Meridanos prefieren Carnaval de Progreso sobre el de la capital yucateca

Juan Manuel Contreras
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Domingo 3 de marzo, 2019

Un despliegue de música y color vivieron los asistentes al carnaval de Progreso, fiesta que desde hace cinco años gana popularidad tras la iniciativa de mudar el carnaval de Mérida a la comisaría de X’matkuil, medida que sigue generando polémica entre los súbditos del rey Momo.

La música emanada de las percusiones de decenas de batucadas se ha vuelto característica de las festividades carnestolendas. A su paso, las agrupaciones dejan una estela de baile que contagia a quienes transitan por el emblemático malecón del puerto.

El sábado es “el día tranquilo”, según algunos. Pese a esa concepción, miles de meridanos se apersonaron en el derrotero a fin de disfrutar el desfile que al menos una docena de carros alegóricos ofrecieron.

Resulta interesante el contraste que se genera de extremo a extremo de la avenida; al sur del malecón los escenarios de las radiodifusoras reproducen música popular, mientras al norte se puede apreciar la música electrónica que reúne a cientos de jóvenes ejecutantes de danzas estrafalarias.

En cuanto a la seguridad, los elementos de la policía municipal y estatal brillaron por su ausencia, por lo menos el sábado. Uno de los uniformados señaló que no se ha registrado ningún altercado que amerite su intervención y se dijo listo para la avalancha de gente que se espera al día siguiente.

Brigadistas de la Cruz Roja también realizan rondines por la principal arteria del puerto. En grupos de cinco, los rescatistas se aseguran de que todo transcurra con normalidad. Únicamente han atendido a un par de personas alcoholizadas y “no ha pasado a más”, según informaron.

El desfile integrado por 14 carros alegóricos e igual número de comparsas comenzó una hora después de lo programado. Jóvenes, adultos mayores y representantes de la comunidad LGBT recorrieron el derrotero mostrando sus mejores pasos de baile para beneplácito de los espectadores.

Algunas personas lamentaron que este año los organizadores no hayan decidido traer a algún artista trascendente, ya que durante la edición pasada del carnaval progreseño, la presentación de Molotov reunió a varios miles de fanáticos del rock mexicano. Este año no sucedió así.

A falta de baños públicos, los locales esparcidos a lo largo del malecón aprovechan para rentar los suyos, a cinco pesos. Algunas personas utilizan el servicio, pero gran parte de los asistentes opta por hacer sus necesidades en el mar generando el disgusto de quienes atestiguan el acto.

Sin duda, los lugares más concurridos son los expendios de cerveza. El ir y venir de los bebedores es constante, y pese a la prohibición de la venta de bebidas en envases de cristal, varios expendios hicieron caso omiso y dotaron de “caguamas” a sus clientes.

En el lugar, trascendió que a través de las redes sociales circuló el rumor de que en los expendios se marcarían los dedos de los beodos para llevar un control del consumo. Varios de ellos se aliviaron al enterarse que solamente se trató de un chisme.

La ocupación hotelera superó las expectativas, pues según informaron las recepciones, desde el jueves no hay habitaciones en el puerto, por lo que muchas familias se vieron en la necesidad de regresar a la capital yucateca tras el desfile.

[b]Domingo de carnaval en Progreso[/b]

Pasan las diez de la mañana y a través de las redes sociales comienzan a fluir imágenes de la terminal de autobuses de Autoprogreso. Filas kilométricas se extienden a lo largo de la calle 62, todos están ávidos de disfrutar el carnaval de la costa y se forman hasta por dos horas para cumplir su objetivo.

En el malecón, los prestadores de servicios se preparan para los mares de gente que poblarán la calle en pocas horas. Los restauranteros auguran llenos totales y los meseros jugosas propinas por parte de los comensales; y así fue.

La presencia de los cuerpos de seguridad se multiplicó exponencialmente en comparación con el día anterior. Cuadrillas de uniformados peinan las calles aledañas al derrotero en busca de conatos de bronca, drogadictos y gente orinando. De nuevo el mar fungió como baño público, sólo que ahora se tuvieron que meter a sus aguas.

De nueva cuenta, las batucadas contagiaron a la concurrencia con sus ritmos africanos. El desfile transcurrió con normalidad y más de uno trató de integrarse a las comparsas que bailaban al son de las canciones de moda.

En contraste con la algarabía, a las afueras del bar Mocambo -en donde un derrumbe cobró la vida de tres personas hace dos semanas-, la gente hace reverencia. Los transeúntes señalan con el dedo la estructura devastada tratando de hallar explicación a la tragedia. Un florero improvisado adorna el sitio que enlutó a una familia entera.

Al calor de las espumosas, los ánimos comienzan a efervescer, situación que se evidencia en las miradas celosas que intercambian miembros de las pandillas. Remembranzas de cuando las calles de Montejo fungían como coliseo romano, escenario de los enfrentamientos entre la Sur 13 y los de la Neighbourhood, acérrimos rivales.

El domingo sí se respetó la medida de los envases de cristal y los recolectores de latas de aluminio hicieron su agosto. Ellos se pasean entre la gente en busca de recipientes vacíos y agradecen cuando se les proporcionan. “Matamos dos pájaros de un tiro. Limpiamos y nos ganamos un dinerito extra”, mencionó uno de ellos mientras llevaba al hombro un pesado costal de latas.

Para muchos de los asistentes, el regreso a Mérida es una auténtica odisea. Es común que la gente prescinda de sus vehículos a sabiendas de los fuertes operativos de seguridad y los retenes que se instalan en la entrada del puerto. De nuevo, forman largas filas en la terminal para llegar a su destino. Muchos viajan alcoholizados.