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La violencia sexual contra las niñas y adolescentes se ha vuelto “permanente y cotidiana” en América Latina y el Caribe, lo que ha facilitado que las menores se conviertan en víctimas de otros tipos de violencias extremas como las desapariciones o los feminicidios con el objetivo de ocultar el primer crimen, revela informe. 

Así lo detalla el informe denominado La interrelación y los vínculos entre la violencia sexual y la muerte de niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe, en el que 25 investigadoras de la región han analizado la violencia feminicida que sufren las menores de edad en Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Perú, Colombia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, República Dominicana, Honduras y México entre 2010 – 2019.

“La violencia sexual se transformó en sólo una década en la violencia estructural que posibilita otras violencias más brutales. En la mayoría de los países analizados la violencia sexual está al alza o se mantiene constante”, dijo Emanuela Borzacchiello, una de las investigadoras que participó en la elaboración del informe, en una rueda de prensa a inicios de año.

Según datos recogidos por la investigación, que contó con el apoyo de la Iniciativa Spotlight, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem), el 12 por ciento de las niñas, adolescentes y mujeres han sufrido violencia sexual en la región.

Y aunque este porcentaje puede parecer alto, las deficiencias de los registros nacionales de los países han impedido obtener una descripción cabal y un real mapa de la situación, tal como lo alertó en una entrevista con Efeminista, la directora de asuntos de género de la Cepal, Ana Güezmes.

 

La violencia feminicida hacia niñas y adolescentes

Esta investigación plantea que la violencia sexual no es una antesala de las otras agresiones, sino un tipo de violencia feminicida que actúa como parte del continuum y de la acumulación de otras dimensiones de la violencia. 

Además, analiza su conexión con el feminicidio/femicidio, la desaparición, el suicidio, la falta de acceso a la interrupción legal del embarazo y la muerte materna. Esta interrelación no se presenta de forma jerárquica, pero sí interconectada.

“Cuando la violencia sexual se vuelve estructural instala un sistema que expulsa a las niñas y a las adolescentes de la sociedad y las coloca en una posición de aislamiento material y moral”, dice Borzacchiello.

Un ejemplo de la conexión entre violencia sexual y las muertes es el caso de Sandra, una niña de El Salvador que se suicidó cuando tenía 15 años. Un día, cuando tenía 13, pandilleros golpearon a su puerta para avisarle a su madre que se la llevarían. “Miles de familias viven aterrorizadas, con miedo de que algún día golpeen a sus puertas. No les dan opción: o entregan a las niñas o las matan”, se señala en el documento.

Dos años después de ser tratada como “esclava sexual”, Sandra se envenenó y murió en el hospital. Su realidad es la de miles de menores que viven zonas de conflicto armado de algunos países centroamericanos o Colombia.

 

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El informe alerta que el estigma social contra las niñas y adolescentes que sufren violencia sexual sigue siendo uno de los componentes clave que determina la reproducción de la misma. “Sus cuerpos, que se conciben como cuerpos ‘para otros’, se pueden violar o vender, y cuando sufren un embarazo infantil forzado producto de una violación, suelen ser culpadas, ocultadas y en algunos casos expulsadas”.

 

Los feminicidios en América Latina

Demostrar que existe una relación entre el feminicidio y la violencia sexual “es difícil”, se señala en el informe. “Entre otras razones por la inadecuación de los protocolos, porque las investigaciones judiciales no suelen incorporar la perspectiva de género y los delitos terminan tipificados como homicidios al no registrar las violencias previas sufridas por las víctimas”.

Sin embargo, en la mayoría de los países analizados preocupa la saña con la que se ejerce la violencia contra las niñas y adolescentes y la violencia sexual previa al asesinato que se replica con frecuencia.

En este sentido, el caso de Bolivia es particularmente emblemático porque se revelan casos de feminicidios sexuales sistémicos organizados. “En la actualidad hay casos de feminicidios grupales, llevan a una amiguita a pasear y en grupo la atacan y la matan. Todos esos casos tienen que ver con el tema sexual. El fin último es la violencia sexual y se les va la mano”, dijo una activista experta en el tema a una de las investigadoras.

Uno de los hallazgos más alarmantes de esta investigación es que durante el periodo de análisis de estudio, no sólo baja la edad de la víctima, sino también la del agresor. “En un mes hemos tenido cinco niñas violadas aquí en la ciudad. Antes no les quitaban la vida, antes no las mataban; ahora las están matando, pero, además de matarlas, las torturan, las mutilan, las hacen pedacitos, las encuentran con miles de puñaladas, hay mucho odio”, contó otra activista mexicana.

En Colombia, el caso de Maira Alejandra Orobio, una niña de 11 años que fue violada y asesinada en enero de 2021 en una localidad en la costa del Pacífico, provocó la indignación en el país y manifestaciones de repudio. Encontraron su cuerpo desnudo en una poceta, con signos de tortura, golpes y abuso sexual.

 

Las desapariciones de niñas y adolescentes

Las desapariciones también son una problemática extendida en la región que se ha vuelto difícil de descifrar. En México, por ejemplo, se registran cada vez más desapariciones de mujeres, según ha denunciado Amnistía Internacional.

Julia Monárrez, quien ha investigado por años los feminicidios en Ciudad Juárez, asegura que hoy en día, para borrar todas las huellas de la violencia, incluida la violencia sexual, “es más fácil hacer desaparecer un cuerpo que asesinarlo”.

En el informe se señala que se sigue estigmatizando a las niñas y adolescentes que desaparecen con frases como: “Huyó con su novio”, “son problemas familiares y no hay nada que investigar”, “no quería ir a la escuela, volverá mañana”.

En algunos países, los casos de desaparición a menudo son investigados como trata de personas, usando protocolos inadecuados para las búsquedas. Pero en general, en casi todos los países analizados, persiste la ausencia de datos suficientes para examinar el fenómeno, revela. 

Las investigadoras enfatizan en que, para empezar a cambiar esta situación, los gobiernos deben entender que las causas de los feminicidios no son las mismas que las del aumento de homicidios y muertes violentas de hombres. Por lo tanto, se requiere profundizar sobre las violencias que rodean los espacios donde habitan las mujeres y las niñas y adolescentes para proponer soluciones de política pública

 

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Edición: Estefanía Cardeña