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Texto y foto: Johanna Martín Mardones
La Jornada Maya

Lunes 6 de agosto, 2018

Las ciudades, como constructo vital, instalan diversas y prolíferas (re)escrituras que conforman la gran urdimbre que es la urbe. Cada espacio, cada territorio arma sus propios tejidos como verdaderos entramados textuales. Se reconocen en ellos grandes textos desde una vista panorámica, modelo operativo general; y textos menores que ayudan a escribir los grandes relatos que subyacen en el imaginario y que se instalan como verdaderos paradigmas. Dentro del contexto se presentan como unidad sintáctica; en el significado, desde el punto de vista semiótico, como unidad cultural que permite entender el lenguaje como fenómeno social.

La ciudad de Mérida está cimentada en un trazado regulador a modo de tablero de ajedrez, un juego entre la horizontal y la vertical establecido por la cultura maya. Ese hecho plantea, desde sus bases, un posible texto de referencia acerca de la forma de concebir la realidad; un orden, una estructura, un paradigma. Del mismo modo, las labores realizadas por sus habitantes, las tradiciones y las costumbres son grandes relatos que se complementan entre sí y de los que derivan pre-textos, fragmentos de escritura.

Cortar, hilar, coser, tejer son acciones cotidianas, unidad cultural-convención cultural, realizadas en un diálogo silencio en el hacer campesino artesanal y, sin embargo, se definen semióticamente como unidad semántica inserta en un sistema.

En [i]Urdimbre de lo cotidiano como texto crítico[/i], instalación que presentó en el Centro Cultural La Cúpula, reflexión que parte de las acciones cotidianas determinadas por el trabajo campesino, se reconocen desde su elementalidad el universo configurador en su estado de pureza y unicidad como el primer y más primitivo entramado que precede y preconiza la acción cotidiana “de algo que todavía no es, el anillo de conjunción (…) los elementos a utilizar se encuentran entre el universo de las señales y el universo del sentido”, diría Humberto Eco y es, desde ese lugar que se piensa el elemento, en una primera mirada.

En una segunda lectura se establece la unión de ellos desde su construcción matérica y las posibles relaciones a partir de tejer y destejer que son, finalmente, las que proponen diversas posibilidades de semantización del referente, aceptando como definición a esta ciencia el estudio de “todos los procesos culturales (…) como procesos de comunicación.” Siguiendo esta lógica, la nueva relación de estos elementos propone el desarme de una estructura arraigada (paradigma) para proponer una nueva; materiales depositarios de un antepasado histórico (afectos, emociones) y a la vez accionando pensamientos sociales, culturales y políticos en ese hacer íntimo al transformarse en pensamiento crítico. De esta manera, la relación operática se manifiesta en ambos sentidos, desde su armado (tejer-la acción tradicional) y desarme (destejerla acción contemporánea) volviendo a ser elemento constitutivo de algo nuevo. En este lugar acciona el fruto del Flamboyán, como texto complementario, que de fruto es usado para como instrumento musical y que en la instalación aparece en su estado original, casi como desecho, participando de la composición de una pintura.

Los textos menores que surgen del entramado (urdimbre), a modo de palimpsestos, recuperan y a la vez (re) escriben renovados textos dada las múltiples emergencias rizomáticas. La relación comienza con los distintos niveles de (ex)tensión que proponen las nuevas referencias textuales; a mayor tensión, mayor posibilidad de extensión, es decir, se crean nuevos entramados, nuevos pre-textos. En el montaje central [i]Diálogo entre el yute y el Henequén[/i] la tensión vertical (hilos de henequén utilizados para tejer bolsos, carteras, etc.) levanta la estructura horizontal (sacos de yute utilizados para almacenar papas), extensión que instala un nuevo texto que se transforma, en el mundo de los signos-de la semiótica, en escultura blanda. Así se constituye un nuevo orden de las partes y las partes entre sí cambiando el significado originario atribuido a los elementos, modificando el paradigma.

En [i]Coloquio recto[/i] lo que se busca es la tensión de los vectores y en [i]A modo de Palimpsestos[/i], extensión de los factores. Entre ambos se ha instalado [i]La urdimbre como re-escritura[/i] que re-escribe armónicamente la reunión de las partes. Las pinturas dentro del montaje vienen a complementar otra forma de texto que involucra el juego de formas y colores, entramado que alude a vegetación y a figuras humanas que se simulan a partir del cambio de color. Y es, en ese lugar, en el entre-umbral que propone cada obra y cada instalación donde se produce el diálogo, se teje un nuevo texto y a la vez el lugar del devenir de la obra, ambas unidades, la tensión y la extensión, operando juntas en un diálogo común.

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