Violencia sexual hacia menores, un fenómeno ‘normalizado’ en Yucatán

Directora de Casa Crisal destacó que el estado no está preparado para abordar el tema
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

La violencia sexual hacia las infancias es un problema que ha incrementado durante la pandemia en Yucatán. Así lo indicó María Jesús Ocaña Dorantes, directora del refugio Casa Crisal en Mérida, en donde atienden a niñas y adolescentes víctimas de ese tipo de abuso. Lamentablemente, dijo, este fenómeno “se ha normalizado en el estado”.

Entrevistada en el teatro Armando Manzanero, la activista condenó que en aras de los llamados “Usos y Costumbres”, las mujeres en muchas ocasiones aceptan que sus derechos sean violentados. Desde el hecho de no tener derecho a ir a la escuela; hasta no poder elegir con quien compartir su vida. 

Todo esto, condenó, implica una desventaja para ellas; y también una aceptación de la violencia para las niñas pequeñas. Fue la pandemia la que puso en evidencia este tipo de violencias; y a manera de ejemplo, María Jesús Ocaña expuso el caso de dos niñas meridanas que sufrieron esclavitud sexual a manos de su madre y abuela.

“Estamos hablando de un ciclo de violencia: las niñas nunca probaron leche, ni alimentos. Ellas eran alimentadas con fluidos naturales de los adultos que las iban a ver; y cuando requerían alimento sólido les daban heces fecales”, compartió la presidenta de Casa Crisal. Así estuvieron, contó, hasta que la más pequeña cumplió tres años; y cuatro la grande.

“Cuando ya no tuvieron la capacidad para llenarse con heces fecales, les dieron Resistol, como a los niños de Chiapas que se ven en la calle. Fue una cosa terrible”, prosiguió. Al no gustarles el Resistol, dijo, las pequeñas comenzaron a llorar de hambre, así que sus agresoras decidieron matarlas.

“Las llevaron desnudas al patio; y como nosotros (en Yucatán) somos muy chismosos y comunicativos -eso fue muy bueno- unos albañiles vieron lo que estaba sucediendo; y fue cuando intervinieron y las rescataron. Es por eso que hoy están vivas”, sentenció.

La activista destacó que Yucatán no es un estado preparado para abordar el tema de la violencia sexual hacia las infancias, ya que las autoridades no pueden hacer nada si los padres de familia no interponen una denuncia; y son ellos quienes ejercen la patria protestad. En ocasiones, son ellos mismos quienes lastiman a sus hijos e hijas.

Lamentablemente, abundó María Jesús, hay asociaciones que defienden a los papás que están haciendo esto; y cuyos hijos han recuperado gracias a estas instituciones. Se trata de un tema delicado, dijo, no sólo en Yucatán, sino en todo el país.

 

Adultocentrismo

Al hablar de las violencias más recurrentes en Yucatán, Ocaña Dorantes señaló que el primer lugar lo ocupa la omisión de cuidados, es decir, cuando a los padres no les importa la comida, el sueño y el vestido del menor. 

“Como hubo muchos problemas económicos (en la pandemia) entonces los papás empezaron a prostituir a sus hijos; y para ellos es ‘un juego que no les gusta’, porque les lastima, pero ‘está permitido’ porque son sus papás quienes se los presentan”, advirtió.

El problema de esto, explicó, es la descalificación de los adultos hacia los niños. Cuando una niña, por ejemplo, afirma que su tío abusa de ella, la mamá no lo cree y le da más credibilidad al adulto. Es ahí cuando entra el Estado a ejercer su tutela.

“Es un trabajo maratónico porque es navegar contra corriente. Los papás son los primeros que se quejan de que el Estado les quite a sus hijos, porque les está quitando su modus vivendi, pero ellos (muchas veces) son los que están cometiendo este tipo de abusos”.

En ese sentido, reconoció que la ciudad de Mérida es segura porque “no vamos a encontrar quien nos ‘levante’ en una camioneta”, pero la violencia está en los hogares, aseveró María Jesús Ocaña.

 

Contar secretos a los árboles

Cuando hay violencia sexual, las primeras cuestiones que se ven afectadas en las y los menores son de tipo sicológico, espiritual y emocional. Es por eso que en Casa Crisal se dan a la tarea de empoderar a las niñas brindándoles vestimenta, apoyo moral y comida cinco veces al día.

“Las niñas o adolescentes que vienen por trata solían tener una cuota de servicio para atender a 20 o 30 clientes y así tener derecho a comer; y si no lo hacían de manera correcta las castigaban. Por eso cuando entran (a Casa Crisal) se extrañan de poder dormir una noche completa”, manifestó.

En ese recinto, sostuvo, las niñas crían animales y reciben clases de agricultura orgánica, lo que la abogada Ocaña consideró un proceso de restauración espiritual, pues al ser pequeñas, no tienen las palabras para describir lo que les ha sucedido.

“¿Cómo voy a proceder a una restauración si no le puede dar ese nombre; y si yo le doy el nombre no lo reconoce? Entonces tenemos una actividad muy bonita que consiste en contar secretos a los árboles, que da lugar a un ciclo de sanación espiritual maravilloso”, detalló.

En el refugio hay únicamente cinco personas trabajando, quienes atienden actualmente a 10 adolescentes; y están por entrar dos pequeñas más procedentes de Afganistán. Además, trabajan activamente en diversas comunidades al interior del estado.

Casa Crisal brinda acompañamiento a las niñas violentadas sexualmente, mas no interviene en temas jurídicos al tratarse de infantes bajo la tutela del Estado. Entonces son instituciones de corte gubernamental las encargadas de dar continuidad a las denuncias.

 

Proyecto Casa Crisal

Casa Crisal es una línea de acción de la asociación civil Proyecto Crisal. Está diseñada como un espacio seguro para generar la restauración de los derechos humanos de niñas y adolescentes sobrevivientes de violencia sexual.

Actualmente en el albergue, los recursos que utilizan son propios, por eso participan en eventos de beneficencia que contribuyen a solventar los gastos del lugar. Antes de la pandemia el estado solía apoyarles con 30 mil pesos mensuales.

“Durante la contingencia se hicieron restructuraciones y recanalizaciones al sector salud; y entonces teníamos que presentar el proyecto y solamente nos daban 10 mil pesos”, lamentó la activista.

El gasto corriente del refugio, precisó, asciende a 85 mil pesos mensuales, por lo que el resto -75 mil pesos- deben obtenerlo de cualquier otro modo. Han realizado bazares, trueques, venta de huevos orgánicos, pero el Servicio de Administración Tributaria (SAT) no lo permite, así que desistieron.

En ese sentido, María Jesús Ocaña Dorantes hizo un llamado a las autoridades y la sociedad en general a apoyar a la causa, ya que el año pasado -en el mes de mayo- estuvieron a punto de cerrar; y son el único espacio de este tipo en la región. 

A lo largo de 13 años Casa Crisal ha impactado en la vida de 242 niñas y adolescentes de varias partes del país. El teléfono para obtener cualquier información respecto al refugio es el 9992389893; y en redes sociales puede encontrarse como Proyecto Casa Crisal.

 

Edición: Laura Espejo


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