de

del

Foto:

Aline Castellanos
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Miércoles 13 de junio, 2018

El corazón a mil. La presión también. Rodeada de personal médico del área de tococirugía, hay voces que me ordenan: “¡acuéstese señora!”; siento el enojo de todas esas personas con bata, que me miran con molestia. Mucho barullo el mío, que he pedido desde que me ingresaron que me dejen estar parada, o por lo menos sentada: “¡No!” me han dicho en todos los tonos posibles.

-¿Y mi presión doctora? Está elevada. En un aparato encima de mi cabeza, en números rojos enormes se lee: 132/80

- No, es normal.

- Es que mi presión normal es de 90/60.

Al cabo de mucho rato se toma la molestia de mirar el aparato y repensar lo que le estoy diciendo: “Sí! Está alta! Ahorita le ponemos un medicamento”.

Todo el día he ido de estrés en estrés. Desde que me metieron en esa sala, por mi cama desfilaron unos ocho o diez estudiantes, o pasantes para preguntarme si éste era el primer embarazo, si había tenido abortos, cuántos, inicio de vida sexual, número de parejas. Aún no tenía contracciones y al principio hasta contesté de buen modo. Al tercer o cuarto interrogatorio tenía ganas de decir cualquier cosa, inventar unas 40 o 50 parejas sexuales, 15 abortos y al siguiente decirle que había llegado virgen al matrimonio. Pero ahí nadie parecía estar para chistecitos. Yo tampoco.

Y luego, un doctor vino sólo a asustarme: “Le vamos a hacer cesárea, porque no sabemos si el corazón de su bebé aguantará el parto natural”. “¿Qué?!!! Por qué me dice eso doctor?”. Pero no me contestó.

Cuando iniciaron las contracciones me llevaron a una esquina del cuarto a hacerme algún tipo de estudio. No supe de qué, para qué, ni el resultado. Me regresaron a mi cama y me dijeron que tenía que acostarme.

Gracias, prefiero estar de pie.

No. Acuéstese.

Estoy más cómoda así.

Madrecita, se puede lastimar, mejor acuéstese.

De verdad, quiero estar parada.

¡No puede estar parada! no la podrá checar el doctor.

De madrecita pasé a señora no sea necia, y de un pasante, a tener alrededor de mí a todo el equipo del piso. Tuve que subirme a la cama y recostarme. Dolía mucho, muchísimo más que si estaba en vertical.

Pasa el tiempo, las contracciones, los chequeos por diferentes personas.

En la siguiente contracción intento incorporarme, aunque sea sobre los codos. Se me escapa un grito. “¿No entiende que tiene que acostarse?, y deje de gritar, le va a quitar el oxígeno a su bebé”. Siento que ya no aguanto, siento presión en el pecho, dolor en la espalda, falta de aire. Aprieto entre las manos una piedrita de río con forma de corazón que mi hija grande me dio antes de entrar al hospital. Pido que me hagan una cesárea. “No”. Dice terminante un doctor: “tiene ya 7 de dilatación, mire, la indígena, está chaparrita y no está gritando ni haciendo escándalo”. Y de pronto llegan dos o tres o cuatro, me inmovilizan y me aplican una inyección en la espalda que me duele hasta el alma. “Quédese quieta o puede quedar mal”. “Y qué me están poniendo?” Pues anestesia, ¿no que quiere que ya no le duela?” Me duelen las manos de apretar mi piedrita en forma de corazón.

De pronto ya no me duele nada, tengo sueño. Se me cierran los ojos y pienso que qué bueno que me pusieron esa inyección. Pero luego me aterrorizo: ¡ya no siento el dolor de las contracciones!!”

Me toco la panza, y cuando la siento dura intento pujar, llamo a una mujer con bata que está cerca. Me dice que tengo que pujar más justo cuando se ponga dura. Me hace un tacto, quizás el número 15 o 20. Y llama a un doctor. Ya tengo 9 de dilatación. Me pasan rápidamente a otra área.

¡Puje señora!

Es que no estoy sintiendo nada.

Le estoy diciendo que puje.

Pide algo que no sé qué es. Veo que un asistente le da una tijera.

No me corte doctor, por favor. Yo ya tuve una hija y no necesitaron cortarme. Me apresuro a decir.

No me mira. Sólo escucho un “tic” y veo que devuelve una tijera ensangrentada.

Puje, su bebé ya está aquí.

Obedezco. Vuelve a ordenar y vuelvo a obedecer.

Ya está aquí, ¡Puje!

Desde mi posición sobre los codos, pujo de nuevo y siento cómo sale ella, se me llena el cuerpo de felicidad. Quiero pedir que no le corten el cordón inmediatamente, pero pienso que no tiene ningún caso. Me la muestran, le hablo, se la llevan a una mesa atrás de mí. Me siento y la siento abandonada. Mientras limpian, miden y tapan a mi hija le hablo. No quiero oírla llorar. Me la muestran de nuevo, fugazmente, y se la llevan. Cuando siento que baja la placenta me acomete una nueva chispa de esperanza o de necedad y le pido al doctor que por favor la guarde.

-Ya se cayó al piso, ya se contaminó. Me dice y pide algo que resulta ser un montón de algodón o gasa. Me mete todo eso provocándome un acceso de dolor tantito peor que el parto. “¡no sea bárbaro! ¿no ve que acabo de parir?” le grito. Veo que hay varias pasantes que se ríen. Ni se inmuta. Pide hilo y aguja.

No veo a dónde se llevaron a mi bebé. Veo entre mis piernas a ese hombre con bata y cubrebocas, afanoso, en silencio, con su aguja e hilo. Miro mis manos sin la piedrita en forma de corazón. Me suelto a llorar.


Lo más reciente

Ecuador recibe denuncia contra el diplomático mexicano Roberto Canseco

El funcionario intentó impedir el asalto a la embajada en Quito y la detención de Glas

Arturo Sánchez Jiménez

Ecuador recibe denuncia contra el diplomático mexicano Roberto Canseco

Protección Civil nacional presenta en Quintana Roo el nuevo protocolo ante huracanes

La prioridad será fortalecer la cultura de la prevención

La Jornada Maya

Protección Civil nacional presenta en Quintana Roo el nuevo protocolo ante huracanes

Tribunal ordena al Congreso de Jalisco despenalizar el aborto

Tras la decisión, será la entidad número 13 en derogar el delito por interrupción del embarazo

La Jornada

Tribunal ordena al Congreso de Jalisco despenalizar el aborto

‘Datathón’, la convocatoria para prevenir la violencia de género con tecnología en Yucatán

Semujeres invita a jóvenes de 17 a 25 años a presentar sus iniciativas

La Jornada Maya

‘Datathón’, la convocatoria para prevenir la violencia de género con tecnología en Yucatán