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Óscar Muñoz
Foto: Archivo La Jornada Maya
La Jornada Maya

Miércoles 27 de junio, 2018

En la mayoría de los museos de Yucatán no hay narrativas museológicas, cuando en cientos de otros museos del mundo es una constante, incluso una determinante. En los museos actuales en general, las narrativas responden a la necesidad educativa de quienes visitan las exposiciones. No es suficiente con mostrar los objetos o las obras artísticas al público, sino requieren una explicación, una descripción, una indicación histórica o científica o cultural, en fin, una narrativa que acompañe lo expuesto, y que esté integrada como parte de la exhibición. Tampoco es bastante usar las fichas técnicas del objeto o la obra, en la que generalmente están el título de la obra o el artefacto y el nombre del autor, así como la técnica y sus características básicas. Siempre habrá necesidad de contar con la narrativa de cada obra o la colección de objetos, según sea el caso, y que resulte lo más conveniente para la exposición.

La narrativa museológica es tan importante como lo fue, en su momento, por ejemplo, las pinturas rupestres. La información que comunican las narrativas en los museos acerca a los visitantes al centro mismo del humanismo. Nadie podría negar que el arte en general presenta una historia de la humanidad en imágenes. Y cuando la gente, al tiempo que contempla una obra de arte o un objeto tecnológico, logra saber por qué el artista pintó lo que pintó y para qué o por qué el científico inventó lo que inventó y para qué, tendrá el todo en su pensamiento y en su emoción. La narrativa museológica contribuye a una integración entre la contemplación de las exhibiciones y lo que está detrás de cada obra expuesta. Además, provocarían el interés de las personas por saber, o lo acrecentarían. Lógicamente, abría una mejor comprensión de lo observado con el apoyo de las narrativas.

Recientemente, los museos usan el método de la narración, ya que estos recintos culturales son una especie de dimensiones fantásticas donde los visitantes viajan a través del tiempo o de un lugar a otro en el mundo, recorriendo diferentes épocas o culturas. Con ello, los museos dejan de ser sólo exposiciones de objetos u obras de arte y pasan a ser una alternativa de aprendizaje. A la estática exhibición se suma la dinámica educativa, y a la contemplación (que es placer), la interpretación (que es comprensión). Si bien las colecciones de los museos son patrimonio cultural de la humanidad, es importante que estén acompañadas de narrativas que develen la cultura de donde surgen. Cada obra de arte, por ejemplo, incluye una o varias historias que la gente debe conocer. Y los museos, al exhibirla, deben añadir información que le otorgue un sentido histórico y un contexto sociocultural.

Hasta hace algunos años, los museos han manejado, además de las fichas técnicas que acompañan a cada objeto de la exposición, las llamadas hojas de sala, que incluyen información del creador pero no más que eso. No hay nada que le dé sentido a cada uno de los objetos expuestos. Y todo se ha mantenido de esta forma, por pensar que con estos elementos “comunicativos” sería suficiente. Sin embargo, sólo los conocedores y eruditos disfrutan realmente de los museos; en cambio, para la gente común son únicamente exhibidores de cosas. De ahí la importancia de que estos recintos culturales incluyan procesos de comunicación más allá de lo estrictamente informativo y trasciendan hacia una comunicación pedagógica que favorezca la educación artística, científica, cultural, y ofrezca metodologías didácticas no formales que aseguren dinámicas de aprendizaje.

Lamentablemente, como ha señalado Katia Rejón en su reportaje especial de cultura de [i]La Jornada Maya[/i], los museos adolecen de profesionalización. Y esta ausencia se observa en la realización de exposiciones sin un enfoque pedagógico que fortalezca la comunicación educativa y promueva procesos didácticos que permitan una interpretación de los objetos o las obras de arte. El propósito final de usar las narrativas museológicas como estrategias educativas en las exhibiciones es develar lo que hay detrás de las obras. Narrar las historias de los objetos es una manera de encantamiento frente al espectador, que aumenta el placer de la observación y favorece el descubrimiento de lo que esconden las obras. Ojalá que en los próximos gobiernos (federal, estatal y municipal) los museos funcionen como debe ser, con profesionalismo, que por hoy no hay.

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