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Gabriel Aarón Macías Zapata
Foto: Archivo La Jornada Maya
La Jornada Maya

Martes 10 de julio, 2018

Una vez que las encuestas reflejaron consistencia en los probables resultados de la elección del 1 de julio, entre los que se daba una amplia ventaja a Andrés Manuel López Obrador de la coalición Juntos haremos historia; diversos sectores empresariales, de la sociedad civil e intelectuales, hicieron llamados al elector para que el voto se hiciera de manera diferenciada. Esto para evitar que el poder político del ejecutivo y del legislativo recayera en una sola persona; de modo que ello evitaría caer en la tentación del autoritarismo y el absolutismo.

Del otro lado, AMLO llamó a sus simpatizantes para ejercer el voto parejo, que contemplara el resto de los puestos políticos en disputa, como las diputaciones y senadurías, e incluso las gubernaturas y las presidencias municipales. De esta manera tendría el respaldo de ambas cámaras para impulsar las políticas y los cambios necesarios .

Una y otra postura se apoyaba en una visión sobre la gobernabilidad; la del voto diferenciado ofrecería un abanico diverso del poder y que podría equilibrar al del ejecutivo. La otra, concedería amplias facultades para evitar la parálisis legislativa, así como las trabas de la oposición para impulsar los cambios legislativos que se requieran para las acciones de gobierno comprometidas en la campaña.

Al final la ciudadanía se inclinó hacia la segunda opción; la coalición de AMLO obtuvo 305 escaños en la cámara de diputados y 74 en la de senadores. Por México al Frente logró 130 y 39; Todos por México 65 y 15 respectivamente. En ambos casos, la suma de las dos últimas coaliciones no logra alcanzar a la primera; lo cual concede la facultad para hacer algunos cambios a la legislación, más no así para realizar una reforma constitucional, para lo cual se tendría que construir alianzas.

No obstante, ante la duda de que Morena y sus aliados se vean tentados a ejercer el mayoriteo y la imposición, la exministra Olga Sánchez Cordero, propuesta por Obrador para ocupar la Secretaría de Gobernación, enfatizó sobre el respeto a la división de poderes y destacó la importancia de crear un sistema incluyente mediante la creación de consensos con las diferentes fuerzas políticas. De ser así, el proceso de negociación que supone construir consensos, en la práctica se constituye como un contrapeso a la implacable aplanadora de la mayoría.

La misma posición fue reiterada por Andrés Manuel. En su primera reunión con los empresarios, quienes durante la campaña expresaron sus temores por la orientación política del tabasqueño, señaló que aunque la coalición que encabeza obtuvo la mayoría en ambas cámaras, garantizó que no se actuará de manera prepotente ni se recurrirá a la imposición.

No obstante, estos contrapesos autoimpuestos podrían tambalearse en caso de una férrea obstrucción del PRI y del PAN, aspecto en el que aún prevalece la incertidumbre. Aún desconocemos cómo actuarán estos partidos que por primera vez en la historia del país son oposición frente a un gobierno de izquierda.

Lo que sabemos es que ambos han impulsado al neoliberalismo en el país, sistema que en cierta medida quedó registrado en el sentir de gran parte de la población, como el causante de la situación que rige en el país y al que López Obrador ha combatido durante años. La duda es hasta que grado están dispuestos a seguir empujando en el congreso a las impopulares medidas neoliberales que los condujeron a la derrota. Al contrario, habría que esperar si están en posición de apoyar acciones opuestas al neoliberalismo, que de seguro serán enviadas al congreso por diputados morenistas e incluso por el mismo Obrador. Quizá esto último no sea muy difícil de alcanzar; pues para tratar de detener la avalancha obradorista, tanto José Antonio Mead como Ricardo Anaya ofrecieron durante la campaña adoptar medidas asistencialistas en caso de que el voto los favoreciera. En otros casos, como el de la reforma educativa y el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, se esperaría que la discusión sea más ríspida y que el consenso sea más difícil de alcanzar.

Otro elemento que conduce a la incertidumbre es que la fulminante derrota ha obligado al PRI y al PAN a ejercer la autocritica y a tratar de enderezar el camino. Esta búsqueda puede repercutir en la construcción del contrapeso al gobierno de izquierda: el líder del PRI, René Juárez Cisneros, instruyó a sus correligionarios a ser una oposición responsable.

El 1 de julio Anaya advirtió convertirse en el más férreo opositor de AMLO, pero su regreso a la dirigencia del partido aún es incierto, toda vez que su abandono fue mediante una licencia. Sin embargo, los siete gobernadores panistas se manifestaron por la renovación urgente de la dirigencia del partido; además que pidieron un reencuentro con sus orígenes, ideales y principios. De ser así, recordemos que el PAN surgió en 1939, en oposición abierta a un gobierno de izquierda, como fue el de Lázaro Cárdenas.

Todo indica que los contrapesos se construirán en las coyunturas, en las que también participarán otros actores de peso, adscritas a la sociedad civil, y que, de seguro, contribuirán a inclinar balanza hacia el equilibrio, o hacia uno u otro lado.

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