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Hugo Martoccia
Foto: Infoqroo
La Jornada Maya

Lunes 16 de julio, 2018

El triunfo arrasador de Morena el pasado 1 de julio en Quintana Roo ya comienza a mostrar alguno de sus costados más oscuros. Sucede que son varios los nombres propios que han brillado en esa elección, y que sueñan, o trabajan ya, para el control formal del partido.

Ese control tiene como razón única, por supuesto, la idea de ligar ese nombre propio al de Morena de manera indisoluble. De allí a la candidatura a gobernador en 2022 habrá sólo un paso.

En el medio de ese camino hay una elección local en 2019 y una federal en 2021. Y hay, en algunos casos, el enorme reto de gobernar municipios muy difíciles, que pueden catapultar o sepultar cualquier ambición política.

Los números del 1 de julio desataron hasta las ambiciones más modestas. En Morena están convencidos que el destino del oficialismo, del PAN-PRD, así como el del PRI y sus aliados, es continuar perdiendo representación, votos y poder político.

Creen que la lucha por el poder se ha trasladado a su terreno, y, así, el riesgo de una guerra interna, sin códigos ni reglas, amenaza al partido.

[b]Los primeros golpes[/b]

Algo de eso ya ha sucedido. El pasado 26 de junio Andrés Manuel López Obrador hizo uno de sus cierres nacionales de campaña en Cancún. Se esperaba una multitud en ese acto, pero los participantes fueron escasos en comparación con la expectativa.

¿Que sucedió ese día? Un hombre histórico de Morena lo explica así. “Los demás candidatos le hicieron el vacío a Mara, que quiso hacer allí su cierre de campaña”. Esas palabras significan que no movilizaron su gente para el acto. Nadie quiso que Mara Lezama mostrara como propio, ante AMLO, el músculo del morenismo local.

El triunfo electoral de Morena, de dimensiones inéditas, y la expectativa que genera a futuro, justifican esas zancadillas.

¿Por qué podría haber una guerra anticipada por el poder, cuando falta mucho tiempo para las decisiones importantes? Es la pregunta que muchos se hacen. La respuesta puede dividirse en dos. Por un lado, debe decirse que las elecciones locales de 2019, cuando se renovará el Congreso, están a la vuelta de la esquina. Ya se comienza a trabajar sobre eso.

La otra respuesta quizá se explique mejor con números. Mara Lezama logró 191 mil votos en Cancún. Marybel Villegas se hizo senadora con más de 420 mil votos. En 2016, Carlos Joaquín ganó la gubernatura con casi 264 mil votos.

Esos datos explican el porqué de las ambiciones y la batalla. Morena es, hoy, una marca que moviliza la suficiente cantidad de votos para ganar cualquier elección.

[b]Los nombres[/b]

No sólo Mara Lezama y Marybel Villegas sueñan con un destino electoral y político mucho más alto del que lograron. Los ganadores de la contienda a las diputaciones federales en Cancún, Jesús Pool Moo y Mildred Avila, también sienten que tienen derecho a un destino mayor.

Ambos sacaron más de 100 mil votos el domingo pasado, suficientes para pelear una elección normal a la alcaldía de Cancún. Ambos coinciden, también, en una visión del los hechos sucedidos el 1 de julio.

Mara Lezama es un producto de los medios de comunicación, y del efecto AMLO, dicen. Ellos, por el contrario, tienen años de trabajo social y una estructura electoral sólida y consolidada que puede pelear batallas mucho más difíciles que la del 1 de julio. Mara no tiene eso. Palabras más, palabras menos, eso es lo que piensan en ese entorno.

La danza de nombres en esta batalla por el poder también incluye a la presidenta municipal electa de Solidaridad. Laura Beristain logró 40 mil votos, número que está lejos de los demás triunfos electorales del partido, pero tendrá a su disposición una vidriera política muy importante. Su destino político apenas ha empezado, dicen en su entorno.

Y después están las querencias personales de López Obrador. El virtual diputado federal Luis Alegre Salazar entiende que el propio AMLO lo puso en la carrera electoral futura cuando lo presentó ante el público en el evento de Cancún del 26 de junio.

También hay otros nombres que tienen un peso específico propio, y que jugarán este partido. Rafael Marín Mollinedo es el hombre más cercano a López Obrador en el estado. Arturo Abreu Marín será el coordinador federal en Quintan Roo. Ambos pueden ser, sin duda, poderosos actores en la batalla que viene.

[b]Un partido fuerte[/b]

La solución que algunos empiezan a imaginar para que las ambiciones políticas de los ganadores, lógicas y entendibles, no terminen en una guerra fratricida que destruya todo, es la construcción de un líder de partido fuerte, con nombre propio, que sea el encargado de llevar la agenda y la voz de Morena por todo el estado.

En el partido esperan que una vez que asuman los alcaldes, incluso antes de que AMLO asuma la presidencia, podrían buscar a ese líder. El problema es que cada uno de los actores mencionados, por supuesto, quiere poner a su propio candidato al frente del partido. Si alguno logra ese objetivo, la situación se pondrá muy tensa.

Morena no puede estrenar su papel de partido fuerte del estado con un dirigente que sea el títere de un solo actor político. Sería el inicio de una batalla sin reglas y de destino incierto.
El partido tiene, además, retos mucho más grandes, como el de ser la verdadera voz de la transformación en el estado. Esa voz, hoy, no la tiene nadie.

Después del 1 de julio, todo el morenismo local cayó en una suerte de letargo. Llama la atención la demora de los ganadores en mostrar un rostro político más cercano al de su líder nacional.

AMLO no ha parado un minuto desde que fue electo Presidente. Está aplicando el primer paso de las profundas reformas que propuso y la gente votó, que es la comunicación; la presentación de éstas. Es el inicio del relato de la transformación. Prepara el terreno, desde el punto de vista discursivo, de una transformación profunda que el pueblo le exige.

¿Los quintanarroenses no votaron por esa misma transformación? Sí, votaron por esa transformación, a menos que los candidatos ganadores locales tengan una información diferente. Pero los ganadores en el estado han desaparecido, y las ideas que dejaron flotando en la campaña se parecen demasiado al pasado.

Ya lo dijo AMLO: el cambio no es un discurso; es un mandato de la sociedad. Ya es hora de empezar a escuchar las propuestas reales de los tres alcaldes electos de Morena que han ganado el pasado domingo. Y sus palabras tienen que ir en el sentido en que fueron los votos.

Entre los tres gobernarán más del 80 por ciento de una sociedad quintanarroense que los cobijó con el efecto AMLO, pero que no dudará en darles la espalda si no están a la altura de las circunstancias y de la historia.

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