto del año en curso un artículo que presenta información nueva acerca de una gran sequía que tuvieron que enfrentar los mayas ahí por los años de 780 a 990 d.C, una de las más severas en los últimos 10 mil años de la región de Chichankanab, Quintana Roo. Los datos señalan un descenso del 70 por ciento en el promedio actual de lluvias en esa región, con una disminución en la humedad de entre 2 a 7 porciento.
La sequía detectada seguramente influyó en el declive de la cultura, pero no la colapsó en el contexto que muchos autores tratan de presentar. El declive se debió a muchos factores combinados entre sí. Por supuesto que influyó la sequía, pero también la llegada de los españoles, problemas de gobernabilidad dentro y entre las ciudades estado, declinación de producción de alimentos por al rompimiento social causado por la mala gobernabilidad, etc. Si bien es fascinante hablar de los factores que explican el “colapso” de la cultura maya, este artículo enfoca la atención en otros elementos importantes para el presente y futuro cercano de nuestra región.
La cultura maya no colapsó, en el sentido occidental del término; perdió varios de sus elementos, pero las bases que permitieron la creación de los grandes conocimientos que caracterizan a los mayas siguen presentes pero invisibles a los ojos de las personas no entrenadas, especialmente políticos y tomadores de decisiones. Los mayas no estarían presentes hoy si no hubiéramos aprendido a vivir en la mayor sequía que se ha experimentado en la región. Aprendimos a cultivar y manejar especies adaptadas a ese clima, creando un germoplasma que hoy mucha gente considera innecesaria o incluso un estorbo a los planes de desarrollo que descansa en tecnologías “modernas”, las cuales no han demostrado la resiliencia que tienen los saberes y tejidos sociales aún funcionando entre los mayas.
La resiliencia de los pueblos originarios representa una ventaja y oportunidad para el desarrollo sostenible del país, incluyendo el crecimiento económico. Los saberes y las formas de aprendizaje/transmisión y de construcción/innovación de conocimiento, que permitieron la grandeza de la cultura maya están ahí, solamente hay que aprender a re-conocerlos, respetarlos e incorporarlos, sin cooptación y sin discriminación, a un sistema de co-creación de conocimiento que podemos llamar intercultural. Ahí está la oportunidad de oro que los políticos y tomadores de decisión deben conocer y abrazar.
Lo anterior es solamente la punta del iceberg que los promotores del movimiento indígena a nivel nacional estamos empujando para que el Estado Mexicano y los estados, reconozcan el potencial de la educación intercultural y la apoyen. No solo aportando recursos sino asegurándose de que el personal directivo y profesores tienen la calidad, formación, preparación y experiencia necesarios para el gran reto que enfrentamos como humanidad: el cambio climático. Muchas de las respuestas están en las culturas originarias que han experimentado este fenómeno por siglos.
Se necesitan políticos y tomadores de decisiones preparados, competentes y abiertos a crear un nuevo paradigma de educación y de gestión para el desarrollo. Si no contamos con ellos, las únicas opciones que tendríamos son subdesarrollo y dependencia; y entonces muy posiblemente en esta nueva ola de cambio climático acelerado por las actividades antropogénicas y agravados por mala gobernanza, ya no sobrevivirán el golpe ni los mayas, ni la economía, ni otras culturas.
[i]Mérida Yucatán[/i]
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