Jesús Mejía
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 20 de mayo, 2019

De entre la amplia dotación de instrumentos, de la oleada sonora de reminiscencias musicales rusas, de pronto, brotaron las arcadas de un violín, el de Christopher Collins, el concertino de la Orquesta Sinfónica de Yucatán, cuyas secuencias a modo de un vals, atraparon la atención de la audiencia.

La dulzura de esas notas sueltas de violín, secundada por un tutti del resto de las cuerdas, incluido las violas y cellos, sedujo a los oyentes. La música de Tchaikovsky, una vez más, dejó al público más que contento.

De esta manera Christopher Collins, que tuvo como maestros a grandes solistas como Dorothy De Lay, Arthur Grumiaux, Henryk Szeryng y Nathan Milstein, se llevó la tarde, los aplausos y, lo más importante, la emoción del momento que llegaría hasta el corazón de los oyentes.

El genio de Tchaikovsky desarrolló en el último de los cuatro movimientos de la [i]Suite No. 3 opus 55[/i], en el movimiento Tema y Variaciones, un portento musical de carácter sinfónico con dos solos, uno corto de oboe y el otro, magnánimo, el del violín solo.

Collins, el violinista y concertino siempre sonriente, carismático, un apasionado mozartiano, desplegó con temple y la seguridad que da la experiencia las nítidas secuencias y ganó la admiración, el torrente y ovaciones de los asistentes al Peón Contreras.

La OSY dio una muestra más del nivel de interpretación gracias a la inclusión de músicos de la talla de Collins, quien ha recibido los mejores premios de los concursos internacionales Carl Flesch, Tibor Varga y el de JS Bach, además del León D'or del gobierno francés, la Beca Guggenheim, el Premio Belga Americano y el Premio Fritz Kreisler.

Poco antes, la pianista venezolana Edith Piña hizo lo propio en la interpretación del [i]Concierto para piano No. 1[/i] de Johannes Brahms, obra de naturaleza “sinfónica”, cuya estructura no está hecha para el lucimiento del solista como es costumbre, sino para integrar el instrumento con la orquesta.

La concertista retornó con la OSY después de nueve años de ausencia y reconoció la evolución y madurez artística de la orquesta, con la que logró total empatía para interpretar con fidelidad y brillantez la obra del compositor alemán.

Edith Peña mostró ser digna exponente de la generación de músicos surgidos del proyecto de orquestas venezolanas impulsado por el maestro José Antonio Abreu al tocar con seguridad y aplomo, y llevar a buen puerto, pese al calor meridano, los tres movimientos de la juvenil obra que Brahms compusiera a los 21 años de edad.

Cuestionadora del presidente de su país, Nicolás Maduro, al que llamó un “narcodictador”, Edith Peña pidió en entrevista previa un cambio de régimen y la continuidad del proyecto de orquestas, toda vez que hay hambruna y pobreza en vastos sectores sociales venezolanos.

Por ahora, emprendió ya su viaje hacia la lejana nación de Sudáfrica donde presentará el [i]Concierto No. 2[/i] para piano y orquesta de Camille Saint Saens, en tanto que la OSY se dispone a tocar el próximo fin de semana el Concierto para dos pianos y Las Hébridas de Felix Mandelssohn y la Sexta Sinfonía de Beethoven.


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