Paul Antoine Matos
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya
Mérida, Yucatán
Jueves 27 de abril, 2017
En cada trazo sobre el lienzo blanco, Carlos Génova evoluciona junto con su obra. Su arte vive junto con él. Con los óleos, que pueden comenzar en colores oscuros y transformarse en tonalidades vivas, él se entrelaza como en un sueño. La frontera entre su universo, la realidad y lo metafísico sufre una ruptura. Una liberación.
“Felicidad. Eso siento cuando estoy en un estudio, porque aprovecho el tiempo que tengo en la vida; trabajando, creando”, expresa en entrevista con [i]La Jornada Maya[/i], con motivo de la inauguración de su exposición [i]Paisajes Oníricos[/i], esta noche a las 19 horas en el Gran Museo del Mundo Maya.
[i]Paisajes Oníricos[/i] es una retrospectiva de sus últimos tres años de trabajo. A través de la exposición, se observa la evolución de Carlos Génova a través de esa frontera metafísica, real y onírica, de la que surge su propio universo y los multiversos que le rodean.
Esa evolución, considera, es la clave de todo. Combinada con una obsesión compulsiva, decide experimentar en sus técnicas y materiales para generar nuevas obras, inspiradas en sueños, vivencias, leyendas, lecturas, poemas y música.
Considera que adentrarse a los lienzos es una de las cosas más excitantes de la vida, en especial cuando un problema surge. “Al ocurrir, ya no puedes retroceder. Tienes que encontrar la forma de corregirlo”, reconoce.
“Lo más importante es el trabajo diario y disciplinado para poder pintar un lienzo blanco”, expresa. Es un esfuerzo que se necesita hacer en cada momento para mantener esa constante renovación que le otorgue nuevas ideas, distintas a las realizadas anteriores.
La pintura se convierte en otro ente que se comunica con el pintor. Él le da un empujoncito para que la obra viva y le guíe hacia donde le indica. “Te amalgamas con lo que formas, te transformas en otro tipo de herramienta”, afirma.
Los colores y los trazos del pincel rompen con las leyes de la física. Gotas que se derraman sobre el lienzo dirigen al pintor a nuevos mundos inimaginables hasta ese momento, pero soñados en otro plano.
Sus pinturas no proceden de otros mundos. Surgen de aquí. De las culturas de México, pero también de Europa, África, Asia y Oceanía.
La principal inspiración la obtiene de las culturas mexicanas, de Oaxaca, Yucatán, la Ciudad de México, con leyendas que abren espacios. Pero se combinan con el arte de Turquía, Japón, los maoríes y aborígenes australianos. Varios personajes dentro de uno mismo, como un tótem, ilustra.
Entre esa simbiosis de culturas ancestrales se esconden simbolismos que profundizan en su ser.
Rasgos de su personalidad, de su estado de ánimo en el momento preciso en el que pinta, se ocultan entre seres transformados por lo irreal. Sus sueños, amores, desamores y experiencias de vida aparecen como mensajes entre su obra.
[b]Arte vivo[/b]
Aunque talentoso, Carlos Génova reconoce que su éxito ha sido parte de otras personas que lo han acompañado a lo largo de su vida, que le comparten su conocimiento y le permiten tener esa transformación.
En la exposición Paisajes Oníricos y el libro Arte Vivo, que aborda sus últimos 10 años de trayectoria, participa la Secretaría de la Cultura y las Artes, su titular Roger Metri Duarte, y personajes del sector como el escritor principal del libro Fernando Gálvez, su editor Andrés Silva Piotrowski y el director del Instituto de Museos e Historia de Yucatán, Jorge Esma Bazán.
Ese apoyo le permitirá llevar la exposición al Museo de Arte de Querétaro, a la Paks Gallery en Viena Austria –acompañado por Fernando Padilla- y la Au Medicin Gallery de París, aunque tiene la intención de mostrarla en la Ciudad de México y Oaxaca.
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