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Rubén Torres Martínez*
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 11 de julio, 2018

La victoria de AMLO fue más que contundente; nos encontramos quizás ante el presidente que gozará de mayor legitimidad y respaldo en toda la historia de la nación, a la altura de un Cárdenas en el momento de la expropiación petrolera, o de un Juárez en la República restaurada; de ese tamaño es el bono de confianza con el que ahora se encuentra AMLO a las puertas del palacio nacional; y es justo por lo anterior que el presidente electo tendrá que rendir algunos frutos de manera rápida.

Una campaña larga, constante, austera y de contacto con la gente. En sus más de 10 años en campaña, AMLO ha tenido la oportunidad de recorrer miles de pueblos, ello le ha permitido tener un contacto real y cotidiano con la gente común y corriente, con los de olvidados del sistema; conoce la pobreza y sabe cuánto lastima; por ello se presentaba en actos sin lujos ostentosos ni rodeado de infinidad de guaruras. Sin alardear, dejaba claro que estaba al tanto de lo que sucede en el México profundo; ello le permitió conectar con el ciudadano de a pie, cosa que ni Anaya ni Meade lograron.

Una política de alianzas y puertas abiertas. Morena es en los hechos un partido catch-all; si bien estatutariamente se define como izquierda social, en realidad abrió la puerta a todo aquel que la tocara; en la coalición Juntos Haremos Historia, la radicalización ideológica no era mal vista ni censurada (Taibo, Noroña o Sansores) pero tampoco estimulada; AMLO buscó más bien poner en la vanguardia de su proyecto político a personajes como Tatiana Clouthier, Poncho Romo, Germán Martínez y Esteban Moctezuma, quienes comparten visiones de país y son capaces de sentarse, discutir y llegar a acuerdos. El Frente de Anaya buscó hacer algo parecido pero le salió el tiro por la culata; en el Frente los voceros fueron personajes que son harto conocidos por su pragmatismo y oportunismo (Castañeda, los Chuchos, Dante) dejando poco lugar para moderados que gozan de cierta estima popular (Patricia Mercado, Álvarez Icasa, Xóchitl Gálvez). Ese franco fue descuidado por Anaya y a la larga le costó miles de votos.

Moderación más que radicalización. AMLO adoptó un discurso moderado en lo general, sólo radicalizándose ante temas muy determinados, bien escogidos y bien pensados, que si bien lo hacían entrar en colisión con determinados sectores de la sociedad, la inmensa mayoría solía respaldarlo; en esta ocasión AMLO no amenazó con tomar carreteras o pozos petroleros; por ejemplo, para temas como la construcción del NAICM acudió a la fórmula de la consulta popular y así salvó el asunto; fórmula que si bien puede considerarse populista le ha rendido buenos dividendos en el pasado. PRI y Frente se subieron al caballo de la defensa a ultranza del NAICM y quedaron exhibidos como insensibles y alejados de ese 70 por ciento de la población que nunca se ha subido, ni se subirá a un avión, según la encuestadora Parametría.

Pleito Pinos vs Anaya. Cierto es que el escándalo de las naves industriales de Anaya le provocó un estancamiento permanente alrededor del 20-25 por ciento de las preferencias, pero su verdadera caída se dio hacia noviembre de 2017 cuando comenzó a pactar con el PRD y MC la idea de una coalición; desde ese momento se gestó la imagen de desconfianza que acompañaría a Anaya a lo largo de su carrera presidencial; el problema no fue el pacto, sino la manera en cómo se llevó a cabo. Una vez más las bases se sintieron ignoradas y olvidadas, el gobierno leyó correctamente esta idea y decidió dinamitar por ese lado; desde marzo señalamos en estas mismas líneas: “el escándalo de Anaya le terminará costando la elección”. AMLO sólo observó el pleito sin inmiscuirse y ello lo catapultó arriba de los 40 puntos porcentuales en las encuestas a partir de marzo.

No corrupción. Por más que le buscaron, no pudieron dar con un solo hecho de corrupción que implicara directamente a AMLO; sus antiguos colaboradores que se vieron envueltos en casos de corrupción terminaron pisando la cárcel y cumpliendo condenas; Anaya continúa luchando por limpiar su imagen, y no sabemos si algún día lo logre; Meade simplemente volteó a ver hacia otro lado cuando se le pedía alguna declaración u opinión sobre los escándalos de corrupción del sexenio. AMLO tomó el discurso del combate a la corrupción como su principal caballito de guerra, una de las principales demandas de la ciudadanía.

Millennials. Justamente ese discurso de combate a la corrupción fue el que terminó por acercarlo al electorado que originalmente parecía apoyar a Anaya: los millennials. Muchos de estos jóvenes que por primera vez acudían a las urnas han vivido de manera permanente esa contradicción de, por un lado, hablar de combatir la corrupción, y por otro tolerarla y fomentarla. Los sismos de septiembre pasado demostraron que los jóvenes, contrario a lo que creíamos, son muy comprometidos con su tiempo y sus contemporáneos, son informados y empáticos con el prójimo, todo ello gracias a las redes sociales, por eso todas las fake news y mentiras de los políticos terminaron por evidenciar la corrupción de los mismos. Una joven millennial señalaba en mayo pasado, después del segundo debate, “Mi voto era por Anaya, pero luego de lo de su libro, que no existe, me lo voy a pensar mejor”. Esos mismos jóvenes hoy serán la espada de Damocles que penderá justo debajo de la cabeza del presidente electo; viéndolo fríamente, un avance sustancial para nuestra democracia.

[b]Zoom anatómico [/b]

La otrora poderosa maquinaria priísta parece ser más un mito que realidad. La estrategia de dejar a la militancia el peso de la elección, en la que cada militante tendría que convencer a tres ciudadanos de que Meade era la mejor opción, simplemente no funcionó.

El presidente Peña Nieto, como los candidatos Meade y Anaya, mostraron altura democrática al reconocer la victoria de AMLO incluso antes de que se oficializara, paso enorme para unas instituciones endebles como las de nuestro sistema electoral. Esperemos que ello ayude a institucionalizar el juego democrático en el país. Ya lo dijo Winston Churchill: “La democracia es la peor forma de gobierno con excepción de todas las otras que ya han sido probadas”.

Al final, el PAN se llevó la gubernatura de Yucatán; junto con Puebla, fueron las únicas entidades donde el suspiro se mantuvo hasta el final. Mucho trabajo político le espera a Mauricio Vila; por el bien de la entidad esperamos que le vaya bien a su gobierno y le deseamos éxito en su gestión.

* Profesor Investigador de Tiempo Completo del CEPHCIS-UNAM

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