Escenografía, el elemento más "durable" en una puesta en escena

Texto y foto: Katia Rejón
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 24 de abril, 2018

Se suponía que Erick Soto Rodríguez iba a ser ingeniero. Después sería -decididamente- un artista visual o diseñador gráfico. Hoy no es ninguno y al mismo tiempo es todos. Hace paisajes teatrales. Cada quince días, a las tres de la tarde, cruza la calle desde su casa-taller para recoger los palets que una empresa tira a la basura. Con ellos fabrica utilería para la próxima puesta en escena, o un mueble para su espacio de trabajo.

“De chiquito me llevaban al circo y terminaba emocionado, pero no por los actores sino porque veía las luces, la estructura. Mi mamá me decía ‘ve al payaso’, pero yo veía todo lo demás”, cuenta.

Tiene los ojos de un niño que no está acostumbrado a hablar de sí mismo. Nos sentamos en un trono azul y un trono rojo. “Son para una obra de teatro de estudiantes de la ESAY”, explica. Los tronos están hechos con sillas de ruedas que encontró como desperdicio en algún lugar. También tiene electrodomésticos apilados que convertirá en un equipo de sonido para una obra que se estrena en junio.

Entró a la carrera de artes visuales en Pachuca, Hidalgo -su ciudad natal- por error. “Me enteré de unos cursos de arte y como me gusta dibujar, me metí. Hasta el final supe que era el propedéutico para la carrera de artes. Me la pasé súper padre así que me inscribí”, platica.

A Mérida llegó de visita hace tres años. Conocía a Valeria Florián, asistente de la directora del teatro La Rendija, Raquel Araujo. “Estaba haciendo unos grabados y Valeria se los mostró a Raquel. Le gustaron tanto que los puso en el vestuario del [i]Divino Narciso[/i]”. Después de eso, el productor Óscar Urrutia lo invitó al montaje de la obra y fue su primer acercamiento al teatro.

Volvió para quedarse como jefe de foros de La Rendija en agosto del 2016 y desde entonces hace la escenografía, el diseño sonoro y la ambientación.

De todos los aspectos que involucran a una obra teatral, la escenografía es uno de los más “durables”. Su naturaleza material permanece incluso cuando la obra termina, al mismo tiempo, el espectador pocas veces repara con atención en la utilería o las proyecciones más allá de verlas como un complemento que enmarca la escena, que la traduce.

Erik Soto está consciente de eso pero le gusta su trabajo porque le permite ser intuitivo. “Es un montón de chamba. Hay escenógrafos, tramoyas, técnicos de audio que pasan días de montaje y desgaste físico. Algunas veces es un trabajo de riesgo porque tienen que subirse a andamios muy altos”.

Como todos los creativos, a veces se bloquea. “Tengo tantas cosas que hacer que a veces no puedo tener una idea concreta. Sí me cuesta, es difícil. Cuando me pasa dibujo, leo, escucho música para que se dispersen las malas ideas y salgan las buenas”.

Añade que trabajar con Óscar Urrutia es increíble. “Es un maestro para mí. Todo es muy intuitivo, no hacemos bocetos. Raquel Araujo le dice una idea y él va construyendo pieza sobre pieza, así me gusta trabajar también”.

Además de la parte artística, de leer las obras de teatro y concebir las ideas de una pieza, el trabajo de Soto requiere de un conocimiento técnico. Al traerlo a cuento, sonríe porque es algo que ya ha pensado antes:

“En Pachuca tengo bastantes tíos y cada uno se dedica a diferentes cosas. Uno es carpintero, otro herrero y otro plomero, con ellos me juntaba de chiquito y me invitaban a trabajar. Aprendí carpintería, plomería y cuando estudiaba mecánica automotriz también hacía trabajos de ese tipo. Ahora veo que todo lo que aprendí en mi vida, se junta aquí para crear cosas”.

Explica que le gusta sellar su trabajo con un estilo propio. El uso de materiales reciclados y el movimiento son parte de su estética. “Me gusta que aunque se vean rígidos, tengan soltura. Por ejemplo, en esa silla donde estás sentada, la rueda de arriba puede girar y los brazos también”.

Al preguntarle si no le da tristeza que su trabajo plástico se lo queden otros, dice que no, que es de las cosas que más le gusta. No lo dice así, pero el escenógrafo le devuelve al mundo los materiales que ya transformó en arte.