Eduardo Lliteras
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 4 de febrero, 2019

Mérida-Hunucmá-Kinchil, sorteando los cada vez más numerosos vehículos pesados que ruedan por la zona, llegamos a la entrada de las granjas de Kekén en el municipio de Kinchil, donde un vigilante nos franqueó el paso a bordo de un vehículo de la empresa con sus logos estampados.

La vigilancia y las revisiones son minuciosas, así como los procedimientos para traspasar la reja e ingresar a la granja en expansión, habitada por 24 mil marranas que paren dos mil lechones diariamente, que son enviados a las granjas de engorda cada 19 días para después terminar en las mesas de varios países asiáticos y de América, así como de Yucatán.

Todos los vehículos son desinfectados. Pasan por un sistema de limpieza parecido a un lavadero de autos. Igualmente, el personal que debe ingresar a las estructuras donde los animales dan a luz y se alimentan, debe bañarse, cambiarse de ropa, utilizar prendas especiales. No es para menos, las amenazas biológicas en éstos días son globales, como la peste porcina africana que ha infectado a numerosas granjas en China, el más grande productor de carne de cerdo del mundo.

Kekén (Grupo Porcícola Mexicano S.A. de C.V.) nos abrió las puertas para realizar un recorrido por sus instalaciones y constatar, según aseguran, que no arrojan aguas negras a cielo abierto en el campo, como denunciaron habitantes de Kinchil en días recientes, según publicamos.

A través de tuberías visibles a lo largo de los caminos abiertos entre la abundante vegetación que conducen a las cuatro granjas en funcionamiento, se transporta el agua que se utiliza para limpiar y dar de beber a los cerdos, así como para el funcionamiento general, duchas, baños y lavabos de la empresa. En tuberías separadas se conducen las aguas negras que a través de un sistema de bombeo (con cárcamos de hormigón) y terminan en dos gigantescos biodigestores (con capacidad cada uno de 25 mil 600 metros cúbicos, equivalentes a 5 piscinas olímpicas) donde son sometidas a un proceso de tratamiento con bacterias anaerobias que genera biogás, el que es utilizado a su vez en la producción de energía eléctrica para las granjas.

El biogás alimenta un poderoso motor de 12 cilindros que funciona permanentemente, y que cuando se apaga se quema en un mechero ubicado a unos 500 metros de los dos biodigestores, los que se elevan a la vista como imponentes colinas. Todo en Kekén es ciclópeo, gigantesco.

Los dos inmensos biodigestores aparecen completamente cubiertos por una membrana de plástico oscuro que está sellada para que no escapen los gases. Posteriormente, tras el procedimiento anaeróbico, se separan los sólidos, mismos que se utilizan como abono en Yucatán y los que son comprados a Kekén por productores locales.

Por último, el “agua clarificada” es depositada en una gigantesca “laguna de estabilización” abierta a los rayos del sol por 50 días, y tras un tratamiento de “desinfección” con un producto químico, es decir, con blue drop -sulfato de cobre-, se utiliza para riego en casi 80 hectáreas. El agua es conducida a 375 aspersores mediante tuberías.

Las tuberías y los aspersores se abren paso a través de las casi 80 hectáreas de las casi tres mil que forman parte del impresionante complejo industrial, de las que 800 están dedicadas “a conservación”.

[b]Lagunas y cocodrilos[/b]

El recorrido en vehículo y a pie por las instalaciones incluyó una caminata de una hora por una parte de la zona de riego, en la que Kekén dispersa el agua tratada entre la vegetación.

A simple vista, la vegetación se ve en aparente buen estado. Hay aves y otros animales.

No hay mal olor. No huele a excremento u orina de las granjas, cuyo olor se percibe únicamente muy cerca del perímetro de rejas que las circundan, es decir, a un par de metros. Igual sucede con los biodigestores. No detectamos fugas de aguas negras en la zona en ese momento.

Nos conducen hasta una pequeña laguna ubicada entre la maleza. Nos aseguran que se trata de la laguna que en días pasados habitantes de la zona denunciaron como un estanque de aguas negras procedente de una fuga de las tuberías de Kekén.

Sin embargo, el lugar no huele a excrementos tampoco. No hay olor. Además, se detectan huellas de animales que se acercan a beber, incluidos venados, según asegura el mismo personal de la empresa.

Cabe señalar que en el lugar vimos un cocodrilo de unos dos metros, cuyas crías deambulan por la zona.

El agua estancada por el suelo arcilloso, es común en la zona en pequeñas pozas. Y se secan durante la época de estiaje. Kekén niega que las aguas tratadas se viertan a través de tuberías directamente al suelo.

Además, asegura que se realizan análisis, a los lodos que generan los biodigestores (cada 6 meses), al agua tratada (cada 3 meses) a través de la Entidad Mexicana de Acreditación, ente encargado en el país de realizar los análisis y reconocido oficialmente.

Asimismo, en la zona de irrigación de las aguas ya tratadas se toman muestras a través de pozos profundos, mismas que hasta ahora, dice la empresa, no han arrojado ninguna clase de contaminación o cambio de composición del agua del manto freático. Es decir, presencia de bacterias o químicos.

Eso es lo que dice la empresa. Y a simple vista, en la zona visitada, no se perciben malos olores ni fugas de aguas negras, como ya señalamos, aunque sí una ligera brisa como a piscina, quizá por el sulfato de cobre.

Sin embargo, los habitantes de la zona consultados insisten en su escepticismo respecto a la efectividad de los sistemas de tratamiento de Kekén. Advierten que la contaminación llegará, antes o después a sus pozos, a los manglares de la costa. Y se dicen muy preocupados. Afirman que los cocodrilos pueden vivir en aguas negras.

Mientras tanto, Kekén se amplía. Planea otras cuatro granjas más en el mismo lugar para doblar su producción. Los obreros ya trabajan en abrir caminos y terrenos para los galerones donde vivirán y se multiplicarán los cerdos a través de inseminación artificial.

El consumo de agua, también aumentará. Pasará de los mil 600 metros cúbicos al día que aproximadamente utiliza ahora a más de 3 mil metros cúbicos previsiblemente. Así como el agua tratada, la que después será reincorporada a través del sistema de aspersores.

El cinco por ciento del terreno utilizado hasta ahora para caminos de las tres mil hectáreas, también crecerá, así como el número de vehículos que circulan en la zona para las diferentes operaciones, como transportar a los animales y su alimento.

Es claro que Kekén utiliza algunos de los sistemas más avanzados tecnológicamente del mercado para tratar sus residuos y que la empresa es exigente y meticulosa en sus procesos, ya que la limpieza y el orden se observan en sus instalaciones.

Sin embargo, la pregunta es hasta dónde seguirá creciendo. La presencia de Kekén, y de otras empresas como la Modelo en Hunucmá, es un reto para el medio ambiente por el consumo de agua y de otros recursos naturales, como la tierra y la vegetación.

Cuál es límite al crecimiento de estas empresas en Yucatán, de su huella ecológica, de la capacidad de la tierra y el manto freático para proveer a su creciente demanda de recursos. Preguntas que deben responder las autoridades de la Secretaría de Desarrollo Sustentable, de la Semarnat.


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