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José Juan Cervera
Foto: Cortesía
La Jornada Maya

Jueves 2 de agosto, 2018

Hay familias en las que el ejercicio de las funciones intelectuales como forma de vida se convierte en un signo distintivo que perdura a lo largo de los años. Un ejemplo de ello es el de Justo Sierra O’Reilly, cuyos pasos siguieron sus hijos Justo y Santiago Sierra Méndez. De igual modo, la vocación literaria del dramaturgo José Antonio Cisneros se prolongó en sus hijos -los hermanos Cisneros Cámara- y alcanzó a su nieto Arturo Peón Cisneros.

El historiador Serapio Baqueiro Preve –hermano de Cirilo, el inolvidable Chan Cil- fue padre de Serapio Baqueiro Barrera, quien engendró a su vez a Oswaldo Baqueiro Anduze, ambos destacados escritores y periodistas que honraron con su pluma el Diario del Sureste; Oswaldo Baqueiro López, hijo del recién mencionado, fue literato y director de dicho periódico, en tanto que su nieto Oswaldo Baqueiro Brito es un reconocido artista del diseño gráfico, profesión que combina con su amor a las letras.

Oswaldo Baqueiro Anduze (1902-1945), pese a la temprana edad en que ocurrió su desaparición física, produjo varios libros que afinan el conocimiento de la cultura regional. Estos son: Geografía sentimental de Mérida (las piedras que hablan) (1937); La maya y el problema de la cultura indígena (1937); Los mayas. Fin de una cultura (1941) y La ciudad heroica. Historia de Valladolid, Yucatán (1943).

Carlos Moreno Medina lo consideró un hombre generoso, comprensivo y disciplinado. Por su parte, Clemente López Trujillo afirma que “perteneció a la generación de escritores y artistas que ahora están a punto de salvar y reafirmar a la provincia cultural yucateca”, y enfatiza las apreciaciones favorables que la crítica extranjera volcó sobre uno de sus libros; señala igualmente las posiciones contrastantes con que los dos principales periódicos de Mérida dieron la noticia de su deceso.

En 1983, la familia de Baqueiro Anduze hizo imprimir un libro suyo que estuvo a punto de salir a la luz en 1938, pero quedó en el limbo por motivos ajenos a su valor literario. Su título es El convento de La Mejorada; en él relata la historia de este edificio colonial de Mérida. Para redactarlo tomó como base una copia de las antiguas escrituras de dicha construcción, que complementó con datos extraídos de las obras de Francisco de Cárdenas Valencia, Diego López de Cogolludo, Juan Francisco Molina Solís y Crescencio Carrillo y Ancona, así como del Registro Yucateco.

Contiene un prólogo de Renán Irigoyen Rosado, en ese entonces cronista de Mérida, quien emite algunos juicios que merecen matizarse. Afirma que “Siendo uno de los primeros libros de Baqueiro Anduze, el método para su elaboración es inferior a los últimos, aunque su redacción sea sugerente”. Si se refiere al método que siguió Baqueiro para asimilar una gran cantidad de información que luego plasmó en su obra, es claro que ella no puede compararse con el libro que dedicó a Valladolid, un extenso volumen que se sobrepone a la brevedad de aquella que, sin embargo, equilibra la proporción de sus referencias con la elegante amenidad de sus palabras.

Irigoyen alude también a “la tesitura violentamente jacobina del libro”, rasgo que sólo parece asomar en la percepción en extremo suspicaz del autor del prólogo, porque si describir las conductas codiciosas y vanas de algunos representantes del clero regular y secular del siglo XVII constituye un desplante de jacobinismo, entonces cualquier estudio que toque estos asuntos incurre en él, forzando un razonamiento que en tal caso tendría que llamar a la censura para omitir pasajes de semejante naturaleza.

El libro inicia con la figura del propietario que cedió los terrenos para erigir el convento, quien recurrió a ventajas, privilegios y convenientes relaciones para garantizar los fondos que dieran sostén a tan onerosa empresa, a cambio del desorbitado afán de inmortalizar su nombre y su prestigio de benefactor, tal como lo estipuló en una serie de exigencias que hizo saber tras doblegar la oposición de los franciscanos, que finalmente accedieron a sus pretensiones.

Enumera a los frailes que pasaron a ocupar el recinto conventual, entre ellos letrados distinguidos cuyo renombre siguió brillando con el tiempo, y evoca algunas leyendas que la tradición oral se ocupó de propalar, como un acto de levitación atribuido a uno de los virtuosos moradores del imponente edificio, que nos anima a visitar la cuidada prosa de Baqueiro Anduze.

*Oswaldo Baqueiro Anduze, Geografía sentimental de Mérida (las piedras que hablan). El convento de La Mejorada. Mérida, Maldonado Editores, 1983, 69 pp.

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