Merry MacMasters
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 19 de marzo, 2019

Antes que nada, hago patente mi agradecimiento a la Universidad Autónoma de Yucatán, a través de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán, por honrarme con la segunda edición de este galardón.

El Premio Nacional de Periodismo Filey fue instituido con gran tino en 2018 por la Universidad Autónoma de Yucatán. Su objetivo consiste en, y cito: “Reconocer la trayectoria de periodistas cuyo trabajo cotidiano ha contribuido a la promoción, difusión, comprensión y entendimiento de las diferentes disciplinas artísticas y el quehacer cultural en México, a la vez que distinguir la labor de quienes en el día a día se enfrentan a los hechos en la calle, quienes tienen la experiencia estética y periodística en el lugar de los hechos y la transmiten al público”.

Cuando leí por vez primera la convocatoria, no lo podía creer: un premio que reconoce –aquí voy a sustituir la palabra periodista por la de reportero-- la labor de la persona de quizá más bajo perfil en el organigrama de los medios: el buscador de noticias o de “la” noticia que, con suerte, le otorgará un buen espacio en la edición impresa del día siguiente o en el noticiario. También existe la posibilidad de que sea ignorada.

Quiero dedicar este premio a mis compañeros reporteros de tantos años. Varios están reunidos aquí. Y no nada más de la Ciudad de México, sino en diferentes lugares del país donde he tenido oportunidad de cubrir actividades con cierta frecuencia como Guanajuato, Oaxaca y Monterrey. Ahora he podido conocer también a los comunicadores que cubren la fuente cultural en Mérida.

Compañeros, muchos, mal pagados, mal alimentados, con exceso de trabajo, que corren de acto en acto, y en medio de todo esto padecen la presión de tener que enviar la nota. Somos una especie de familia, solidaria en las buenas y en las malas. Para mí, la fuente cultural es tal vez la más solidaria. Se comparten grabaciones cuando uno llega tarde a las conferencias de prensa, por lo menos así ha sido mi experiencia.

Lo que más me llamó la atención de la convocatoria fue que el Premio Nacional de Periodismo Filey está dirigido a reporteros en activo, es decir, no considera a colaboradores ni columnistas. Realmente algo insólito en el mundo de los certámenes que suelen reconocer un reportaje o un artículo en particular.

¿Qué se suele entender por un reportero cultural? Obviamente es un periodista asignado a una sección de cultura de un medio impreso, electrónico o digital que cubre noticias básicamente de índole artística: literatura, artes visuales, música, teatro, danza, patrimonio y arte popular.

Ser reportero cultural es complicado porque las noticias de ese ámbito difícilmente compiten con las de información general y el sector político. A veces pienso que necesitamos trabajar el doble de intensidad para ser tomados en cuenta, algo que no está mal, al contrario es un incentivo para superar el conformismo como, por ejemplo, darle la vuelta a un boletín como se dice en el lenguaje periodístico.

En 39 años que tengo de ejercer el periodismo cultural éste ha cambiado mucho y experimentado sus altibajos. De repente hay mucho interés por la cultura, por los directivos del medio y las secciones culturales se fortalecen. Se contratan más reporteros y colaboradores. Luego vienen épocas difíciles en que los dineros escasean y los recortes comienzan por el área cultural, no obstante que se suele decir que la cultura es la tarjeta de presentación de un país y su mejor embajador.

También ha dado una vuelta de 180 grados la forma de trabajar de reportero. Se podría decir que comencé en una especie de prehistoria de la labor reporteril. En una época anterior a la computadora, cuando la única manera de hacer llegar la nota a la Redacción se estaba de enviado, era dictándola por teléfono o esperando al teletipista, o sea la persona que se encargaba de mandar información mecanografiada.

Recuerdo la primera vez que envié una nota por fax -estaba en Taxco, Guerrero- y me pareció una especie de milagro. En unos cuantos segundos ya había llegado mi información a su destino. Hoy, qué decir del correo electrónico o el WhatsApp, y quién sabe qué nos depare el futuro.

Qué maravilla, sin embargo a veces siento que tanta facilidad para hacer las cosas nos ata al escritorio. Como toda la información está en Internet ya no salimos a la calle a reportear. Nada sustituye desarrollar esta labor. Hace una semana en una conferencia de prensa la convocante agradeció nuestra presencia física, en la medida que todo se ha vuelto virtual. Ya las entrevistas se hacen por teléfono y está bien, sin embargo necesitamos el contacto directo con las personas y los acontecimientos.

Quisiera comentar que nací en Estados Unidos y tengo la nacionalidad estadunidense. Sin embargo me hice periodista en México y sólo he ejercido mi profesión aquí. Además, siempre he trabajado para medios mexicanos. Por tanto, me considero una periodista mexicana y estoy muy orgullosa de ello. Pensándolo bien, tal vez no exista todavía alguna categoría para mi.

¿Qué significa este premio? Es sencillamente el más grande reconocimiento que ha recibido mi trabajo. Comprueba que tanto esfuerzo no ha sido en balde, aunque siempre he laborado con mucho entusiasmo y sin pensar en ningún tipo de retribución más allá de ver mi información publicada.

Para terminar deseo traer a la mente tres personas esenciales en el desarrollo de mi actividad periodística. Tres personas que creyeron en mí de todas. En orden de aparición en mi vida, primero, mi padre, Daniel MacMasters, periodista del diario Los Ángeles Times, quien me encaminó en esta profesión, muchas veces en contra de mi voluntad. De adolescente quería ser arqueóloga o tal vez patinar en hielo de manera profesional.

Después Manuel Blanco, periodista de [i]El Nacional[/i] (diario desaparecido en 1998), quien me abrió las puertas de la prensa escrita y cuando se creó una sección cultural fija, con noticias del día, siempre fue un jefe generoso.

Finalmente, mi pareja de 29 años, ya fallecido, el cantante sonero Luis Ángel Silva, Melón, quien siempre me apoyó en mi profesión y, sobre todo, en mis textos e investigaciones en torno al son cubano en México.

Fueron tres hombres que siempre creyeron en las mujeres.

Aquí, en este coloquio, se ha hablado mucho sobre el futuro del periodismo cultural. Éste tiene que continuar. En la actualidad los conocimientos periodísticos se aprenden en la escuela, sin embargo la especialización en la fuente cultural depende de cada quien, sus intereses y se adquieren sobre la marcha.

La crítica de arte Raquel Tibol siempre dijo que uno aprende a entender la pintura al ver, precisamente, pintura.

*Palabras pronunciadas el día de ayer al recibir el Premio Nacional de Periodismo Filey


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