Golazos, no balazos

Paul Antoine Matos
Foto: Reuters
La Jornada Maya

Sábado 16 de junio, 2018

El gol de Cristiano Ronaldo al minuto dos derrumbaba los restos que quedaban en pie de la selección española. Durante la semana, su director técnico, Julen Lopetegui, firmó con el Real Madrid para la siguiente temporada y fue despedido por la Real Federación Española de Futbol.

Sobre el estadio de Sochi, el fantasma de Brasil 2014 asomaba a los campeones del mundo en 2010. Con un técnico, Fernando Hierro, con casi nula experiencia y solo dos días en su cargo, España recibió el gol apenas al comenzar el partido, desde el penal. La sensación era que sería imposible levantarse y empatar el partido, que Portugal, con Cristiano Ronaldo, era mucho más que el conjunto.

Pero se levantaron. A los 20 minutos del gol de CR7, Diego Costa reaccionó. El jugador del Atlético de Madrid se repuso del mundial pasado en Brasil, su país natal. Tomó el balón, encaró a Pepe, dribló a tres lusitanos y disparó a la portería. Gol.

Al minuto 44, antes del medio tiempo, Cristiano Ronaldo aparece de nuevo con un gol, en el que David De Gea tuvo un error que cuesta un mundial si el partido fuese de eliminación directa. Al descanso, España se iba con la sombra de la decepción.

Pero en minutos, Diego Costa empató a dos y Nacho, quien cometió el penal del principio, se redimía con un golazo aventajaba por primera vez a Portugal. España nunca cambió su estilo de juego ni modificó sus intenciones, mantenían el control del balón y con calma enfrentaron las adversidades en busca del gol del empate y luego el de la victoria.

Cristiano es Cristiano, su ego salía lastimado al saber que tiene que pagar al fisco español 18 millones de Euros, y el de Rusia puede ser su último mundial. Con apenas tres goles en tres mundiales, en 90 minutos empató esa cifra.

Jorge Valdano definió el partido como “un hombre contra un equipo”.

Si el Barcelona es “más que un club”, la española es “más que una selección”. La fortaleza de los jugadores no reside en una persona, como lo es el director técnico o el presidente de la federación, se basa en un estilo definido, con cimientos en la mentalidad.

Pero la virtud más importante del deporte español en el siglo XXI es su psicología.

En un proyecto que Luis Aragonés construyó y consagró, Vicente del Bosque lo tomó y apenas si realizó cambios que lo llevaron a lo máximo del futbol mundial y dieron un partido inolvidable contra Italia en la final de la Euro 2012. Para Brasil 2014, parecía que la Furia Roja y su Tiki Taka caía como el Imperio Romano. En 2016, Lopetegui tomó las riendas y reconstruyó al equipo, hasta que el Madrid lo arrebató y Fernando Hierro fue obligado a mantener esa esencia.

Después de lo desplegado en Sochi, España demuestra que el cambio de entrenador no afectó ese estilo y que es capaz de ser campeón del mundo.

Desde que Barcelona celebró los Juegos Olímpicos en 1992, el proyecto deportivo español decidió generar un proceso hacia la victoria enfocado en la psicología y la capacidad de resiliencia. En el tenis con Rafael Nadal, el basquetbol con Pau Gasol, Mireia Belmonte en la natación, la Fórmula Uno con Fernando Alonso, a nivel de clubes con Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid y Sevilla, Alberto Contador en el ciclismo, la lista de deportistas y equipos españoles exitosos durante las dos primeras décadas de este milenio es extensa.

En México, ni su fútbol ni su programa deportivo tienen interés en formar a deportistas de alto temple, cuya mentalidad los lleve a afrontar las derrotas como una lección y no como un hecho que estaba destinado a ser, tal como ocurre con ese tan negado quinto partido.

En los 24 años que han pasado desde 1994, la selección mexicana ha podido establecer un proyecto a largo plazo que le permita acceder a cuartos de final, pero más allá aún. Sin embargo, no lo ha hecho. Por desinterés, porque lo económico es prioridad sobre los éxitos deportivos, desde los directivos han preferido deshacer las pocas cosas buenas que tiene la liga local y poner obstáculos a los jugadores con el talento suficiente para tomar el riesgo de jugar en Europa.

Los deportistas de alto rendimiento tienen que abrirse paso por cuenta propia y pedir apoyos económicos en el metro para lograr llegar a unos Juegos Panamericanos u Olímpicos.

La diferencia es clara entre un proyecto que quiere crecer y ser el mejor del mundo y otro que se conforma con los ingresos en dólares y los octavos de final.