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Giovana Jaspersen
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 15 de junio, 2018

La genialidad de Mozart ha sido siempre tema de recurrencia, gran cantidad de historias aderezan las piezas más emblemáticas del precoz compositor llevándolas a planos de un análisis, en muchas ocasiones, casi fantásticos. Su singularidad, así, lo ha alejado de comparativos vanos y entre historias se ha forjado un mito.

Se dice, por ejemplo, que pidió matrimonio a los ocho años a una mujer-niña que posteriormente sería la reina de Francia; que era capaz de memorizar piezas completas al escucharlas por vez primera e incluso podía escribirlas y reproducirlas posteriormente. Que componía en la cabeza y no arrastrando tinta sobre papel, hasta que una vez que las notas estaban en orden y formadas, las registraba sin corregirlas como un parto de lo ya gestado. Incluso, que compuso la obertura de [i]Don Giovanni[/i], que muchos catalogan como su más grande ópera, unas horas antes de que fuera el estreno, por lo que cuando los músicos recibieron partituras la tinta aún estaba fresca y fue imposible su ensayo previo.

Aquello fue en el Teatro Estatal de Praga el 29 de octubre de 1787, bajo su título completo de [i]Il Dissoluto Punito, ossia il Don Giovanni Dramma giocoso in due atti[/i]. La obra, compuesta en ocho meses, bajo el libreto de Lorenzo Da Ponte, fue un encargo de dos empresarios del teatro Nostitz-Theatre de Praga, quienes después de éxito de [i]Las Bodas de Fígaro[/i], contrataron a Mozart para una nueva composición, logrando éxito reiterado. Así, sumaron dos mitos: el del músico y el del arquetipo, pues inscribe la reelaboración del tema literario del Don Juan.

El embustero y conquistador nació en la literatura de la pluma de Tirso de Molina en [i]El Burlador de Sevilla[/i]. Y no hay que perder de vista que el autor, en tanto que fraile, depositó en la obra y el personaje un afán moralista y aleccionador, para mostrar el pecado como causa de castigo y perdición. Don Juan nació siendo pura carne sin razón, naturaleza centrada en el ejercicio de seducción como materia de construcción de sí mismo, aplastando la moral y sus preceptos. En las distintas versiones del arquetipo que han llenado las artes, premia el encanto y la trampa, la fascinación frente a un hombre tan amado como detestado.

El Giovanni de Mozart y Da Ponte, que es ya de todos, es un hombre con mujeres en cada villa, aldea y país. Cuyas andanzas quedan en el catálogo de su criado registrando, seiscientas cuarenta en Italia; en Alemania doscientas treinta y una; cien en Francia, en Turquía noventa y una; y en España mil tres. Sus conquistas se cuentan en miles y van entre campesinas, camareras, burguesas, condesas, baronesas, marquesas y princesas. Mujeres de todos los rangos, de todos los tipos y todas las edades. Rubias, morenas y canas de las que alaba gentileza, constancia o dulzura. Un hombre que prefiere amantes robustas en invierno y delgadas en verano, viejas como trofeos; pero jóvenes principiantes como su mayor pasión de conquista. Ricas, feas o hermosas, pero que lleven faldas.

Habita en una ópera rica, con grandes momentos orquestales, arias, recitativos y silencios; abundante, como los recursos que el libreto incluye, destacando incluso una estatua que toma vida y venganza, y las voces del infierno que aleccionan. Drama, burla, comedia, moral, paranormalidad.

La ligereza del deseo y la conquista frente al compromiso anhelado, se respiran durante toda la obra; una muestra de la construcción de los estereotipos y la manera en la que hemos formado incluso los propios. ¿Qué pensaríamos de él hoy? Del hombre que abusa, mata, conquista y engaña; un embustero que finge amor por compasión, pues dice, que aún a su pesar es una buena persona. Qué pensaríamos de las mujeres que se compadecen a sí mismas y se enamoran del ¿rufián? Que suspirando le piden que cambie y deje su vida, que buscan ser sus salvadoras tanto como él busca su piel debajo de las telas. Cómo vemos, a las presas y al captor. Pero especialmente, qué tanto se debe a este tipo de arquetipo lo que nosotros pensamos, o no, en torno al deseo, la pasión y el disfrute. La lejanía marcada por generaciones en la visión el goce cercano a la malicia del pecado.

Cuando en torno a 1835, Kierkegaard con 22 años entonces, ocupando la segunda platea en el Teatro Real de Copenhague estuvo frente a la representación de Don Giovanni registró “¡Oh, Mozart inmortal, a ti te debo todo, a ti te debo el hecho de haber perdido la razón, te debo la ofuscación de mi alma, haberme estremecido en lo más íntimo de mi ser, a ti te debo el hecho de no haberme pasado la vida entera sin que nadie pudiese conmoverme, a ti te doy las gracias de no tener que morir sin haber amado”.

Hoy, tenemos la oportunidad de ver (casi) lo mismo que en aquel tiempo, pero con los cristales del siglo XXI y registrar nuestra reacción, en el Teatro Peón Contreras de Mérida. Serán cinco fechas las que la OSY, grandes voces, directores y especialistas en iluminación, escenografía y vestuario nos retratarán al conquistador de todos los tiempos, hoy fuera de tiempo. Oportunidad de conocer nuestras reacciones y preguntas, darnos respuestas frente al arquetipo, mientras se nos pregunta ¿Te vas a dejar seducir?

[b]giovana [email protected][/b]


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