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Jafet Kantún
Foto: @MiSeleccionMX
La Jornada Maya

Viernes 22 de junio, 2018

Cuatro años sirvieron de preparación para que durante un mes, derroche de energía, cánticos, sollozos, enfados, tensión y sueños se conjuguen en 90 minutos y más, en lo que es la fiesta futbolística por excelencia.

La primera semana de cuatro ha transcurrido, y parece que comenzamos ayer. Ante una nueva edición de la Copa del Mundo, como cada cuatrienio vemos en nuestras pantallas un combinado de culturas: ojos rasgados, banderas colombianas, un sombrero charro, y los siempre alegres africanos, abrazados, esta vez en territorio ruso. Todos ellos, fijan la mirada en el Telstar, esférico elegido para esta ocasión.

Aunque la fiesta se repite una y otra vez, sin cambio notorio en las gradas, lo que sí cambia, o mejor dicho evoluciona se encuentra sobre el césped.

Muchos conocedores del balompié apuntaban hace ya varios lustros la reducción de la brecha de nivel entre el fútbol de selecciones. Los 12-1 de la época de Santillana, o el 9-0 a Martinica, en años recientes quedan como mitología cuando en el hexagonal cuesta trabajo sacarle los tres puntos a Jamaica en el mismo Coloso de Santa Úrsula. El duro camino de la selección a los mundiales de Corea-Japón o Brasil ya marcaba una nueva tendencia, el surgimiento de la aguerrida Islandia en Francia o el naufragio holandés abrían los ojos, pero la primera semana de fiesta en Rusia, en definitiva obliga a replantearse si existe aún tal diferencia, entre las potencias de siempre y los “pequeños de ahora”.

No sólo la mayoritaria cantidad de partidos que se han decidido por un tanto, sino los mismos emparejamientos que han roto todo pronóstico. Messi fue testigo de la epopeya Islandesa, a la Canarinha se le atragantó la organizada Suiza, Inglaterra sufrió contra Túnez y ni el mejor fútbol del mundo exentó el maratónico examen que supuso Queiroz y los iraníes el pasado martes. La garra charrúa en su debut, apostó justamente de garra, para sacar el gol pasados los 90 contra Egipto.

En Argentina, ante la constante crítica al combinado albiceleste, la dudosa presentación contra Islandia sirvió para avivar las llamas de lo que es la afición más pasional del mundo. En España, los expertos, en pleno amorío con el toque de Iniesta, la magia de Isco o el liderazgo de Ramos, se preguntan si la calidad del tiki taka será suficiente para revalidar su fútbol como el mejor.

Sólo los anfitriones parecen vivir en otra tónica. Sin grandes armas futbolísticas, decenas de miles que hacen resonar las estrofas del himno ruso previo a cada encuentro son suficientes para de momento dejar en el camino a sus rivales.

Ante tal mundial de sorpresas, se vuelve atrevido vaticinar a un monarca. Técnica le sobra a España o Brasil, experiencia a alemanes y argentinos, figuras a Francia. Entonces ¿Por qué no se puede logar las tres G del futbol? Ganar, gustar y golear, en este mundial a veces ni una.

Si bien, es posible que Rusia depare muchas sorpresas aún en su camino, parece aún no caer en cuenta de los mexicanos que el tricolor le ha hecho un quiebre al certamen. Y es que después de la hazaña en Luzhnikí, a México se le abre el mar cual pasaje bíblico de cara a un cuarto rival mucho más accesible que Holanda o Argentina.

Que nadie se engañe, Corea y Suecia le disputarán a México los tres puntos hasta el último minuto, pero de cumplir con lo esperado, ante México se pondría una oportunidad como no la ha tenido desde que Donovan se convirtió en el enemigo público del país por un día, en el ya viejo 2002.

Los 23 de verde que abordaron un avión con destino a Rusia, con dudas o no por lo desempeñado en la última competición oficial jugada, ahora tienen mucho que ganar y poco que
perder, Osorio ya lo sabía cuando apretaba a más no poder los puños después del gol de Irving Lozano.

El sueño mexicano sigue más vivo que nunca, como la justa. Mexicanos, seguramente hartos de tres meses de dimes y diretes entre los atrajeados que ya todos conocemos, se refugian en la sala de sus casas para, por hora y 45 minutos olvidarse de una realidad no muy grata en el país, y soñar una vez más como cada cuatrienio en junio con ahora sí, llegar al quinto partido y ¿Por qué no?, pensar más allá, en ser campeones del mundo, porque no se dice ganaron, sino ganamos.

Tres semanas restan, y se irán sin que nos demos cuenta, dejando independientemente del resultado una marca vivencial imborrable en todos nosotros, porque más allá de las posturas, afición, o apego al fútbol, a todos nos quedará lo vivido en ese día del Alemania-México, ahora sólo queda disfrutar de las tres semanas faltantes de Rusia 2018 y después comenzar de nuevo con la cuenta regresiva.

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