Especial: Almas limpias
Mauricio Ramos Ontiveros tiene 12 años, es un niño con síndrome de Down que llegó junto con su familia hace cuatro años a Cancún, proveniente de Ciudad del Carmen, Campeche. Además de acudir a terapia formal, toca la batería, le gusta el rock y practica el baile folclórico. “Quizás aprenden diferente y más despacio, pero se le ha dado lo mismo que a su hermana, se levanta y hace sus obligaciones”, relata su madre, Yesenia Ontiveros.
Mauricio juega con tierra mientras su madre, que colabora directamente en la organización, lo observa. Junto con otros 21 niños forma parte de los alumnos de la asociación Pro Down en Cancún. Desde su llegada de Campeche, a los ocho años, el menor se incorporó a este Centro de Terapia Educativa.
Yesenia Ontiveros relata que la familia ha decidido no incorporarlo a la escuela regular, pues estudió los primeros años en un Centro de Atención Múltiple en su natal Campeche y no encuentra buenas recomendaciones en Cancún para su educación.
“Exploramos opciones y preferimos quedarnos sólo con terapias y buscar los documentos de acreditación educativa por otro lado”, dice su madre.
Para ella, siempre había resultado complicado encontrar una red de apoyo para entender y accionar con respecto a Mauricio.
“Desde que me lo entregaron en el hospital sabes que estás por tu cuenta, he conocido pocas personas que te dicen ‘este es el camino, por ahí va’, tienes que buscar, prueba y error, y emigramos y honestamente las recomendaciones no eran buenas, encontramos la fundación, evaluamos nuestras opciones y dijimos, nos quedaremos con la opción de terapias”, cuenta.
La mujer, madre también de una joven de 22 años, sostiene que difícilmente la sociedad está orientada con respecto a qué hacer en estos casos, por ello no se le brinda la importancia de saber a dónde, con quién y cómo recomendarlo, “hasta que no te encuentras en esta situación es como comienzas a buscar”.
Mauricio, como todos los niños de su edad, empieza a transitar por la adolescencia, un doble reto para su familia.
“Estamos empezando la adolescencia, se complica porque él casi no comunica, se guarda sus cosas y es ahí en donde encontramos el reto, porque como todo adolescente, amanece contento y en cinco minutos no sé qué pasó que ya se molestó”, menciona su madre.
Mauricio disfruta mucho jugar fútbol, toca la batería y le gusta el rock; “me presentó a Queen y a los Kiss”, relata su mamá y Mauricio asiente emocionado “¡Si!”. Además, hace danza folclórica en la unidad deportiva Iris Mora y practica natación.
Su madre confía en que el entorno que rodea a su hijo le ayude a integrarse a la sociedad, aunque también sabe que existen muchos estereotipos al respecto.
Edición: Laura Espejo
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