Juan Carlos Pérez
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 10 de diciembre, 2019

Gente consciente que aprecia las diferencias y sabe que las opiniones son más que una sola para un mejor mundo, es una de las reflexiones de Yurek Mckelligan, presidente de CISV México, sobre las personas que pasan por esta organización dedicada a que las sociedades sean más justas y promoventes de la paz.

Children´s International Summer Villages (CISV) es una organización con presencia en 68 países, entre ellos México, con cinco sedes: Ciudad de México, Monterrey, Querétaro, Guadalajara y desde hace un año en Mérida.

La idea de la organización, explica Yurek, surge de la doctora Doris T. Allen, quien en la década de los 40 pensó que darles oportunidades a los niños para que conocieran otras culturas, lo que les permitiría ser más comprensivos, siendo embajadores de un mundo justo y pacífico.

Allen presentó la idea ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 1945. Sin embargo, no recibió apoyo de la organización y entonces decidió emprender ella misma la elaboración de un presupuesto y estructura para que, años después, CISV quedara registrada como una corporación sin fines de lucro en 1950.

Un año después llevó a cabo su primer programa, en Cincinnati, con la participación de jóvenes de Austria, Gran Bretaña, Dinamarca, Francia, Alemania, Noruega, Suecia, Estados Unidos y México.

La organización lleva actividades durante todo el año, pero la parte central son campamentos de 28 días con la participación de niños de diferentes países quienes, bajo el idioma inglés como eje, conviven, aprenden entre ellos y mandan el mensaje de la paz.

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Actualmente participan entre 11 y 13 países por viaje. Estos son denominados delegaciones y se componen por dos hombres y dos mujeres de 11 años y un adulto mayor de 21 años.

Tan solo el año pasado lograron la presencia en 68 países con la participación de 10 mil 500 niños, comenta el presidente de CISV México.

El trabajo se centra en cuatro pilares: Inclusión, Derechos Humanos, Diversidad, y Sustentabilidad.

Las actividades están basadas en juegos con los que alcanzan sus objetivos, se trata de aprender haciendo (learn by doing).

La clave en CISV son los voluntarios quienes, con un espíritu de ayudar, se involucran con la organización y así es como va creciendo, hasta consolidarse y formar un gran grupo en el que participan familias completas marcadas por experiencias de vida sobre justicia, la igualdad y la paz.

[b]Experiencias exitosas, cambios de vida[/b]

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Yurek recuerda en su paso por la organización ejemplos que se le han quedado marcados. Uno es el caso de una persona de origen suizo, de 38 años, quien en su país jamás había sufrido de discriminación, pero al tener contacto con participantes de otras naciones, quienes hablaban de este mal, aprendió a interpretar y ponerse en su lugar, al grado que después decidió dedicarse al servicio público para sensibilizar a la gente, y llegó a ser secretario de Educación en su país.

Otro caso fue el de un líder, de Estados Unidos, que al enterarse de que una delegación que viajó a Israel se había quedado sin su líder original porque éste enfermó de apendicitis, se ofreció como sustituto para el viaje de 28 días, asumiendo toda la responsabilidad.

También, un litigante internacional mercantil, originario de Costa Rica, gracias a las actividades de sensibilización, consiguió que el palmito fuera un producto de consumo en los países nórdicos, donde no podía ingresar, pero logró hacerlo al presentarles, más que un producto, la cultura de otro país.

En general, muchas de las personas que pasan o están en CISV participan en la política en busca de generar un mejor entorno, gracias a que sus perspectivas crecen al escuchar testimonios de otros lugares y conocer otras visiones.

[b]Capítulo Mérida[/b]

En México, CISV tiene presencia en la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Querétaro y ahora [a=https://merida.cisv.mx/]Mérida[/a] está en la etapa de promoción.

Comenzaron hace un año, creciendo con voluntarios y familias y llevando a cabo alianzas con escuelas en una relación ganar-ganar.

