Rodrigo González
Foto: Pedro Valtierra
La Jornada Maya
Jueves 28 de junio, 2018
El 7 de septiembre de 1987 como cada mes, la tertulia convocada por el conocido en chunga como Ateneo de Angangueo, -fundado entre otros por Iván Restrepo, ese economista mexicano pionero de la sustentabilidad y la preservación del medio ambiente- atrajo a un invitado especial: el entonces Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari.
A la comida asistieron Benjamín Wong Castañeda, Margo Su, Gabriel García Márquez, Elena Poniatowska, Miguel Ángel Granados Chapa, Carlos Monsiváis, León García Soler y Héctor Aguilar Camín. En una de las fotos del evento, capturadas por la lente de Pedro Valtierra, aparece también un personaje misterioso: una muñeca tetona cuya identidad desconocida sería, gracias a las redes sociales y casi 30 años después, la excusa para el documental de los directores regiomontanos Diego Osorno y Alejandro Aldrete.
La anécdota funciona a la perfección. En 25 minutos que resultan puntuales y suficientes para hacer las preguntas necesarias, el documental pone en la mesa un tema fundamental: el clientelismo en el mundo intelectual.
Ningún país de América Latina tiene la estructura o el presupuesto destinados a la cultura, similar al que posee nuestro país. Un reino de becas, apoyos, partidas especiales en los congresos estatales y en el congreso federal, subsidios a proyectos editoriales, de investigación y un largo etcétera, han hecho ley la máxima porfirista que debe ser el gobierno el que patrocine y aliente a la clase intelectual. Fue con Carlos Salinas de Gortari como Presidente de la República que ese andamiaje se consolidó y sigue funcionando como lo conocemos hasta el día de hoy.
Aunque es vital el debate acerca de lo positivo o negativo de este sistema, también vale la pena retomar como plataforma de un nuevo análisis el momento histórico en el que vivimos y de dónde viene y hacia dónde nos dirige esta relación con el poder, pues resulta evidente que es necesaria una sana separación con aquellos que ejercen (o van a ejercer) el poder para ser criticables.
No es asunto menor anotar que fueron las acciones de Salinas las que hoy en día son el gran lastre de nuestro país y que representan el triunfo del capitalismo de los cuates y no del capitalismo humanista que tanto prometió y, que fueron acciones que una camada de brillantes intelectuales mexicanos defendieron a capa y espada. Mismos intelectuales que hoy día hacen la corte al candidato puntero en las encuestas.
Le respondió Octavio Paz a Carlos Salinas a propósito de la invitación a celebrar su premio Nobel con una serie de eventos en todo el país: “Siempre he pensado que las relaciones entre el poder público y el escritor deben ser a un tiempo respetuosas y distantes. El escritor tiene que conservar su arisca independencia”.
Es 2018, y la sustitución del intelectual público por el opinólogo, por el meme y por la diarrea de odio y carente de idea y fundamento en twitter y otras redes sociales entre candidatos y sus defensores cala y cala hondo. Con la jornada electoral más importante en la historia del país frente a nosotros, es triste pensar que el intelectual mexicano abdicó de su responsabilidad crítica y dejó de ser un verdadero contrapeso a las estructuras del poder.
Gane quien gane en esta elección, ojalá que más películas como [i]La muñeca tetona[/i] nos pongan frente al espejo y que seamos capaces de redefinir la vocación de la creación cultural en aras de aportar a la creación de un mejor país.
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