Texto y foto: Lilia Balam
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 02 de mayo, 2017


“Este niño que me trajiste no creo que la haga, mira cómo está”. Esa frase no resultó ser la mejor bienvenida para José Martín Dzul Franco en su primer día de trabajo en el hotel Holiday Inn. En ese momento, cuando hacía pruebas para obtener un puesto en el área de lavandería, temió no tener las capacidades para permanecer en el lugar. “Pero ella no sabía de dónde venía”, relató el ahora ama de llaves a La Jornada Maya con una amplia sonrisa.

Y es que si algo ha hecho don José a lo largo de su vida, ha sido romper esquemas. Desde que tenía 10 años sabía que tenía que salir de su comunidad natal, Kinchil. Su padre constantemente le decía que ni él ni su hermano debían quedarse a trabajar el campo: la situación económica allí era precaria. Ellos debían estudiar, superarse y encontrar un trabajo más cómodo.

Pero para el entonces pequeño José, no había alternativa: “Veías gente lamentablemente metida en el alcoholismo, familias desbaratadas por lo mismo, la baja condición económica. Yo siempre me preguntaba si así iba a terminar, porque no veía cómo salir adelante”.

A los 17 años el destino movió sus piezas. Terminó el primer año de bachillerato y su padre, que laboraba como sastre, requirió que lo acompañara a trabajar a una granja. Allí se dedicó a levantar, romper y preparar piedras para reventar dinamita. No pasaron más de dos meses, cuando un amigo de su padre se presentó en el lugar y dijo que se lo llevaría a la capital yucateca: el recién inaugurado hotel Holiday Inn estaba contratando gente.

Dzul Franco llegó cuando apenas llevaba 3 meses operando. Y si bien el comentario de la ama de llaves de aquella época le provocó tensión, el aspecto del recinto y el trato de sus compañeros de trabajo, así como el ritmo laboral que para él era ‘pan comido’, le hicieron esforzarse para permanecer: “Me dije ‘yo soy de aquí, de aquí no me voy a mover’.

Y pasaron los tres días de prueba y, en un parpadeo, Dzul cumplió 20 años en el hotel. Entonces fue cuando la señorita Zenaida Leyva ocupó la dirección de ama de llaves a nivel nacional en el corporativo. Previamente le comunicó a don José: “Tú vas a ser ama de llaves algún día, prepárate”. Y pronto obtuvo el cargo.

Si bien hubo algunos chascarrillos al respecto, a Dzul poco le importó el hecho de ser el primer hombre en el corporativo en ser ‘ama de llaves’. Estaba más preocupado por su desempeño y por dejar huella en el hotel.

Y lo logró: inició en el cargo implementando un programa de control de calidad con las camaristas, para medir la capacidad, compromiso, calidad en el trabajo y la disciplina de las colaboradoras. Con el sistema podía calificar a cada camarista, congratular su esfuerzo y detectar las áreas problemáticas en el desempeño de cada una.

Pero romper esquemas nunca ha sido tarea fácil. A veces el entorno se resiste a adaptarse al cambio. Y a los diez días de que don José arrancó su plan de control de calidad, las camaristas hicieron un paro de labores. “El dueño del hotel me llama y pregunta ‘¿Qué está pasando en mi hotel?’ Yo le expliqué el asunto, y que parecía que las camaristas no estaban acostumbradas a ese sistema. Nosotros los mexicanos cuando nos dicen que tenemos que traer resultados bien claros y cambiamos de sistema, nos cuesta trabajo adaptarnos”, relató Dzul.

Los directivos vieron el sistema con buenos ojos y las camaristas poco a poco se amoldaron. El programa ha sido modificado a lo largo de los últimos 17 años, según las necesidades de los huéspedes, pero en esencia permanece con el objetivo de brindar excelencia e instalaciones de gran calidad a los visitantes.

“Se trata de tener ganas y gusto por el trabajo: talento por la limpieza y el gusto de servir”, explicó don José sobre su permanencia en el puesto. Y es que a lo largo de su trayectoria también ha visto que muchas de sus compañeras se queden en sus empleos hasta jubilarse. Él atribuye el éxito a las constantes capacitaciones que reciben, las certificaciones con las que cuentan las colaboradoras y el grado de pertenencia que tiene su grupo de trabajo: “Siento orgullo; aquí en el hotel crecí. Hay que trabajar en equipo para hacer sentir a la gente que el cuarto es suyo. Vale la pena dar tantito más para lograr la satisfacción de los huéspedes”, concluyó Dzul.


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