Es el segundo verano en la ciudad de la paz y han crecido 150 por ciento. Es un destino ideal porque es un lugar seguro, con mucha cultura y belleza, características ideales para ser un gran anfitrión, menciona Yurek Mckelligan.

El objetivo es desarrollar las habilidades necesarias para liderar y hacer una diferencia positiva, basados en la idea primordial de que la paz es posible a través de la amistad y el entendimiento mutuo.

El hecho de ser voluntario es lo que cambia, es una satisfacción increíble, ayudar a los demás, estar para los demás te llena, comparte.

Él participó por primera vez en 2014, como papá, en Querétaro y no dejó de hacerlo hasta que para el período 2017-2018 fue presidente del capítulo y un año más tarde el presidente nacional de la organización.

La decisión de tres familias, que han participado en la organización, por no dejar de ser parte de CISV al mudarse a Yucatán, los motivó a formar el capítulo en la ciudad de la paz, comparte Guadalupe Rodríguez, secretaria de CISV en Mérida.

Arrancaron en agosto, después de una serie de entrevistas con la organización. El común denominador fue seguir con el proyecto con sus hijos y también los padres de familia como constructores de paz.

Guadalupe comenta que ha sido todo un proceso de aprendizaje, empezar con pequeñas reuniones, acudiendo con vecinos a escuelas, para poco a poco crecer con más voluntarios.

De hecho, este año que concluye salieron tres delegaciones; para el 2020, el reto es que salgan por lo menos seis.

Actualmente son 10 voluntarios y la respuesta ha sido muy buena, y más en una ciudad como Mérida, donde solo faltaba soñar un poco con una mejor calidad de vida, de paz y respeto.


[b]Una decisión que cambió su vida[/b]

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“No quería ir, pero dije, voy una vez y ya nunca tengo que volver a ir, y ya, para que me dejen de molestar y no saber más de CISV. Fui al primer día de campamento y me encantó, me pareció lo máximo”, recuerda Lucía Pérez Elguea, representante de la rama juvenil de CISV.

“Lo pienso mucho y si le hubiera dicho que no a mi papá ¡ay no, qué flojera!, y me vuelvo a dormir, mi vida sería totalmente diferente”, relata Lucía de cuando le dijeron que acudiera a las actividades del campamento, tenía entonces 17 años.

Sin embargo, esa no fue su primera referencia de la organización. Cuando era más pequeña escuchó de CISV, pero sus papás le dijeron que era una locura porque no iban a mandar a su hija a un viaje; pero después, cuando su hermana tenía 11 años, se convencieron y querían que fueran las dos.

Había programas para su edad y salió muy contenta de conocer a mucha gente, todos integrándose y con respeto. Ha sido tanto el gusto que ya lleva cinco años en la organización.

Lucía ha tenido la oportunidad de viajar a otros países, como Austria, donde fue la única mexicana y sintió la responsabilidad de representar a su país. “Es importante enseñar lo que realmente podemos hacer para evitar los prejuicios que nos han hecho daño en los últimos años”, asegura en entrevista telefónica desde la Ciudad de México.

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Después estuvo un año en Estados Unidos; le tocó cuando Donald Trump estaba por ser presidente y la pasó mal por la discriminación a los latinos, desde hacer una llamada telefónica en español, hasta recibir insultos.

Fue ahí cuando le dio más valor al trabajo que hace CISV porque vio que poco a poco “se le cambia el chip a las personas, así colaboras para que la gente sea más incluyente, entienda las diferencias pero sin violencia, siempre con el respeto a los derechos humanos y a la diversidad”, resalta.

[b]Una organización para siempre[/b]

Actualmente, Lucía representa a México en la rama juvenil ante los demás países y es coordinadora de un campamento nacional donde replican actividades de los internacionales, para que quienes no tengan muchos recursos puedan tener la misma experiencia.

Radica en la Ciudad de México y por ahora está entrenando para ser líder e irse con cuatro niños a otro lugar del mundo durante un mes.

“Hasta que el tiempo me dé y la vida me dé, seguiré aquí”, enfatiza, y asegura que definitivamente sus hijos, en un futuro, estarán en CISV.


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