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Miguel Ángel Cocom Mayén
Foto: Twitter @wandaicardi
La Jornada Maya

Milán, Italia
Lunes 9 de julio, 2018

[i]“Ni el faul de tus intenciones podrá evitar la caída / cuando en la red de tus labios te acomode el primer gol.” Mi primer gol. Intérprete: Carlos Gardel Letra: Alejandro Fattorini[/i]

En pocos lugares se celebra un gol como en Argentina. Ahí, en gargantas donde se mezcla el lunfardo con el rioplatense, un grito de gol puede durar más que una canción de tango o que la lectura en voz alta de un cuento de Macedonio Fernández. Incluso hay hinchas que aseguran que al ingresar al estadio, todavía escucharon los ecos del festejo del domingo anterior. El balón en la red extiende su propia temporalidad en la tierra de Di Stefano y Maradona.

Lamentablemente, los aficionados de este país tuvieron escasos motivos para festejar en este Mundial de Rusia 2018. En los primeros 180 minutos de su equipo en el campo, sólo pudieron aplaudir una anotación. Y dos partidos con un solo tanto significan una anomalía en un país famoso por haber dado al mundo delanteros como Kempes, Caniggia, Batistuta, Crespo y el Chelito Delgado (aquí el lector disculpará la licencia y, sobre todo, la nostalgia de un terco aficionado al Cruz Azul).

Sin la brújula del gol es difícil, muy difícil, hallar el rumbo que conduce al campeonato. Y con sólo seis anotaciones, Argentina se tuvo que despedir prematuramente del torneo en octavos de final. De esa media docena de goles, únicamente la mitad salieron de los botines de sus delanteros: dos de Agu?ero y uno de Messi. Los restantes fueron obra de dos defensas y un mediocampista. Cuentan quienes vieron los partidos desde un palco en el estadio que los jugadores ofensivos de la albiceleste estaban más aislados que un jardinero central. El tango de la soledad resonó fuerte en las canchas de futbol. Incluso Maradona generó más atención entre los camarógrafos que cubrían el encuentro, que los once argentinos tras el esférico.

Según estadísticas de la FIFA, Argentina acumuló 55 remates en cuatro partidos. Sólo una tercera parte de estos disparos, 18, tuvieron dirección al arco. Es decir, de cada 10 veces que un futbolista argentino tiraba a puerta, sólo tres iban con dirección a la portería. Y de esos disparos, sólo uno se convirtió en gol. Preocupante, si lo comparamos, por ejemplo, con la puntería y precisión de países como Bélgica o Inglaterra. Para ponerlo más en contexto, al concluir la primera fase, jugadores como Ronaldo, Lukaku y Kane ya habían profanado más veces las redes que todo el equipo sudamericano.

El primer señalado por la ausencia de gol fue Messi, a quien se le reclamó -por enésima vez- no sudar la camiseta y su bajo nivel de juego, diametralmente opuesto al que muestra cada fin de semana con el Barcelona. El otro crucificado por la prensa es el entrenador, Jorge Sampaoli, quien al parecer tiene más tatuajes en el cuerpo que variantes tácticas en el pizarrón. La tinta que recorre sus brazos hizo falta en su libreta: mucha creatividad en el diseño, poca capacidad de hacer ajustes en el terreno de juego. Al parecer Sampaoli bajo la manga sólo trae otro tatuaje: el signo de dólares.

Otro personaje que asoma al momento de explicar la catástrofe, ni siquiera apareció en la lista final de convocados. Su nombre es Mauro Icardi y recién cumplió los 25 años. Durante los últimos cinco torneos ha marcado más de 100 goles en Europa. Dos veces ha sido el “capocannoniere” de la Serie A Italiana, superando a jugadores de la talla de Paulo Dybala, Mario Mandzukic, Gonzalo Higuaín, Edin Dzeko, Fabio Quagliarella y Carlos Tevez. Incluso, en el último campeonato fue el capitán de su escuadra, el Inter de Milán.

Mientras sus compatriotas sufrían en el césped, Icardi disfrutaba de un safari en África, hacía shopping en Nueva York y se paseaba por Ibiza en compañía de su esposa, la modelo Wanda Nara. Es un secreto a voces que su relación de pareja es el motivo principal por el cual no fue convocado a la selección de su país, ya que Wanda anteriormente fue esposa de otro futbolista argentino, Maxi López. La historia parece un culebrón salido de la pluma de García Lorca o la letra de una canción de tango. En resumen, mientras Maxi López jugaba en Europa hospedó en su casa a un joven Icardi, quien convivió con la pareja al dar sus primeros pasos en el balompié de alto nivel. Y como en toda buena historia tanguera debe haber desengaño y traición, Maxi López no tardó en enterarse, a través de las redes sociales, que le estaban pidiendo el divorcio y que él era la pieza que no embonaba en el triángulo amoroso.

Bien, pues el futbolista despechado recurre a sus amigos de generación, Messi y Mascherano, con quienes convivió en sus años iniciales con el balón, para hacer un frente común e impedir el llamado del tercero en discordia a la selección argentina. Sólo así se explica la ausencia de Icardi en Rusia. Un tango del desprecio cuya letra la escribió Maxi López, jugador que tuvo más hijos en Europa que goles anotados. Así, el despecho de uno y el pecho frío de 11 se tradujo en la tristeza de todo un país.

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