Francisco Javier Tapia R. Esparza
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 29 de mayo, 2019

A pesar de los 38 grados Celsius que marca el termómetro, caminar por el rancho de Francisco Javier Solorio Sánchez, investigador en Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), resulta agradable debido a cantidad y diversidad de árboles, los cuales son fundamentales para el desarrollo de sistemas de producción silvopastoril, una alternativa de ganadería rentable y que también ha demostrado sus beneficios en la reducción de gases de efecto invernadero.

Hace 30 años estas tierras eran llanos dedicados al cultivo de henequén, sin árboles; ahora conviven varias especies de cítricos con ceibas, palmeras, ramones, jabines, parotas, pastos y leguminosas, así como aves de corral, vacas, cerdos y cabras, todo en un espacio de 40 hectáreas donde además vive una comunidad de casi medio centenar de personas, todos aprovechando los recursos que provee este sistema de producción integral.

“Con el sistema silvopastoril buscamos que haya un equilibrio ecológico”, por ello era importante sembrar árboles que proporcionaran alimento, refugio y protección al ganado, pero que además fuera redituable.

“Los rumiantes producen eficientemente entre los 18 y 22 grados Celsius, después de eso hay un desgaste energético. A partir de los 33 grados en el ambiente comienza el estrés calórico, y por cada grado que aumenta la temperatura el animal puede perder 0.25 litros de leche”.

Agrega que al contar con el alimento del ganado creciendo en el rancho, el ahorro estimado en su crianza es del 30 por ciento.

[b]Impacto ecológico[/b]

“La gente piensa que las vacas expulsan gas metano a través de las flatulencias, pero esto representa un mínimo porcentaje en comparación a las emisiones por respiración”. Francisco Solorio explica que en los estómagos de los rumiantes habitan bacterias metanogénicas, las cuales producen este gas de forma natural en el proceso de digestión.

Estudios realizados por el equipo de Francisco Solorio demuestran que forrajes como las hojas del árbol de ramón, la semilla de la parota (pich) y la leucaena hacen que disminuya la producción de las bacterias metanogénicas, pero además son más nutritivas para los rumiantes que los forrajes basados en pastos y maíz, sin mencionar que al mantener a las plantas vivas éstas contribuyen a filtrar el agua al manto freático, generan sombra, producen oxígeno y atrapan gases de efecto invernadero como el metano, el dióxido de carbono y el óxido nitroso.

“Cuando hablo con los ganaderos les digo que tenemos una soga en el cuello, y cada día se aprieta porque el oxígeno que necesitamos lo compartimos entre más población, pero tenemos menos árboles”, de ahí la importancia de modelos de producción ganadero combinados con la silvicultura.

El investigador explica que cada persona consume diariamente el oxígeno que producen 10 árboles, “¿dónde están los tuyos? Le estás robando el oxígeno a alguien que sí los sembró”.


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