Katia Rejón
Foto: Facebook Brilla Balboa
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Domingo 17 de marzo, 2019

En cada respuesta, ante un público mayormente joven, Avelina Lésper suelta las sentencias que la han hecho famosa: esto sí es arte, eso no es arte, eso es artesanía. Defiende la crítica de arte como una materia incómoda y necesaria para el arte contemporáneo. “Si no, las sociedades se vuelven sumisas, ignorantes, pasivas, nos van a dar cosas peores”, aseguró.

Por esa pasividad, dijo, volvieron a mandar a Teresa Margolles a representarnos a la Bienal de Venecia. “Es increíble cómo les gusta a todos los partidos esta mujer. No hay más artistas, no hay más gente, no hay manera de transparentar el método. ¿Ya ven? Por eso tenemos que decir eso… eso, no es arte”, expresó.

Teresa Margolles tiene una obra cuya línea discursiva son los asesinatos, el narcotráfico y la violencia. Ha expuesto cadáveres, una lengua, un muro baleado, un paisaje sonoro con audios grabados de los lugares donde mujeres eran asesinadas. Forma parte de las artistas que la crítica denomina VIP: video, instalación y performance.

Habló de la misma forma de artistas que tienen becas por “defecar y orinar en público”. Opinó que los performanceros lo que hacen es un espectáculo gore, pues en sus presentaciones sufren de manera gratuita, a diferencia de los artistas que sufren por la disciplina de su obra. “Eso no es arte”, volvió a decir en la segunda pregunta.

La crítica, que en su columna en un periódico nacional ha llamado “furiosa horda de feminoides” a las mujeres que junto con Sarah Lucas crearon un performance colectivo, comentó que las becas no deberían ser para gente sin talento porque proviene de nuestros impuestos y el FONCA se ha convertido en “un nido de corrupción”.

“Debe revisarse y ser más exigentes, y si no, que metan a esos [los becarios] al programa de Ninis porque ni estudian, ni trabajan, ni merecen becas”, afirmó.

Al ser cuestionada sobre la diferencia entre el arte y la artesanía, contestó que los artistas deberían regresar a los orígenes de la artesanía y aprender a hacer el óleo ellos mismos o trabajar con el barro. Sin embargo, explicó que a diferencia del arte, la artesanía sí tiene una utilidad. Consideró que la palabra artesanía en sí misma ya es lo suficientemente digna, por lo que no hay necesidad de diferenciarlo con el arte.

La última pregunta fue sobre el graffiti. A mediados del 2018, se viralizó un graffiti que decía ¡Avelina Lésper, me la pelas! en la Ciudad de México. Esto originó un debate entre los artistas urbanos y la crítica de arte que terminó en un pastelazo en la cara de Lésper cuando salía del Museo de la Ciudad de México.

“No es arte”, contestó e hizo una larga pausa. “El graffiti lo pagamos todos. Apoyo tienen. Cada vez que pintan un monumento, cada vez que echan a perder una construcción del siglo XVI, nosotros lo estamos pagando porque restaurar eso cuesta muchísimo dinero”, aseguró.


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